Israel ha asesinado a 65.000 palestinos, 18.500 niños, según datos oficiales. Las estimaciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que tras dos años ya habla de “genocidio”, es que la cifra total podría ascender hasta los 680.000 exterminados, en torno a 380.000 menores. El Estado genocida expone abiertamente que su plan es reducir la Franja de Gaza a cenizas, mientras sigue ocupando ilegalmente Cisjordania, y repartirse el territorio con su máximo cómplice, Estados Unidos. Y, mientras tanto, Europa y su engalanada diplomacia no pinta nada.

Casi mejor, pues participar para evidenciar que la Unión Europea (UE) no es más que un perro amaestrado por el amo yanki es más ridículo que simplemente callar y poner cara de pena, como si un muro invisible evitase reaccionar a los apoltronados garantes de las democracias modernas. Entre bombazos, tiendas de campaña ardiendo, niños desmembrados, hospitales y escuelas y un uso descarado del hambre como arma de guerra, Úrsula von der Leyen y su camarilla abroncan a Benjamín Netanyahu como si de un niño que ha pintado las paredes de casa con cera se tratase.

Y el genocida mimado responde con la rabieta del que se sabe dominante de la situación. No molesten, antisemitas, genocidio en marcha. Y los países con más negocios y dependencia económica con Israel de la que se atreven a reconocer desfilan llorando por sinagogas, hablando de un Hamás del que nunca mencionan que surgió con financiación israelí interesada en vender al pueblo palestino como terrorista. Los asesinatos y las ocupaciones previas al 7 de octubre nunca existieron, aunque se remontan a 1948, y lo que ha pasado después está justificado.

Una imagen demasiado vergonzante para ser asumida -salvo para Alemania, que vive desde hace décadas en una penitencia que pagamos los Veintisiete- que ha derivado en una supuesta respuesta tan tibia que solo podría proceder de unas manos que hace no tanto estrechaban las de Netanyahu. La suspensión del acuerdo comercial era el mejor de los escenarios que se podría esperar, pero ni con la ONU hablando de “genocidio” lo ha considerado von der Leyen, que propone una suspensión parcial a modo de establecimiento de aranceles, que se estiman en 227 millones de euros.

El pasado curso, las ventas de Israel a Europa rozaron los 16.000 millones de euros y tan solo el coste de la campaña genocida costará a Israel, según estimaciones de su propio ministro de finanzas, Bezalel Smotrich, unos 70.000 millones. Los aranceles por valor de 227 millones, a los que se sumaría la suspensión del apoyo bilateral cuantificada en 20 millones y la sanciones a colonos extremistas y dos ministros, son simplemente un insulto a la inteligencia y la humanidad de los ciudadanos europeos, que ven ya como sus líderes preparan una excusa con la que disimular su complicidad.

“No es solo cuestión de comercio o cifras. Hay mucha carga política en esta decisión. Hemos querido mover ficha rápidamente, ya que había muchas expectativas y teníamos que utilizar los instrumentos para que llegue la asistencia humanitaria al pueblo palestino”, han valorado la propuesta, sin ruborizarse, el comisario de Comercio de la UE, Maros Sefcovic. Que tiemble Netanyahu ante el tamaño de la carga política que llega "rápidamente". Y ni siquiera es seguro que esta parafernalia siga adelante o que, de reunir los apoyos, se aplique en el conjunto, dado que cada país, con libertad de comercio, podría proceder como guste.

Para sacar adelante las sanciones se necesita una unanimidad inexistente en la UE, mientras que para establecer los aranceles y retirar un pequeña parte de la ventaja comercial a Israel se requiere una mayoría cualificada, 55% de los Estados miembro (15 de 27) que representan aproximadamente al 65% de la población. Con Alemania haciendo campaña a favor de mirar para otro lado ante el genocidio, que parecer haber reunido las pistolas de Italia, Austria, Hungría, Bulgaria y la República Checa, la votación aún está en el aire.

Israel amenaza y Europa calla

La evidencia que la propuesta europea es más cosmética que real no ha servido a Israel para estar satisfecho. El Estado genocida amenaza abiertamente a Europa y los países del Viejo Continente que están emitiendo críticas, sabedor de su inmunidad. "Las medidas contra Israel recibirán la respuesta correspondiente. Esperamos no tener que tomarla", ha deslizado el ministro de Exteriores sionista, Gideon Saar. Amenaza que, viniendo de Israel, podría transformarse en cualquier crimen de guerra.

"Perjudicarán los intereses de la propia Europa", ha añadido, asegurando que su país "seguirá luchando con la ayuda de sus amigos en Europa frente a los intentos de dañarlo mientras libra una guerra existencial". Y aún así, la Unión se inclina. "El objetivo no es castigar a Israel sino mejorar la situación humanitaria en Gaza", ha aclarado rápidamente la Alta Representante de la Política Exterior de la UE, Kaja Kallas. Cara de pena ante un genocidio practicado por Israel y teledirigido por Estados Unidos. Para lo que has quedado, Europa.

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