El primer ministro, conservador Pedro Passos Coelho tras la moción de rechazo durante la sesión parlamentaria en la que el gobierno presentó su programa en Lisboa, Portugal hoy, 10 de noviembre de 2015. EFE



En lo que parece una decisión de formato técnicamente legal y es, de hecho, político-partidaria y un preaviso de que no aceptará consejos el presidente de la República portuguesa, Aníbal Cavaco Silva, se ha limitado a tomar nota, de boca del primer ministro Pedro Passos Coelho, de que éste no disponía de los diputados suficientes para formar un gobierno…

Algo que se veía venir dado el conocido resultado de las elecciones legislativas del cuatro de octubre que le dejaron a siete escaños de la mayoría requerida, pero sin un solo socio disponible, mientras se dibujaba, como una sorpresa, una coalición de izquierda que reúne 122. La mayoría requerida es de 116.

El campo progresista había registrado en los comicios dos novedades de gran calado: a) la confirmación de un joven partido alternativo, el “Bloque de Izquierda”, con un tesoro de 18 diputados; b) el anuncio, muy sorprendente en cierto modo, de que por vez primera desde la restauración democrática en 1974, el Partido Comunista y el Socialista, estaban de acuerdo en cooperar para reunir la mayoría parlamentaria precisa…

El papel de Cavaco
El jefe del Estado, algo más que irritado con lo sucedido, suscitó fuerte polémica cuando, sorprendentemente, anunció en un largo discurso televisado y  era un alegato político más que un comunicado imparcial al público, que, aunque minoritario, Passos Coelho recibiría el encargo de formar el gobierno… aun a sabiendas de que no lo lograría . Su argumento fue que los partidos de izquierda no habían hecho saber en la campaña que acordarían cooperar, lo que habría condicionado el voto de algunos ciudadanos…

Encargó a Passos, pues, que formara un gobierno de gestión que, con solo once días de vida, sucumbió ayer en la primera moción de confianza que la oposición presentó y que la mera aplicación del reglamento de la cámara hizo posible. Así, el líder socialista y eventual nuevo primer ministro, Antonio Costa, si es finalmente designado podría presentar el programa del tripartito y hacerlo aprobar según lo previsto.

Pero Cavaco no es Giorgio Napolitano, por citar un presidente sin poderes ejecutivos como él, pero que supo lidiar democrática y patrióticamente las dos crisis italianas de 2012-14 y se reserva la decisión final que cierta interpretación de los reglamentos y los plazos le permite: él está al fin de su segundo y último mandato, un parlamento recién elegido no puede ser suspendido antes de tres meses y su sucesor no podrá convocar nuevas legislativas en su primer trimestre… lo que parece sugerir la conveniencia de permitir a Costa la formación de un gobierno en toda regla y ver de aplicar su programa.

Lecciones varias
La situación es, pues, incierta por la conducta presidencial, tan ajena a lo que parece ser el interés central del país (tener un gobierno con plenas atribuciones) y es también anómala y excepcional en varios registros, el principal de los cuales es el burdo intento de averiar o al menos demorar el ejercicio de un gobierno literalmente histórico en la historia portuguesa, socialista-comunista, dos partidos enfrentados a muerte desde los albores del régimen democrático en 1974 bajo los fuertes liderazgos respectivos de Mario Soares y Alvaro Cunhal.

La segunda es la fuerte entrada en escena de una izquierda progresista alternativa, joven y culturalmente diferenciada, el “Bloco de Esquerda”, de la que nos ocupamos con algún detenimiento en un artículo de 21 de octubre. Aunque fundado por Francisco Louça en 1999, su consolidación y auge es obra, sobre todo, de dos mujeres, Mariana Montágua y Catarina Martins, su gran animadora y principal portavoz, revelación del escenario político luso y tenida por inspiradora de la operación tripartita.

Y la tercera es la mencionada actitud de Cavaco, cuya inminente jubilación político-institucional, tras dos mandatos y a sus 76 años, se ve empañada por una gestión algo más que discutible y una conducta con tics partidarios y militantes que su función no permite y, en cualquier caso, no aconseja. Sea como fuere, y en estas inesperadas circunstancias de calendario, no se puede excluir que el presidente siga manteniendo un gobierno en funciones hasta mayo, cuando la situación podría desembocar en elecciones superadelantadas. Otro record portugués en ciernes….