El PP se enfrenta, con noviembre llegando a su ecuador, a una de las semanas más importantes del año para ellos. La dimisión de Carlos Mazón ha activado un dominó en el que está en juego su sucesión al frente de la Comunitat Valenciana, con varios nombres e intereses sobre la mesa y con la presión de Vox no solo para que se apremien en la decisión, sino para que el candidato que salga elegido cumpla con las exigencias de la ultraderecha en materia política. Todo ello, mientras los 'populares', que le ven las orejas al lobo en su momento de debilidad, apelan al voto útil ante las subidas de la extrema derecha en las encuestas, que afirman que los de Santiago Abascal podrían romper su tradicional techo de voto y sustraerle sufragios a un PP que se quedaría casi en paralelo con el PSOE. La fecha límite para presentar un candidato de consenso es el 19 de noviembre, y de no conseguirlo, no quedará más remedio que convocar elecciones, un escenario en el que los de Feijóo no quieren verse bajo ningún concepto con una izquierda movilizada tras la dimisión de Mazón y con la ultraderecha en un momento muy dulce.
La delicadeza de la situación es máxima para el Partido Popular. Para el PP nacional, porque las reuniones para elegir al nuevo jefe o jefa del Consell parecen haberse dado sin que Alberto Núñez Feijóo tenga apenas agencia de lo que ocurre en los despachos valencianos, y para el PP valenciano, porque Vox les presionará en todo lo que puedan para elegir un representante con el que la extrema derecha esté conforme porque, de lo contrario, no aceptarán el nombramiento y las elecciones anticipadas podrían convertirse en realidad. Las reuniones comenzaron el pasado viernes y las presiones por parte de los de Abascal ya han comenzado en unos encuentros que el PP valenciano, en primera instancia, negó que se estuvieran produciendo.
Vox, que hasta ahora ha tenido potestad en las decisiones para el futuro de la Comunitat Valenciana, no se baja de esa senda y ha manifestado "la necesidad de que el PP decida quién va a ser su nuevo candidato a la Generalitat Valenciana para, una vez designado, poder explorar con él su disposición a acordar políticas que permitan continuar con la reconstrucción de la Comunitat Valenciana y su defensa frente a las políticas destructivas de Pedro Sánchez". El primer punto de quiebre entre ambas formaciones, según fuentes conocedoras de la reunión, serán los menores migrantes, en tanto que la ultraderecha se niega categóricamente a acogerlos, y el pacto verde, del que los de Abascal reniegan por completo por considerarlo propaganda ideologizada. En la misma línea, la formación ultra lleva días apuntando que no les importa tanto el nombre que salga elegido, sino que les interesa más el programa político que sean capaces de pactar, con especial énfasis en los citados inmigración y cambio climático, además, en tercer lugar, de las cuestiones lingüísticas, en una muestra más de las pulsiones por defender el español en España que siente la extrema derecha. Por otro lado, mientras el PP aún se rearma con la elección de un candidato pendiente para la etapa post-mazoniana, en Vox ya tienen todo preparado: el pasado viernes, la formación ultra desveló el nuevo equipo de Vicente Barrera, presidente provincial en València, que podrá diseñar las listas para unos futuros comicios.
Llorca: "A mí nadie me ha propuesto ser candidato"
Por su parte, el síndic del PP en Les Corts y secretario general del PPCV, Juanfran Pérez Llorca, nombre más sonado para suceder a Mazón, ha asegurado que esa decisión le corresponde a la dirección nacional de su partido, al tiempo que ha rechazado entrar en "especulaciones" ni "el juego de las hipótesis" sobre este asunto, aunque ha reconocido que no puede negar que su nombre está "encima de la mesa". "Lo importante es que haya discreción y que se llegue a un acuerdo", ha sintetizado en rueda de prensa.
"Estatutariamente, le corresponde a la dirección nacional elegir a los candidatos a las elecciones autonómicas", ha recalcado, aunque ha apuntado que la situación de la Comunitat Valenciana es "un poco anómala" tras la renuncia del jefe del Consell, ahora en funciones. Preguntado por si le gustaría ser el candidato, Pérez Llorca ha señalado que él en este momento es alcalde de Finestrat (Alicante) y por ello tiene "un deber y una obligación" con sus vecinos. "Permítanme que sea muy prudente en esa contestación", ha declarado. En cualquier caso, ha recordado la fecha límite, el 19 de noviembre, por lo que "hasta ese día se pueden presentar candidaturas".
Además, preguntado por si alguien de su partido le ha ofrecido la posibilidad de ser el candidato, ha afirmado que "nadie" le ha "comunicado" que deba serlo. Y cuestionado directamente sobre si el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, se lo ha ofrecido, ha sostenido: "A mí nadie me ha propuesto ser candidato".
Apelando al voto útil para frenar la sangría
Acorralado entre la situación de los cribados del cáncer en Andalucía, la dimisión de Carlos Mazón en Valencia, las polémicas a ritmo semanal en la Comunidad de Madrid y las crecidas de Vox en las encuestas, Feijóo se vio obligado este fin de semana, desde el Congreso del PP andaluz, a apelar a la vieja confiable: la petición del voto útil. La moderación de la que decía hacer gala el gallego cuando asumió los galones del partido nunca ha podido escenificarse verdaderamente tanto por su propia responsabilidad como por la de unos barones que no han comulgado con ese discurso, una particularidad que puso la primera muesca en su liderazgo. En segundo lugar, los escándalos y el desgaste acumulados han hecho mella en la popularidad del PP incluso en los territorios en los que goza de mayoría absoluta, lo que pone por delante un horizonte electoral muy delicado del que todos parecen estar al tanto: el PP, por perjuicio, Vox, por su momento dulce, y el PSOE y el resto de formaciones de izquierdas por ser conscientes de la necesidad de movilizarse y capitalizar el descontento. Por ello, tras muchos meses e incluso posiblemente años, el expresidente gallego ha resucitado el recurso del voto útil para frenar la migración de votos hacia su socio ultra.
La historia de Feijóo al frente del PP es la de la búsqueda constante del equilibrio narrativo. El gallego tiene, al mismo tiempo, que diferenciarse de Vox para no caer en sus radicales casillas, enarbolar un discurso de consenso que pueda atraer a votantes de centro, y hacer una oposición contundente al Gobierno de Pedro Sánchez. Dadas las cosas, ninguna de esas tres tareas es sencilla y la moderación ha terminado brillando por su ausencia entre las constantes subidas de tono contra el Ejecutivo y los compadreos con la extrema derecha. Feijóo percutía en la idea de que "se puede ser moderado y tener determinación", "firme, sin caer en el fanatismo". Pero al final del día, el tono termina siendo siempre agitador y crispante, lo cual, sumado a los ya explicados escollos, deja al PP sin un rumbo claro en el que la carta del voto útil se utiliza para apaciguar al electorado y aglutinarlo contra los enemigos comunes.
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