Una historia sorprendente sobre el modus operandi de instituciones financieras ha pillado por sorpresa a propios y extraños, después de las investigaciones realizadas hace más de dos años por la llamada Royal Commission, una comisión gubernamental, para esclarecer las demandas de decenas de miles de ahorradores.

Todo arranca con las investigaciones de un equipo de periodistas de la corporación pública, la Australian Broadcasting Corporation (ABC). adjuntos al programa radiofónico Background Briefing.

Echando la mirada atrás, en el año 2019, Josh Frydenberg, recién elegido ministro de la Tesorería Federal, se negó a proponer una comisión de investigación, para abordar las miles de peticiones de clientes de entidades bancarias con el fin de ajustar cuentas que, a la postre sumaron billones de dólares.

El titular de la cartera encargado de la Tesorería no fue el único que se negó a las investigaciones: el primer ministro Scott Morrison, y el entonces mandatario de la nación Malcom Turnbull, también rehusaron nombrar la Comisión gubernamental.

Sin embargo, las presiones del ombudsman (el Defensor del Pueblo) y otros organismos que velan por las inquietudes de millones de clientes de entidades financieras llegaron a tal extremo que el Gobierno tiró la toalla y decidió emprender esclarecer el asunto.

Bien pues, a la vuelta de dos años, cuando apareció el informe de la Comisión, en el 2020, y tras conocerse los atropellos que habían causado las entidades financieras a cientos de miles de clientes el ministro de la Tesorería salió a la palestra, para decir que "las entidades bancarias se habían movido por avaricia, todo lo contrario del comportamiento que la banca tiene que asumir de acuerdo a las necesidades de sus clientes".

Así las cosas, y sin tiempo que perder Frydenberg, estableció un organismo regulador todopoderoso para controlar a los reguladores, o como se dice por estos pagos: a watchdog for the watchdogs.

Nicholas More fue el hombre elegido segundo de a bordo, después de que Shamara Wilkramana fuese elevada a la cúpula del Macquarie Group, una de las entidades bancarias más importantes del mundo.

Sus comienzos se remontan a finales de la década de los 60, cuando estableció su sede central en Sydney. Poco a poco fue creciendo de forma espectacular, hasta que en 1980, el entonces primer ministro Paul Keating, resolvió aprobar la licencia.

Por esas fechas la entidad bancaria se había especializado en el ramo de las hipotecas y cuentas corrientes, pero curiosamente no abrió oficinas o entidades bancarias en Australia.

En todo caso, por aquellos tiempos muchos clientes hicieron fortunas y los altos ejecutivos recibían compensaciones millonarias.

De tragos en Stuttgart

El periodista Mario Cristadury, quien desde los comienzos fue desgranando, poco a poco, las investigaciones en el programa de la ABC Background Briefing, al que nos estamos refiriendo, decía que ni siquiera los australianos conocen el meollo de toda esta historia. Y añadió que viajó a Stuttgart, una ciudad alemana con buena comida y bares para tomar copas.

Y tomando tragos en un restaurante, tuvo un encuentro con un tipo alemán quien durante años había estado investigando al grupo bancario. Le contó que era un abogado, muy recto, muy orgulloso de su carácter y de su moral. Sin andarse con rodeos, le dijo a Mario que Macquarie Group se había inventado una filosofía muy simple: hacerse con el dinero de la gente, para invertirlo y ganar más dinero. En pocos años el dinero pesaba una tonelada.

Y con tantos dólares en sus activos, el Grupo bancario llegó a conocerse como "una factoría de millonarios".

Pero, ahí no acaba el asunto. El abogado, a quien no le gustaba que le llamaran whistleblower, sino más bien facilitador, le dijo al reportero australiano que, con los billones de dólares que había amasado la Institución bancaria, comenzó a invertir dinero a espuertas en infraestructuras para construir puentes, carreteras y caminos, o bien grandes empresas, lo cual generó un dineral.

El abogado que se da a conocer con el nombre de Correctiv, dijo que recibió documentación del organismo fiscal alemán dando un aviso al banco inversor más importante de Australia, Macquarie Group, sobre un controvertido sistema de impuestos establecido que podrían causar serios problemas de reputación, así como situaciones de riesgos

Así las cosas, en el 2007, llegó la crisis de los llamados Lehman Brothers, y la economía mundial se desplomó, pero el grupo bancario australiano resistió la embestida y siguió haciendo dinero a tutiplén.

