En pleno corazón de la sierra riojana, se encuentra un particular destino para los amantes del turismo rural, la historia, la naturaleza. Este pintoresco pueblo ofrece una gran experiencia para quienes buscan desconectar y descubrir rincones con encanto. Visitamos Viniegra de Abajo, con sus casonas señoriales, senderos de montaña y leyendas centenarias.

Desde el grandioso retablo de su iglesia hasta rutas que llevan a miradores, ermitas y embalses, cada paso invita a conocer un pasado fascinante y una cultura viva. Además, Viniegra de Abajo ofrece un gran calendario festivo para poder integrarse con sus pobladores y adentrarse en el alma de este territorio. 

Ecos de una villa milenaria que vivió la tropelía de los romanos

Viniegra de Abajo cuenta con multitud de leyendas, curiosidades y siglos de historia que se esconden bajo sus piedras. Restos visigodos, como tumbas y una estela hallada recientemente en el propio casco urbano, confirman la antigüedad del asentamiento. Algunos identifican este singular destino como la ciudad celtíbera de Lutia, donde el héroe Retógenes intentó reclutar 400 jóvenes para auxiliar a Numancia frente al aislamiento romano. Fueron traicionados en el Cerro de la Traición, donde, como castigo, los romanos les amputaron la mano derecha.

Más adelante, Viniegra pasó a formar parte de la corona de Castilla, tras apoyar al conde Fernán González, hasta que en 1366 Enrique II de Trastámara la integró en el Señorío de Cameros, donándola al caballero Juan Ramírez de Arellano. Desde entonces, perteneció a los condes de Aguilar e Inestrillas hasta la abolición de los señoríos en 1811. Tras ello, Viniegra de Abajo se incorporó a la provincia de Soria y, finalmente, a la nueva provincia de Logroño.

Un paseo por el alma de piedra

Pasear por Viniegra de Abajo es recorrer una pequeña joya de montaña que parece detenida en el tiempo. A primera vista, sus casonas señoriales sorprenden por su gran elegancia, con grandes chalets y palacetes construidos por los llamados "indianos", aquellos habitantes que emigraron a América y regresaron con fortuna para dejar huella en su pueblo natal. Villas como la Casa Montero, la Casa Villar o Villa Emilia convierten el paisaje urbano en algo excepcional en la España de interior. Pero la belleza de Viniegra va más allá de sus fachadas. En cada rincón se respira un pasado donde miles de cabezas de ganado atravesaban estas sierras camino del sur.

Una de sus paradas más impresionantes es la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que desde el exterior con su torre cuadrada y piedra rojiza local guarda en su interior uno de los retablos más impresionantes de la zona. El Retablo Mayor, con su composición clasicista de formas ovaladas y detalles minuciosos, habla de un pueblo que, a pesar de su tamaño, cuidó con esmero su patrimonio. Las imágenes, los relieves, los entablamentos y columnas de fuste en zigzag crean una atmósfera de riqueza artística que sorprende a los visitantes. Junto a él, otros retablos laterales, imágenes barrocas, un crucifijo renacentista y la pila bautismal románica del siglo XIII convierten esta iglesia en un pequeño tesoro escondido.

No muy lejos, el lavadero público contiene también un gran símbolo identitario. Hoy en día, aunque ya no cumple su función original, aún forma parte del patrimonio afectivo de los viniegreses.

Otro tradicional rincón es el monumento al Sagrado Corazón de Jesús, en lo alto del monte Turza, con los brazos extendidos hacia el pueblo. Cada penúltimo viernes de agosto, los vecinos suben hasta allí para celebrar misa en una emotiva tradición que refuerza el vínculo espiritual con el entorno.

Finalmente, no se puede olvidar visitar el Puente Canto, que durante siglos fue la entrada natural al pueblo. Con su estructura de piedra y arcos desiguales, conecta al visitante con la historia del río Urbión, antiguamente llamado río Frío. Desde él, aún puede verse el antiguo lavadero del verano de 1920, otro testimonio de la vida cotidiana del pueblo.

