Los aranceles generalizados anunciados por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, han entrado en vigor oficialmente esta madrugada. La guerra comercial se ha oficializado con un ataque del 20% a la totalidad de productos de la Unión Europea (UE), 25% en el caso del acero y el aluminio, un 104% a la economía china y tasas de dos dígitos para casi la totalidad del mundo. El gigante asiático ha dejado claro que “peleará hasta el final” y el bloque europeo ultima este miércoles su respuesta unitaria.

Trump busca generar división y que los países se arrastren individualmente y ofreciendo condiciones ventajosas para la economía estadounidense, motivo por el que también ha renegado de aplazar la entrada en vigor de las barreras comerciales y escuchar las diferentes propuestas. “Nos va muy bien haciendo, yo los llamo acuerdos a medida, no hechos en serie. Son acuerdos a medida, muy a medida. Ahora mismo, Japón está volando aquí para hacer un trato. Corea del Sur está volando aquí para hacer un trato, y otros están volando aquí”, ha presumido Trump.

Es más, haciendo gala de su habitual soberbia, ha llegado a trasladar que “estos países me besan el culo”, un tono que complica el debate político entre adultos. Los Veintisiete han intentado negociar, trasladando ofertas jugosas como los aranceles “cero por cero”; pero el movimiento del mandatario norteamericano va más allá de la “reciprocidad” en los intercambios comerciales que ha vendido y al viejo continente no le queda otra que responder si no quiere subyugarse.

Respuesta de Bruselas

Bruselas votará este miércoles la lista de productos a la que establecerá aranceles de respuesta y que entrarían en vigor la próxima semana. La propuesta contiene tasas equitativas de hasta el 25%, aunque finalmente se han dejado fuera productos como el whiskey bourbon o el vino por el miedo de Francia a un nuevo ataque estadounidense a estos productos. Sin embargo, el catálogo de barreras será largo y, a diferencia de lo elegido por Trump, no se implementarán de un plumazo, sino que se desarrollará en varias fases.

La primera de ellas entraría en vigor el próximo martes, 15 de abril, y está basada en la política desarrollada en 2018, momento en el que el político ultra, en su primera legislatura, inició otro conflicto comercial. Menos la clásica bebida alcohólica estadounidense, otros productos como maíz dulce o arroz, puros, cigarrillos, aceites esenciales, calzado, ropa, diversos tipos de muebles, vidrios de seguridad u ópticos. Un mes después, cumpliendo con las exigencias de comunicación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), llegaría otra batería de respuesta.

Así, el 16 de mayo, los productos que podrían ser señalados serían minerales como el cobre, la maquinaria, los tubos metálicos, los materiales de construcción, diversos alimentos (carne de ave o café) o las gallinas ponedoras. Por último, el 1 de diciembre llegaría la última fase del plan de respuesta propuesto por el comisario de Comercio de la UE, Maros Sefcovic, que afectarían a la soja y a la almendra proveniente de Estados Unidos. En este caso, la excepcionalidad la marcan los tiempos de cosecha.

Unidad de voto

El plan, que ha sido consultado con todas las capitales y ha sufrido alguna modificación para garantizar la unidad en el voto, saldrá adelante casi con toda seguridad. La necesidad de que sea una mayoría de países la que votase en contra y que, además, aúnen un 65% de la población del total de la UE, dejan poco lugar a la sorpresa. No obstante, desde la Comisión Europea han preferido esperar a que el consenso fuese total para trasladar una imagen fuerte de unidad.

Europa responderá para no parecer ingenua, pero no renuncia a su faceta negociadora, ni en la práctica ni en lo comunicativo. Por el momento, las medidas se equiparan a las lanzadas por Trump, aunque el Ejecutivo comunitario podría activar otros mecanismos como el de anticoerción. Asimismo, algunos Estados miembro han llegado a plantear un contrataque contra Silicon Valley (Google, Amazon, Meta, Apple y Microsoft) o la imposibilidad de concurrir a concursos públicos para las multinacionales estadounidenses. Medidas aún muy lejos de aplicarse.

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