Sin embargo, cuenta el periodista de la ABC, Cristadura, que el banco todopoderoso cometió un error de bulto, cuando varios bancos se enteraron de las supuestas mañas que se había inventado Macquarie Group, para convertirse en una mina de oro.

Fuentes de última hora de la ABC sostienen que, de acuerdo a Correctiv, nombre del abogado alemán que ha seguido paso a paso las investigaciones sobre el grupo bancario australiano, destaca que la administración de asuntos fiscales en Alemania, creó un sistema de imponer impuestos y devoluciones sin tener que esperar grandes demoras. Un sistema que según un observador daría pie a muchos inversores, a entrar en una dinámica muy extendida en estos tiempos que se conoce con el sobrenombre de puertas giratorias. O sea, por un lado, entrar por la puerta y pagar lo que se debe y, salir por la otra puerta recuperando el dinero con creces.       

¿Fraudes al Gobierno alemán?

Pero, tirando del hilo del programa Background Briefing, Cristadury, narrando la historia, cuenta que se propuso llegar hasta arriba del todo, incluso  ejecutivos de la cúpula del poderoso grupo bancario. Alcanzó incluso a hablar por teléfono con la secretaria del CEO, Shamara Wilkamanayate. En un principio la ejecutiva principal del grupo bancario contestó que estaba dispuesta a ser entrevistada al día siguiente. Un día, que nunca llegó, dado que rehusó a hablar con el reportero australiano.

En resumidas cuentas, que toda esta historia es cuestionable según el periodista porque hay razones de peso para pensar, como insistía el abogado alemán, que muchos negocios del Grupo bancario eran, presumiblemente, fraudes contra la Tesorería del Gobierno de Angela Merkel. Fraudes que no pudieron probarse y que, de no haber ocurrido, podrían cubrir fondos necesarios para hacer campos de fútbol, hospitales o incluso financiar programas laborales, para muchos de los dos millones de emigrantes que llegaron al país germano

Pero, volviendo al periodista del programa Background Briefing, en su empeño de encontrar respuestas sobre el modus operandi del grupo banquero se entrevistó con dos ejecutivos del Grupo Macquarie, quienes respondieron que todas las gestiones que habían hecho a nivel internacional eran legales de acuerdo a sus abogados.

Sin embargo, en las últimas noticias de la ABC sobre el polémico caso, el criminólogo Alex Simpson, especializado en instituciones financieras, destacó que a pesar de que las transacciones de comprar y vender acciones es un asunto legal, pueden ser perjudiciales y peligrosas.      

Finalmente, para cambiar impresiones, ElPlural.com se puso en contacto con David, un asesor financiero que no quiso identificar su apellido por temor a represalias. Cuando se le preguntó si el caso del grupo bancario australiano tenía algún paralelo con la historia de los Papeles de Pandora, nos dijo que, desde luego, tenía un perfil muy parecido en el intento de esquivar impuestos a las administraciones encargadas de fiscalizar grandes negocios de empresas o individuales. Del mismo modo, cuando ElPlural.com se puso en contacto con Juan Santa Isabel, dirigente de una entidad bancaria de Melbourne, durante 25 años, pensó que la comparación tenía motivos sobrados, para hacer comparación con grandes fortunas que se guardan con mucho celo en paraísos fiscales.   

Cuatro apuntes:

En fin, para terminar cuatro apuntes sobre la llamada Royal Comisión australiana, que aludíamos al comienzo y, que puso en evidencia hace dos años los atropellos y malas prácticas de la banca en general:

Miles de clientes recibieron cargos impositivos por operaciones bancarias que no existieron.

Clientes recibieron cargos por cuentas corrientes u otras operaciones bancarias después de haber fallecido.

Miles de clientes reclamaron por servicios a cargo de asesores financieros que, en lugar de recibir buenos consejos, trabajaron en el empeño de engordar sus propias comisiones.

Y miles de clientes se sintieron defraudados con entidades financieras que negociaron o renegociaron préstamos o hipotecas.