El Papa Francisco ha tachado de “injustas” las leyes que criminalizan el amor entre iguales y ha asegurado que la homosexualidad “no es un delito”. En estos términos se ha referido el máximo Pontífice a uno de los asuntos más controvertidos dentro de la Iglesia Católica durante una entrevista concedida a The Associated Press y en la que también ha pedido a los obispos que apoyen las normas que acogen a las personas LGTBI dentro de su comunidad.

Además de estas declaraciones, el responsable argentino ha reconocido que los representantes de la Iglesia respaldan en algunas partes del mundo legislaciones que discriminan al colectivo LGTBI. En seste sentido, ha atribuido a los obispos la necesidad de pasar por un proceso de cambio para reconocer la dignidad de todos. “Ternura, por favor, ternura, como la tiene Dios en cada uno de nosotros”, ha apuntado.

“Ser homosexual no es un delito. Pecado, sí… Distingamos pecado de delito, también es pecado la falta de caridad con el prójimo (…) Ser homosexual no es un delito, es una condición humana”, ha aseverado el Papa. A renglón seguido ha hablado de las “culturas” que penalizan este aspecto, sosteniendo que algunos obispos “todavía tienen la mente en esa cultura” y que, por ende, “también el obispo” debe llevar a cabo un “proceso de conversión”.

El Papa Francisco ha calificado todas las normas que van en esta dirección como “injustas” y ha puesto de manifiesto la capacidad de la Iglesia católica para acabar con ellas: “Tiene que hacerlo”. Asimismo, ha aseverado que “todos somos hijos de Dios y Dios nos quiere como estamos y con la fuerza que luchamos cada uno por nuestra dignidad”.

El Papa Francisco, sobre la homosexualidad

El máximo Pontífice ha sido bastante crítico con la penalización de la homosexualidad si se tiene en cuenta lo poco o nada que ha seguido una dirección similar históricamente el mundo eclesiástico.

Así las cosas, ya en 2019 mantuvo un encuentro con grupos de derechos humanos que investigan los efectos de estas normas, así como las conocidas “terapias de conversión”. Sin embargo, al final no fue él quien se reunió con estas personas, sino el número dos del Vaticano, quien reafirmó “la dignidad de cada persona” y se postuló “contra cualquier forma de violencia”.

También cabe resaltar sus declaraciones de 2013, cuando lanzó la pregunta que molestó dentro del seno eclesiástico -“¿Quién soy yo para juzgar?”- dirigiéndose a un sacerdote homosexual.

Según The Human Dignity Trust, cerca de 70 países de todo el mundo penalizan todavía a día de hoy las relaciones entre personas del mismo sexo. No hace falta irse muy lejos para recordar la polémica que despertó el Mundial de fútbol de Qatar respecto por sus permanentes castigos sobre la comunidad LGTBI, siendo este país un ejemplo de lo aquí expuesto.