Beatriz TalegónSegún el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en su primera acepción el miedo  es la "perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario". Una de las principales consecuencias del miedo es la parálisis, la falta de capacidad para reaccionar de una manera racional, o definitivamente, tener cualquier tipo de respuesta.

En las relaciones personales la comunicación y el miedo suelen tener un estrecho vínculo: cuando falta información aparecen las sombras. Cuando hay tanta información y tan dispar que el resultado final es terminar por no creer realmente absolutamente nada de lo que nos dicen, se genera incertidumbre y esto supone abrir la puerta al miedo, a las dudas, a las conjeturas y a los fantasmas.

Se trata de un círculo vicioso respecto al que los expertos en comunicación consideran que, para cerrarlo, es necesario introducir "dosis" de información veraz. Ahora bien, ¿qué sucede si lo que realmente se quiere es generar parálisis en una persona -o en un grupo de personas-?. No es casualidad que si el objetivo que se pretende es anular la respuesta por parte de otro, una opción bastante eficaz es generar miedo. Un miedo de la proporción adecuada para obtener la paralización deseada.

Hay muchas maneras de asustar, de generar incertidumbre. Dinamitar las espectativas es un ejercicio que se basa en cortar cualquier posibilidad de esperanza. Y es evidente que la estrategia neoliberal para con la ciudadanía es obvia: se genera inseguridad e incertidumbre aniquilinado trabajos, se aumenta destrozando derechos, se alimenta el caos y se bombardea con información generando tal nivel de desorientación que nadie confía en nadie. Sobre todo, nadie confía en los políticos (ahora le pregunto yo a usted: ¿de dónde viene el concepto que tiene usted de la gente que nos dedicamos a la acción política? Si lo piensa detenidamente creo que estaremos de acuerdo en llegar a un punto común, esto es, el concepto que usted tiene de la mayoría de las cosas que no conoce de manera directa es a través de los medios de comunicación). Teniendo en cuenta esta consideración, convendrá usted conmigo que es muy sencillo generar un culpable eximiendo a otros de su responsabilidad. En otros ámbitos a esto lo llaman Dios o Demonio...

Le invito a plantearse si no es muy chocante que en un país donde todo el mundo se caracteriza por no ponerse de acuerdo, parezca haber un consenso en esta consideración.

Una vez generada la desconfianza, vendrá el aumento del miedo (no es muy complicado cuando se tiene a la población con la cabeza agachada, aterrada por la posibilidad de perder su trabajo, su casa, su educación, su sanidad, sus derechos más básicos), y como si de un secuestrador psicópata se tratase, para mantener la línea de tensión necesaria -el plan requiere a veces algún punto que descoloque- de vez en cuando nos tratarán de contar que vamos a salir de ésta (en mi pueblo lo explican de una manera más gráfica: se trata de poner la zanahoria frente al hocico del burro para que siga caminando).

Si alguien pudiera abstraerse, dudar de la información, incluso rebelarse y tratar de convencer contra el miedo, contra la zanahoria.... si se le ocurriera a la gente movilizarse en mareas, protestar, exigir, preguntar, será el momento de imponer medidas tajantes. La posible respuesta al miedo ha de ser combatida con represión, no vaya a ser que nos demos cuenta de que no hay razón por la que tener miedo, de que no hay motivo para tirar la toalla...

Solamente cuando dejemos de tener miedo podremos movernos y descubriremos que no era tan difícil salir juntos de ésta.

Abstraernos del mensaje que quieren que nos llegue, analizar sin paralizarse, reaccionar y asumir que cada uno debe dar el paso son los ingredientes para comenzar. Y sobre todo, el más fundamental: ser valientes, que quedan pocos y los vamos perdiendo.

Y es que el valor está infravalorado. Hasta para la RAE la acepción de valor como "cualidad del ánimo, que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros", es la cuarta, lo que es muestra evidente de que a pesar de que etimológicamente "valere" significase fuerza, las primeras acepciones hacen referencia al "grado de utilidad o aptitud de las cosas, para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite".

Si está todo perdido, como algunos nos quieren hacer creer, no tenemos nada que perder. Y si no todo está perdido (como creemos la mayoría), ¿a qué esperamos para conquistar el futuro que nos espera? A por ellos, que son pocos y cobardes.

Beatriz Talegón es secretaria general de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas
@BeatrizTalegon