En diciembre, Nicolas Sarkozy hablaba en Madrid de coraje, liderazgo y de “no bajar la cabeza”. Isabel Díaz Ayuso, José María Aznar y José Luis Martínez-Almeida le aplaudían entre sonrisas. Era la presentación de su libro Los años de las luchas, celebrada en la capital española como una suerte de homenaje al conservadurismo europeo. Menos de un año después, el expresidente francés hará las maletas rumbo a la prisión de La Santé, en París, donde deberá cumplir una condena de cinco años por asociación ilícita en el marco del caso de financiación ilegal de su campaña presidencial de 2007. El símbolo de la resistencia política europea terminará tras los muros de una celda.

La noticia, confirmada por la Fiscalía de París, convierte a Sarkozy en el primer expresidente francés en ingresar en prisión tras un mandato. El fallo del Tribunal de París, dictado el pasado 25 de septiembre, lo considera culpable de haber participado en una trama para captar fondos del régimen de Muamar Gadafi, con el fin de sufragar parte de su carrera hacia el Elíseo. Aunque sus abogados anunciaron un recurso ante el Tribunal de Casación, la ejecución de la sentencia será inmediata, según confirmaron fuentes judiciales.

Elogios cruzados en Madrid

El contraste con la imagen vivida en Madrid hace menos de un año es inevitable. Durante aquel acto, organizado por la editorial Planeta, Sarkozy fue recibido con honores por los principales referentes del Partido Popular. José María Aznar lo presentó como un ejemplo de “liderazgo sólido y valores firmes”, mientras que Ayuso lo definió como “un político valiente que ha sabido resistir cuando la corriente soplaba en contra”.

Sarkozy, fiel a su estilo combativo, devolvió los elogios con un discurso que hoy resuena con ironía: “Señora, me gustan los luchadores, los que no bajan la cabeza”, dijo mirando a Ayuso entre aplausos. También tuvo palabras para Aznar: “En sus tiempos, a nadie se le ocurría tomar una decisión en Europa sin contar con él”. A su lado, el alcalde Almeida sonreía.

El encuentro, ampliamente difundido por los medios conservadores, se interpretó entonces como un gesto de afinidad política entre los liderazgos de la derecha francesa y española. La fotografía conjunta de los tres dirigentes del PP junto al expresidente galo pretendía proyectar unidad, fortaleza y una suerte de “resistencia liberal” frente a la socialdemocracia europea.

De símbolo a advertencia

Hoy, esa imagen adquiere un matiz mucho más incómodo. La caída de Sarkozy, que en su día fue el espejo en el que el PP buscó reflejarse, plantea preguntas sobre los límites éticos y la rendición de cuentas en la política europea. Su condena por asociación ilícita no es un episodio aislado: el exmandatario ya había sido sentenciado anteriormente por corrupción y tráfico de influencias en otros casos, aunque las penas fueron conmutadas por arresto domiciliario.

Esta vez, el tribunal ha sido tajante. Los jueces concluyeron que Sarkozy “participó activamente en un sistema ilegal de financiación extranjera”, vulnerando las normas de transparencia y control electoral. La prisión de La Santé, donde ingresará el 21 de octubre, cuenta con una unidad especial para personalidades públicas, diseñada para garantizar su seguridad.

Reacciones en Francia y ecos en España

En Francia, las reacciones se han dividido entre quienes consideran el fallo un ejercicio ejemplar de independencia judicial y quienes lo interpretan como una persecución política. Desde su entorno, Sarkozy mantiene su inocencia y asegura ser víctima de una “instrumentalización de la justicia”.

En España, el silencio ha sido la nota dominante entre los dirigentes del PP que lo acompañaron en su última visita. Ninguno de ellos ha hecho declaraciones públicas tras conocerse la fecha exacta de su ingreso en prisión.

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