Satisfecho ya el deseo de Gallardón, a sus vecinos les queda ahora un gran y lujoso vacío en el Palacio  de Comunicaciones que tanto dinero costó a sus bolsillos, pero que rápidamente será ocupado, a todas luces, por Ana Botella, lo que la convertirá en la primera alcaldesa de la capital y, de rebote, a José María Aznar, en alcalde consorte.

Contrario a los conspiranoicos
A diferencia de muchos de sus compañeros, Alberto Ruiz Gallardón siempre se ha distanciado de la teoría conspiranoica sobre el 11-M, lo que le ha valido el odio incondicional de Federico Jiménez Losantos, asunto que se ha dirimido en los tribunales en contra del incendiario locutor. El alcalde pasó recientemente ante las cámaras de Veo7, donde camaradas como Arenas, González Pons y Cospedal cayeron en la trampa de Pedro J. Ramírez para que dudaran de la autoría de los atentados. Pero Gallardón aseguró que "no se plantea una hipótesis distinta de lo dicho por los tribunales". Unos tribunales que ahora estarán bajo su responsabilidad ejecutiva, para desgracia de los conspiranoicos.

La última jugarreta
"Creo que Alberto Ruiz Gallardón lo que le haría de verdad ilusión es ser ministro del Gobierno de la Nación y por lo tanto, espero que pueda ver cumplido su sueño". Son palabras de Esperanza Aguirre en octubre de este año, cuando todo el mundo especulaba con esta posibilidad pero el alcalde de Madrid intentaba quitarle hierro al asunto. La intención de la presidenta de la Comunidad de Madrid era alentar el debate, en una última jugarreta contra su gran adversario político, aunque ya se sabía derrotada. Ella ya había probado qué se siente con una de esas carteras, la de Educación y Cultura con José María Aznar, y ahora, tres años después de que Aguirre se lo impidiese en el despacho de Rajoy,  el turno le ha llegado a Gallardón, que ostentará el cargo de ministro de Justicia.

Una nueva parada
La carrera de fiscal de Gallardón le valió ser elegido por Aznar para realizar una investigación interna por el escándalo del caso Naseiro, la presunta financiación ilegal del PP, a finales de los 80. Desde entonces, ha sido concejal de Madrid, diputado en la Asamblea regional, senador por designación autonómica, presidente de la Comunidad de Madrid y alcalde.

Un alcalde derrochador
Ahora recibe una cartera donde tendrá que lidiar con una modernización pendiente y la renovación del Tribunal Constitucional. Su historial al frente del Ayuntamiento de Madrid le marca como un hombre a quien le quema el dinero en las manos. No en vano, la capital es la ciudad más endeudada del Reino con unos 6.000 millones de euros por pagar, seguida muy de lejos por Barcelona (1.091 millones) y Valencia (860 millones).

Caprichos para la memoria
Gran parte de la culpa la tienen los faraónicos túneles de la M-30, pero también el empeño de Gallardón por conseguir unas Olimpiadas, algo en lo que ha fracasado en dos ocasiones y que aspira a repetir una tercera vez. De hecho, antes de marcharse ya dejó una nueva factura de 600.000 euros para esta nueva intentona. Otro recuerdo a su memoria es la nueva sede de la alcaldía, el Palacio de Comunicaciones, situado en plena Plaza de Cibeles y que, según Gallardón, costó 126 millones, aunque el plan era que el capricho saliese por 80,4 millones. La oposición, en cambio, cifra el dispendio en 530 millones.

Cena en Getafe
Ahora, resuelto el destino de Gallardón, queda la incógnita de quién le sucederá, dado que no se puede compaginar el cargo de ministro con el de alcalde. Todo apunta a Ana Botella, primera teniente de alcalde y concejala de Medio Ambiente. Hoy, Gallardón celebrará su designación en la tradicional cena de Navidad que el PP de Madrid celebra en Getafe. Allí, finalmente, no podrá estar Rajoy, pero si Esperanza Aguirre, la derrotada que tendrá que poner buena cara, y Ana Botella, la supuesta sucesora.