La hecatombe de Ciudadanos en estas elecciones ha sido terrible. La formación liderada por Albert Rivera ha caído hasta la sexta posición en una noche gris para los intereses de los naranjas que, pese al aviso reiterado de la demoscopia y de los analistas que presagiaban el descalabro, creían poder aguantar con un sprint final que no se ha producido.

Especialmente relevante es la caída en ciertos lugares de la geografía española. Castilla y León fue uno de los bastiones del partido, en el que consiguió sumar 8 y, posteriormente, refrendar su liderazgo con una buena presencia a nivel autonómico que utilizaron para atar al poder a un Partido Popular que ha gobernado de forma ininterrumpida en la región 32 años.

El cese de su confianza en un partido afectado por la corrupción no ha ditado nada entre los votantes naranjas de la región, que han dado un sonoro portazo a los de Albert Rivera haciéndolos pasar los ocho escaños a la desaparición de cualquier diputado por la región.

Pero esta situación no se ha producido únicamente en la región del destape de la corrupción en las primarias, del intento de pucherazo a Francisco Igea y la investidura que evidenciaba que aquello de la regeneración había pasado de moda entre las directrices de Albert Rivera.

De 17 comunidades autónomas, el equipo de Albert Rivera solo tendrá presencia en Andalucía, Comunidad Valenciana, Cataluña y La Rioja. Un país despoblado de anhelos de la formación de Albert Rivera, que se queda sin representación en Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Aragón, Canarias, Baleares, Murcia -donde gobiernan junto al PP-, Extremadura, Castilla - La Mancha, Navarra, Ceuta y Melilla.