Sémper, Feijóo y Ayuso. Borja, Alberto e Isabel. Tres en uno. Aunque su peso en el partido sea muy dispar, estos tres nombres configuran una trinidad imaginaria que comparte solio en un PP que, aun así, es uno y solo uno; en todo caso, mucho más Uno que Trino. Lo complicado con ellos es saber quién es el padre, quién el hijo y quién el espíritu santo, aunque a los votantes del partido les da un poco igual: tampoco los cristianos de a pie entendieron nunca qué diablos era la Santísima Trinidad, pero no por ello apostataron de su fe. La trinidad del PP solo interesa a los periodistas, del mismo modo que la trinidad de Dios solo interesaba a los teólogos. El periodismo es a la política lo que la teología a la fe: un intérprete privilegiado pero no necesariamente más sagaz que el pueblo llano al que cree instruir.

En teoría, Feijóo es el Padre, la figura principal, pues no en vano preside el partido; Ayuso es la Hija puesto que no solo se viene postulando como relevo sino que predica una revolución interna que, de llevarse a efecto, acabaría con el viejo PP de perfil convencionalmente conservador para alojarlo en el templo hortera, camorrista y simplón donde reinan los Trump, las Meloni o los Orban. ¿Y Sémper? Sémper, cómo no, es la Paloma, el espíritu minoritario, inmaculado y sutil que, en lo más alto del crucero, revolotea a su aire sobre las dóciles cabezas de unos fieles que apenas le echan cuenta. Sémper interesa mucho más a los teólogos que al pueblo. Se diría que ejerce más de portavoz de sí mismo que de su partido. El estruendo que provoca la ferocidad verbal de Ayuso impide escuchar el melodioso canto que en cada comparecencia intenta entonar el voluntarioso Sémper.

A propósito de Bildu

Ayuso es absolutamente partidaria de ilegalizar Bildu, Sémper es absolutamente contrario a ello y Feijóo… depende, hay momentos en que parece que sí y otros en que parece que no. El verbo ‘parecer’ no es aquí meramente retórico: con Feijóo nunca se acaba de saber del todo si sí o si no, pues sobre esta cuestión no ha llegado a pronunciarse con la claridad con que sí lo han hecho Ayuso y Sémper. A la madrileña y al vasco se les entiende a la primera, al gallego solo cabe interpretarlo.

Cuando Feijóo era presidente de Galicia podía ejercer de gallego sin demérito alguno para su carrera política, pero cuando eres el líder de la derecha española la indefinición y el tancredismo no son los mejores compañeros de viaje. Como el vizconde demediado de Italo Calvino, se diría que Feijóo es él y su contrario, lo cual lo convierte en un líder confuso, ambivalente, peligrosamente desleído. Los parroquianos adictos al espectáculo de la política reclaman líderes nítidos, previsibles, de una pieza.

El PP de hoy se parece muchísimo más al que quiere Ayuso que al que propugna Sémper con su buen talante. Ella es quien ejerce verdaderamente de portavoz oficial, ella la que marca la pauta, la que acota el terreno de juego, quien dibuja las líneas de cal. Las majaderías que salen por esa boquita pintada de Chamberí enardecen y electrizan al público conservador.

Elías se apaga

¿Y Cuca Gamarra? Aunque está dejando fuera de juego al Elías Bendodo que tanto brilló en Andalucía, Gamarra es una portavoz vicaria a la que nadie toma demasiado en serio, como sucede con esos presentadores de noticias de las televisiones gubernamentales que lo mismo ponen cara a un telediario de izquierdas que a uno de derechas. Gamarra defendía con la misma convicción el PP radicalizado y algo tontorrón de Casado que el pausado y algo más sagaz de Feijóo.

Ayuso es la derecha briosa y la ultraderecha faltona del PP, Sémper es su izquierda remota y marginal y Feijóo… no se sabe. Desconocemos el destino final de la primera y del tercero, pero nos tememos lo peor sobre el segundo: probablemente le suceda a Sémper lo que a esos políticos y periodistas de izquierdas que fichan como tertulianos en medios conservadores: creen que le darán a la emisora un aire menos derechista, pero siempre sucede al revés, que acaban mimetizándose con el medio porque les va en ello su propia supervivencia como tertulianos.

Sémper nunca triunfará en el PP; más bien será el PP el que triunfará sobre él si no abandona antes el cargo. En este país es difícil ser de centro sin acabar o bien en la derecha o bien en el olvido: intentaron serlo sin éxito Miquel Roca, Adolfo Suárez, Rosa Díez y Albert Rivera. Todos fracasaron: Roca por ventajista, Suárez por confiado, Díez por inconsistente y Rivera por frívolo. Secretamente, Sémper quizá persigue un imposible: moderar a un PP cuyo referente efectivo no es Feijóo sino Ayuso. El político vasco es una contradicción en sus propios términos: no es una paloma, es un águila vegetariana.