Incluso sus más furiosos enemigos no podrán negar que Pedro Sánchez ha sido y es un político valiente, capaz de asumir las consecuencias de su renuncia al escaño en el Congreso de Diputados para presentar de nuevo su candidatura a la secretaría general del PSOE.

Quienes de forma directa o indirecta le obligaron a dimitir para poder facilitar una nueva investidura de Mariano Rajoy como presidente de un Gobierno del PP, siguen sin entender que los tiempos ya han cambiado, que hoy son quienes no se mueven los que no salen en la foto y que aquel ordeno y mando en el que fundamentaron gran parte de su poder orgánico e institucional caducó hace ya mucho tiempo.

Quienes ahora detentan el poder orgánico en el PSOE son, de hecho, meros gestores provisionales de este partido, que deberían facilitar la convocatoria urgente de un congreso federal con la celebración previa de elecciones primarias abiertas a la participación de toda la militancia socialista de España entera. Dilatar este proceso no hará más que agudizar las ya suficientemente graves divisiones internas y aplazar la definición de un liderazgo claro en el PSOE.

Uno de los supuestos argumentos más repetitivos de quienes ansían la muerte política de Pedro Sánchez es que lo importante no es el debate sobre el liderazgo sino el debate ideológico, estratégico y teórico. Llevan toda la razón. Pero es que este debate está en la misma raíz del vergonzoso espectáculo que el PSOE ha protagonizado durante todo el pasado mes de octubre, desde el comité federal del día 1 hasta que el pasado día 29 la abstención de la gran mayoría de los diputados socialistas facilitó la nueva investidura de Rajoy como presidente de otro Gobierno del PP.

Quienes se escandalizan ahora al oír a Pedro Sánchez definir España como nación de naciones y reconocer que tanto Cataluña como el País Vasco son naciones, olvidan o pretenden olvidar que estos términos fueron utilizados ya no por el histórico socialista castellano Anselmo Carretero sino por el madrileño Gregorio Peces-Barba, ponente socialista en el debate constitucional, e incluso, muchos años más tarde, por José Luis Rodríguez Zapatero y también por Felipe González y Carme Chacón, en este caso en un artículo que “El País” publicó hace solo seis años.

Algunos de los que consideran inadmisible no ya negociar sino tan solo dialogar con Unidos Podemos y sus confluencias, resulta que gobiernan en coalición con estas formaciones políticas en diversas comunidades autónomas y también en gran número de municipios de España entera, entre otras razones porque el PSOE no ha podido o no ha sabido conectar con gran parte del electorado emergente, joven y urbano.

Y quienes se empeñan en negar toda posibilidad de diálogo con el nacionalismo catalán reconvertido al independentismo no saben explicar cómo se podrá resolver un problema institucional, político y social tan grave sin poder hablar, negociar y acordar algún tipo de solución.

El recientemente galardonado con el premio Nobel de literatura Bob Dylan compuso una de sus canciones más famosas, “Los tiempos están cambiando”, en 1963. Han pasado ya, por tanto, más de 53 años. Los tiempos cambiaron hace ya mucho, muchísimo tiempo. Pero algunos siguen ignorándolo. Prefieren seguir sin moverse, tal vez pensando que solo así continuarán saliendo en la foto, aunque no saben que quienes permanezcan inmóviles no sólo no saldrán en ninguna foto sino que pueden acabar convertidos en simples estatuas de sal.