Acaba la Semana Santa. Comienza la carrera electoral. A falta de poco más de un mes para la cita autonómica, esta podría servir de prolegómeno a lo que ocurra de cara a Moncloa. Así las cosas, si la entrada de Sumar ha supuesto todo un terremoto a la izquierda del PSOE aún sin saber qué papel desempeñará Podemos dentro de la formación de Yolanda Díaz (si es que los morados llegan a formar parte de la misma), la situación tampoco es clara a la derecha, donde el PP deberá, sobre el papel, llegar a acuerdos con la extrema derecha para alcanzar la presidencia. Las encuestas, en consonancia con lo que implica el fin del bipartidismo en nuestro país, así lo muestran.

El escenario político de España dejó hace tiempo de ser cosa de dos para tornarse en una cuestión de pactos tanto a un lado como a otro del campo. Todos los partidos, da igual cuál, se presentan como ganadores ante su electorado, pero saben que un Ejecutivo en solitario se vuelve prácticamente imposible a día de hoy.

A partir de aquí, más allá de las discrepancias que PSOE y Unidas Podemos hayan podido tener en estos cuatro años de legislatura, ambas partes no solo han sacado adelante medidas importantes, sino que se muestran cómodas -pese a tener días complicados- juntas. No sucede lo mismo con PP y Vox, más concretamente con Feijóo, quien se muestra claramente incómodo con la ultraderecha habida cuenta, además, de que los movimientos que se den en este espectro pueden volverse contra el perfil moderado que el gallego ha querido mostrar (no siempre con éxito) desde que sustituyó a Casado.

Los diferentes análisis electorales hasta el momento, incluidos los que Electomanía ha sacado en colaboración con ElPlural.com, muestran lo difícil de que el PP logre un gobierno en solitario ya no solo a nivel nacional, sino también en comunidades como Murcia o la Comunidad Valenciana. Asimismo, en Madrid habría que ver, pues según los últimos apuntes Ayuso ganaría el 28M, pero no lograría la mayoría absoluta. En esta ecuación hay que tener en cuenta que la relación entre Monasterio y la baronesa parece rota por momentos, pese a que el matrimonio ha sido por momentos necesario para la segunda durante los dos últimos años.

La experiencia de Castilla y León

Feijóo lleva tiempo intentando huir de Vox, pero la realidad se le echa encima. La prueba más fehaciente y reciente de ello a nivel nacional ha sido la moción de censura fallida protagonizada por Ramón Tamames en la que el expresidente de la Xunta ha querido situarse entre dos aguas sin tener en cuenta que cuando actúas de este modo lo normal es que te termines mojando por ambos lados. Así las cosas, desde la formación ultra afearon la negativa popular, mientras que el PSOE lamentaba que el PP no optara por esta última como sí hizo sus antecesor Pablo Casado, quien devolvió a los suyos a la posición de Estado aunque fuera durante aquellos días de 2020 en los que el equipo de la ultraderecha era algo diferente, pero el resultado de la moción de entonces fue (casi) el mismo.

Sin embargo, el peor enemigo de los populares de cara a unos comicios generales y un no tan hipotético acuerdo con los de Santiago Abascal pasa por la experiencia, especialmente la que conocen de Castilla y León en la que ha sido la primera vez desde la Transición que la extrema derecha entra en un Ejecutivo. El resultado, desde luego, no ha sido halagüeño ni para los derechos de la comunidad ni para un partido histórico como, opiniones a parte, es el PP.

Seguramente el cisma más claro es el que provocó el protocolo antiaborto planeado por el grupo de Juan García-Gallardo con el que Alfonso Fernández Mañueco fue todo el rato dando tumbos. Pero en la práctica esta medida contra los derechos de la mujer ha sido solo uno de los hechos en los que el PP no se ha encontrado cómodo. Hace unos meses ElPlural.com repasaba algunos de los encontronazos entre ambas formaciones dentro de la comunidad, que encuentran su acuerdo cumbre en unos presupuestos muy polémicos que incluyen términos como la violencia intrafamiliar, así como la defensa de la tauromaquia o la energía nuclear.

La realidad es que Mañueco permanece atado de pies y manos por las subidas de tono de Gallardo tanto sobre el papel como en las formas. El comportamiento chulesco que el responsable de Vox en la región ha adoptado contra diputados y prensa día sí y día también y que de algún modo ha adoptado igualmente su homólogo en el PP encuentra reflejo en una imagen que vale más que mil palabras: la peineta propiciada por el segundo el pasado mes de marzo.

Mientras tanto, la incapacidad del vicepresidente castellanoleonés ha quedado demostrada una vez más después de que diferentes grupos de música se bajaran del concierto solidario que la coalición planteaba como estrella tras su abandono a la zona de Sierra de la Culebra y a los profesionales que en verano pelearon contra las llamas. La cita  ha sido finalmente suspendida. En clave nacional, Feijóo intenta salir indemne de las evidencias, la de la experiencia fallida, y la de la realidad vigente. Veremos cómo le sale.