Baltasar Garzón es la persona que ha conseguido sentar en el banquillo a la trama de corrupción política más grande de la democracia. Paradójicamente, fue el primer condenado por el caso Gürtel. Las escuchas telefónicas que ordenó de las conversaciones de los máximos responsables de la trama, ya en la cárcel, le han costado 11 años de inhabilitación y su consiguiente expulsión de la carrera judicial. Tuvo que dejar la Audiencia Nacional y desde entonces vive volcado en la lucha por los derechos humanos y la justicia universal.

La "cacería"...

“Se creó el delito en la sentencia, a medida”, recuerda indignado. Se siente víctima de una “cacería” y así lo explica en su libro aludiendo a una cacería real en la que participó, “de casualidad”, el 7 y el 8 de febrero de 2009, en la que también estuvo el entonces ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo y otras cincuenta personas más. A Fernández Bermejo le costó la dimisión y a Garzón toda una campaña de desprestigio.

“Se me investigó, se me denostó, trataron de manchar mi prestigio, se compraron fotos, se alteraron realidades… Al final todo se fue cayendo pero ya había producido el efecto”, nos explica para continuar: “¿Alguien en su sano juicio puede creer que un juez y un ministro nos vayamos en medio de un cerro, acompañados de un montón de personas para hablar de qué? Es absurdo”.

...de Federico Trillo

Utiliza esta metáfora en su libro ‘En el punto de mira’ (Planeta) para llegar a la “auténtica cacería”, que fue orquestada por Federico Trillo. En este sentido, recuerda la “gran escenificación de la cúpula del PP”, justo después de las detenciones de los cabecillas de la trama, en la que argumentaron que esta trama no era del PP sino contra el PP. “Nadie había dicho en mi juzgado que fuera una trama del PP”, aclara, pero ellos entraron a la ofensiva. Acusa a Trillo, que coordinó la defensa del partido, de buscar que desapareciera del mapa judicial. “Y lo consiguió. Pero eso no cambia la historia real por mucho que se trate de manipular”.

Pese a las continuas interferencias del PP en el caso, que pretendió erigirse en acusación popular simplemente para obstaculizar la investigación, Garzón celebra el buen trabajo y la seriedad tanto de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado como de la Fiscalía. “Has demostrado su profesionalidad e investigaron con seriedad y solvencia, con independencia del cariz político del gobierno de turno”.

Ver ahora en el banquillo a los máximos responsables de la trama y el propio PP no le hace feliz. “Me alegra de que se esté celebrando el juicio pero no me alegra ver las personas enjuiciadas”. Asegura que nunca ha hecho la relación directa entre las instrucciones que haya podido realizar y luego el juicio. “Menos en este caso”, subraya. 

Garzón vuelve una y otra vez a su “depuración” con la excusa de las manidas escuchas. “Cuando el abogado del PP habla de nulidad, uno cuando menos, se sonroja. Basta con ver la causa para saber que en el momento en que se ordena la interceptación, la investigación ya estaba en marcha. No puede contaminar algo que había sucedido antes”, argumenta. No entiende cómo le han podido condenar por algo que avaló posteriormente otro juez, el fallecido Antonio Pedreira y que incluso utilizó para ordenar el registro de la celda de uno de los imputados. “La interpretación de una ley no debe dar lugar a una inhabilitación por prevaricación, debe dar lugar a un recurso por el que se anulan o se mantiene esa interpretación”, insiste.

Una asignatura pendiente

Pese a todo, Garzón no tiene “asignaturas pendientes”, salvo una, que en realidad es colectiva. “No es mía, es de la sociedad española, el injusto tratamiento que se le está dando  todavía a las víctimas del franquismo desde el Estado, la falta de reconcimiento, la falta de verdad, justicia y reparación.  Esa es mi asignatura pendiente que debería ser mía y de todos los españoles”.