Cinco meses después de que la OTAN celebrase una cumbre vital para sus aspiraciones en el recinto ferial de IFEMA, Madrid ha vuelto a servir de sede de los atlantistas en la 68º sesión anual de la Asamblea Parlamentaria de la organización. Un fin de semana en el que la capital española se ha convertido en la sala de máquinas desde la que volver a engrasar la hoja de ruta prefijada en el Concepto Estratégico de Madrid: “Se trata de defender unos valores esenciales que definen nuestra forma de ver el mundo. Nos encontramos en un momento de una enorme trascendencia para la historia de la Alianza Atlántica”, ha explicado el presidente del Gobierno este lunes en la tercera jornada de una sesión parlamentaria que ha contado con la participación del secretario general de la organización, Jens Stoltenberg, y el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski.

En unas semanas en las que el multilateralismo luce unidad frente a los ataques de Putin y los retos del futuro, con una cumbre climática que ha dejado un sabor agridulce en Egipto y una reunión del G-20 en Bali obligada a improvisar respuestas cuando Polonia informó de la caída de un misil que se cobró la vida de dos ciudadanos, la parlamentaria de la OTAN ha dejado un nuevo canto a la unidad de acción y el refuerzo de un tejido asociativo que, como ha explicado el propio Sánchez, estaba muy tocado en lo reputacional en los meses previos a la invasión perpetrada por Putin: “Es un ataque directo a la estabilidad y seguridad de Europa. Ante este desafío, la OTAN ha sabido demostrar la necesidad de su propia existencia: cuando preparábamos la cumbre de junio, había muchos think tanks que hablaban de muerte cerebral de la organización, pero nuestra alianza ha sabido actuar con prontitud y determinación en defensa de los valores que sintetizan la democracia”.

En esa idea de fortaleza ha cimentado el líder del Ejecutivo su intervención. Profundizando en la idea de proyectar un mundo “basado en reglas”, e insistiendo en la necesidad de proteger las fronteras y actuar en defensa del derecho internacional, el presidente ha arremetido contra la “autocracia rusa” reclamando que esta guerra sirva para generar una respuesta homogénea y cimentada en tres pilares básicos: memoria, justicia y verdad. “Todas las democracias aquí representadas somos amantes de un orden internacional basado en reglas, y por ello, aquí en Madrid debemos pedirle a Putin que deje en paz a Ucrania. Hasta que eso ocurra, seguiremos unidos con Ucrania en su lucha por la libertad”, ha indicado.

Sánchez, en una comparecencia que ha durado cerca de 20 minutos, ha ahondado en sus críticas a una “guerra absurda” que debe derivar en la apuesta por fortalecer las capacidades de “resiliencia” de las democracias occidentales, así como en el reparto de riqueza para “no dejar a nadie atrás”: “Es absolutamente evidente que la Alianza se ha unido en estos meses. El Concepto Estratégico de Madrid supone un nuevo marco geopolítico. Nueve meses después del inicio de la guerra se evidencia que el Kremlin ha fallado en sus cálculos. Esto es una lucha contra la autocracia de Putin que sufre el propio pueblo ruso”.

El presidente, además, y meses después de dejar atrás el debate sobre el peso militar y monetario que España debe aportar en una guerra sobrevenida a finales de febrero, ha querido sacar pecho por la solidaridad de la ciudadanía española, el armamento enviado a Ucrania, el despliegue militar en los países fronterizos al conflicto y las capacidades de adiestramiento que el Gobierno está poniendo sobre la mesa para formar en el combate a las tropas ucranianas: “Como presidente del Gobierno de España ha sido un orgullo demostrar que hombres y mujeres de nuestro país han sido capaces de entender que la lucha de Ucrania es su propia lucha. Ni la pasividad es una opción ni podemos confundir la contención con la inacción”.

En esta apuesta por la acción “justa y proporcionada”, Sánchez ha querido poner cifras sobre la mesa atlantista: nuestro país, ha explicado el presidente, ha acogido a 135.000 ucranianos desde el inicio de la guerra, entre los que se encuentran cerca de 35.000 niños que están siendo escolarizados en nuestro país: “Debo darles la garantía de que tienen los derechos y libertades que tiene cualquier ciudadano español. Unas cifras que, pese a la lejanía geográfica, reflejan la solidaridad de la ciudadanía española. Nosotros no olvidamos nuestro pasado y lo extendemos a aquellos que sufren las dramáticas consecuencias de quienes sufren un conflicto bélico”.

Sánchez tampoco ha querido dejar pasar la oportunidad de hablar de otros temas como la apuesta por reformar el mercado eléctrico o apostar por un “escudo social” férreo que proteja a los vulnerables frente a la escalada de los precios. Poniendo de ejemplo las medidas adoptadas por el Gobierno español en estos meses, así como los planteamientos defendidos en la Unión Europa, el líder del Ejecutivo ha indicado que “mientras dure el conflicto, el mundo entero vivirá bajo la incertidumbre”: “Desde aquí creemos que debemos actuar para proteger, tal y como ha hecho España con su escudo social para hacer frente a la inflación y el coste energético. Debemos ser menos dependientes y más resilientes al chantaje de Putin”.

El Concepto Estratégico de Madrid

Esta sesión parlamentaria de la Alianza Atlántica ha servido para retroceder en el tiempo, observar el marco de acuerdo alcanzado en junio en Madrid y refrendar una hoja de ruta que no ha sufrido alteraciones: de aquel encuentro que paralizó la capital española surgió un documento -el Concepto Estratégico de Madrid- cimentado en la polarización entre potencias y bloques. Con el robustecimiento de la OTAN, aquel evento sirvió para marcar distancias con Rusia y China.

Definiendo a Rusia como la amenaza "más directa y significativa" para la "seguridad, la paz y la estabilidad eutoatlántica", los líderes de la organización explicaron que Moscú trata de "establecer esferas de influencia y un control directo a través de la coerción, subversión, agresión y anexión".  Unas declaraciones que no han mutado, con una guerra de final incierto y lejano, según todos los expertos, y que sigue recrudeciéndose después de que el Kremlin decidiese atacar con más fiereza que nunca infraestructuras vitales de Ucrania.

Tampoco las sensaciones con China han variado. Pese a que el propio Sánchez mantuvo una reunión su homólogo chino la pasada semana, en el marco de la cumbre del G20, la negativa de XI Jinping a condenar con fuerza el ataque de Putin sigue haciendo extensible la advertencia sobre el peligro para la OTAN que supone China y que los atlantistas refrendaron en aquella cumbre: “Las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de la República Popular China (RPC) desafian nuestros intereses, seguridad y valores. La República Popular China emplea una amplia gama de herramientas políticas, económicas y militares para aumentar su huella global y proyectar poder, mientras permanece opaco sobre su estrategia, intenciones y desarrollo militar”.

“China busca controlar sectores tecnológicos e industriales, infraestructuras críticas y materiales estratégicos y cadenas de suministro. Utiliza su influencia económica para crear dependencias estratégicas y potenciar su influencia. Se esfuerza por subvertir el orden internacional basado en reglas”, proseguía el texto en su artículo 13, refrendando así una estrategia frente a actores globales y posicionando a la organización militar como un peso pesado en un nuevo mapa de grandes potencias.