La imagen de Juan Carlos, débil, moviéndose con dificultad, frente a una pared en blanco y bajo el quicio de una puerta abierta de la clínica donde le habían operado una vez más de la cadera..., una imagen que ahora se presenta tan simbólica, toma en estos momentos un nuevo peso. Igual que lo toman sus palabras: "Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir".

Juan Carlos, heredero del franquismo, 'lavó' su pasado
Palabras que impactaron, pero que no sirvieron para cambiar el rumbo de lo que parecía ya un descrédito imparable para la institución monárquica, y que iba mucho más allá del hecho de que Juan Carlos había sido pillado infraganti con el pie cambiado. En realidad aquello no era sino la cabeza de un iceberg que había ido acumulando hielo durante años.

Una de las caídas del Rey en los últimos tiempos. EFE



Juan Carlos, heredero, no lo olvidemos, del régimen franquista, había logrado 'lavar' su pecado original con la rápida implantación de la democracia, con la que él colaboró abriendo la puerta y 'parando' a fuerzas contrarias. Los militares más reaccionarios, fundamentalmente.

Ese papel, que aunque con claro oscuros que se intentan negar, vivió su plasmación en la noche del 23F, se mantuvo sin apenas 'tachaduras' en el ideario público.

Un tabú para la prensa
El acuerdo no escrito en los medios de comunicación de 'no hablar' del Rey, convertida la monarquía en algo muy similar a un tabú, también ayudó no poco a mantener esa imagen impoluta. Así, 'pasaron' sin dejar huella aparente en Juan Carlos escándalos financieros, como el caso Kio y los problemas legales de Diego Prado de Colón y Carvajal, administrador privado de Juan Carlos; u otros personales, como las denuncias que realizó la actriz Bárbara Rey, según la cual habrían entrado en su casa para sustraer grabaciones privadas.

Pero aquellos 'no escándalos' y otros similares, que surgieron y se apagaron en los años ochenta y noventa, en una España aún en proceso de transición, o que atravesaba un periodo de bonanza y crecimiento económicos, han sido sucedidos en este siglo por otros que, unidos a una crisis económica e institucional generalizadas y profundas no han permitido tapar los 'sí escándalos' de los últimos años.

Sin duda, el caso Urdangarín ha sido el que más ha debilitado a la monarquía. Las acusaciones y los procesos judiciales abiertos al yerno del rey, y de los que la infanta Cristina no acaba de lograr 'escapar', se han acabado convirtiendo en una losa de tal peso que, a los ojos de la ciudadanía, quebró la que parecía imagen intocable del propio monarca. Intervenciones en primera persona del rey en favor de Iñaki Urdangarín, correos electrónicos incluidos, y de otros personajes de la Casa Real y que se mueven en su entorno, no han ayudado en absoluto. Como tampoco ayudó la tardanza y la tibieza con la que se separó ante los ojos de la ciudadanía a Ios duques de Palma con el resto de la familia. Las salpicaduras, para entonces, ya empapaban.

Imagen de la publicación alemana ‘Bild’, en la que aparece Corinna tras el Rey durante un viaje oficial a Stuttgart... E inició el escándalo



Zarzuela con el pie cambiado
Y aquí entra en juego otro hecho que ha pillado a la familia real al traspié. Estos tiempos de crisis económica, que se han desarrollado en unas exigencias de democratización y claridad máximas, han tomado a Zarzuela con el pie cambiado. Y lo que hasta ahora había pasado casi desapercibido, de repente comenzó a ponerse de manifiesto como una mancha chillona: nos referimos a la falta de transparencia de la monarquía.

Una falta de transparencia en todo. En sus gastos, en sus dedicaciones, en sus vidas... De manera forzada, la Casa Real anunció mayor claridad en sus cuentas; asignó 'sueldos' a reina y príncipe heredero; se abrieron webs y cuentas en Facebook y Twitter... Pero todo demasiado tarde para que la institución no se viera mezclada en la crisis de los partidos, de las organizaciones empresariales y sindicales, del sistema económico...

Claro que, de lo que ha tenido que hacer hoy, nadie como Juan Carlos se puede considerar responsable. El tabú que, como hemos dicho, le protegió durante los primeros 35 años de su reinado, saltó por los aires en los últimos años con la llegada de la crisis, y ni él lo vio, ni los que le rodearon supieron hacérselo ver.

Un rey junto a un elefante
La foto de un rey junto a un elefante abatido en una cacería en África era demasiado para una sociedad que veía cómo los índices de desempleo y paro crecían mes tras mes. Y ya nada pudo evitar que una 'princesa' germánica, nacida en 1965, y que llevaba tiempo presentándose como 'representante' del rey, de nombre Corina zu Sayn-Wittgenstein apareciera en portadas y en tertulias 'acompañando' a Juan Carlos.

Igual que el prestigio del rey durante décadas sirvió para prestigiar la institución que encarnaba, ahora el desprestigio del rey, y de quienes forman su familia, desprestigiaba la monarquía. Está ahí la razón de una abdicación que en las redes sociales y, se anuncia, en las calles se pide que dé paso a dejar escuchar la voz de la población.

Francisco Medina, director adjunto de ELPLURAL.COM, en Twitter es @ffmedina3