Senderos y portentos recorridos que inspiran historias

Entre grandiosas montañas y caminos centenarios, cada paso revela una parte de la historia de Viniegra y su vínculo con la naturaleza. Desde el mismo pueblo parten rutas que atraviesan bosques de encinas y robles, antiguos caminos ambulantes y rincones donde parece que el tiempo se ha detenido. Una de las más agradables lleva hasta el embalse de Mansilla, un trayecto tranquilo que parte desde el Puente Canto y ofrece vistas al valle desde la Ermita de Santiago. Hacia Ventrosa, el sendero sigue la antigua Cañada Real, en un recorrido amable lleno de vegetación y silencio.

También hay caminos circulares, como el que sube a Vallejoco y baja por Ninollas, donde la sombra de las encinas centenarias acompaña al caminante. Para los más aventureros, la subida al Pico Alcaste ofrece una recompensa visual de altura, mientras que el recorrido desde la Venta de Goyo hasta el barranco del Rigüelo permite adentrarse en una Viniegra más salvaje y menos transitada. Y si se sigue el curso del río Urbión, se llega a paisajes de leyenda con la ermita de San Millán, antiguos refugios pastoriles, tejos milenarios y, al fondo, los grandiosos Picos de Urbión.

Mitos vivos entre montes y estrellas

Las leyendas de Viniegra de Abajo forman parte de su alma colectiva. La más famosa es la de Lutia, aquella ciudad que habría existido en el actual territorio viniegrés. Allí, según la tradición, 400 jóvenes fueron mutilados por orden de Escipión. Aunque la historia oficial no lo confirma, el mito ha pasado de generación en generación.

También se habla con asombro de la laguna de Urbión, que se creía sin fondo y conectada con el mar. Incluso se llegó a decir que troncos del barco “Reina Regenta”, hundido en Gibraltar, flotaron allí. Aunque la ciencia lo ha desmentido, muchos pastores siguen creyendo en su misterio.

Otra historia es la de las lágrimas de San Millán, en que se dice que el santo, tras discutir con Santa Áurea, lloró subiendo a su cueva. Cuenta la leyenda que sus lágrimas se convirtieron en trozos de cuarzo que aún se buscan durante la romería de agosto.

Por último, se encuentra la tumba de Santa Marina, en la entrada del pueblo. Aunque la ermita que la acompañaba desapareció, el lugar sigue rodeado de respeto y leyenda.

Una tradición que se celebra en comunidad

Las fiestas de Viniegra de Abajo son el alma de un pueblo que, a pesar del paso del tiempo, mantiene vivas sus tradiciones con orgullo y alegría. El calendario festivo arranca el 23 de enero con San Ildefonso, patrón de invierno, donde se reparte el tradicional “bodigo”, una pequeña hogaza con la efigie del santo. En verano, las fiestas grandes llegan con Santiago Apóstol, celebrado el 25 de julio, cuando la Cofradía de los Hermanos de Santiago organiza procesiones y actos religiosos que llenan de fervor las calles.

Santiago Apóstol, celebrado el 25 de julio en Viniegra de Abajo. Foto: Ayuntamiento de Viniegra de Abajo
Santiago Apóstol, celebrado el 25 de julio en Viniegra de Abajo. Foto: Ayuntamiento de Viniegra de Abajo

El segundo sábado de agosto, la romería de San Millán convoca a vecinos y visitantes en una peregrinación hasta la ermita, seguida de una jornada de convivencia. A finales de agosto, la Feria Ganadera de las 7 Villas reúne a los pueblos de la comarca en una celebración itinerante que destaca la importancia del pastoreo y la ganadería en la región. En mayo, la Fiesta de las Piraguas anima el río Najerilla con un descenso que atrae a deportistas y curiosos. Y en junio, La Noche Romántica, situada como una de las iniciativas de “Los Pueblos Más Bonitos de España”, ofrece una velada mágica bajo las estrellas. Estas celebraciones, junto a otras tradiciones como El Chozo o Los Rosarios, construyen el tejido cultural de Viniegra de Abajo, un lugar donde cada fiesta es una expresión de identidad y comunidad.

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