La Unión Europea ha vuelto a alzar la voz este martes contra los planes del Gobierno israelí de ocupar por completo la Franja de Gaza. Lo ha hecho en términos tajantes, reafirmando su rechazo a cualquier “cambio demográfico o territorial” en el enclave palestino, y recordando que tal escenario vulneraría el Derecho Internacional. Pero la firmeza de las palabras contrasta con la inacción práctica de Bruselas, que sigue sin activar medidas concretas para frenar una ofensiva militar que ya ha dejado más de 61.000 muertos en Gaza, según cifras oficiales de las autoridades locales.
La advertencia llegó a través de Anitta Hipper, portavoz de Exteriores de la UE, quien señaló desde Bruselas que “hemos sido muy claros en cuanto al rechazo de la UE a cualquier intento de cambiar la situación demográfica territorial en Gaza, incluida la ocupación israelí”. En su intervención, recordó que Gaza “debe ser parte integrante del futuro Estado palestino” y recalcó que Hamas “no debe desempeñar ningún papel en el futuro gobierno y la seguridad” del territorio. El mensaje parecía buscar un equilibrio imposible: oponerse a los excesos de Israel sin aparecer condescendiente con la milicia islamista.
El problema es que las declaraciones europeas llegan tarde y en sordina. Mientras el gabinete de Benjamin Netanyahu baraja ampliar la ofensiva y medios israelíes anticipan una ocupación total de la Franja, la maquinaria bélica no se detiene. Tan solo en las últimas 24 horas, 87 personas han muerto por bombardeos y disparos de las fuerzas israelíes. A ello se suman al menos 52 muertos más y más de 350 heridos por ataques a civiles que hacían cola para recibir ayuda humanitaria. La guerra, según las autoridades sanitarias de Gaza, también mata de hambre: ocho personas, entre ellas un niño, han fallecido desde ayer por inanición. Ya son 188 las víctimas mortales por la falta de alimentos, de las cuales 94 eran menores.
La portavoz comunitaria admitió que “queda mucho por hacer” y que, pese a algunos “episodios positivos” en el acceso humanitario, la situación sigue siendo crítica. También señaló que la UE continúa negociando con Israel para poder acceder a Gaza y evaluar de primera mano el estado del enclave, aunque por el momento no se han anunciado avances concretos. Las cifras, sin embargo, siguen creciendo. Desde el pasado 18 de marzo, cuando el ejército israelí rompió el alto el fuego pactado con Hamas, se han contabilizado 9.519 muertos y más de 38.000 heridos adicionales.
El contraste entre el rechazo retórico de Bruselas y su falta de capacidad para alterar los hechos sobre el terreno es cada vez más notorio. Las apelaciones al Derecho Internacional se repiten, pero no van acompañadas de presiones diplomáticas o sanciones económicas que puedan cambiar el rumbo de una guerra que ya ha dejado más víctimas civiles que ninguna otra ofensiva israelí en Gaza desde 2008.
Los mensajes europeos parecen agotarse en comunicados institucionales y ruedas de prensa sin consecuencias. Mientras, el Gobierno israelí avanza en su estrategia militar, sabedor de que más allá de las palabras, la comunidad internacional —y en particular la UE— carece de mecanismos o voluntad política para detener una catástrofe humanitaria que no deja de agravarse.
La Franja de Gaza, devastada por meses de asedio y bombardeos, queda una vez más como símbolo trágico de las contradicciones de la diplomacia europea: defensor de principios universales, pero impotente —o renuente— a hacerlos valer cuando más se necesitan.