Puigdemont y los lobbies independentistas que mandan en Catalunya ya han llegado al final de trayecto: una república independiente. La Unión Europea se ha apresurado a contestar que el único interlocutor válido es el Gobierno español al tiempo que las empresas que todavía dudaban en abandonar Catalunya se preparan a emigrar de un país que, por propia voluntad, ha abandonado las instituciones políticas y económicas europeas y, por tanto, fuera del paraguas que proporcionan a sus socios.

El peligro de desear con fervor una cosa es conseguirla. Lo dijo Santa Teresa: “Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas”. A partir de ahora ya no hay luchas ni sueños épicos sino el pago de la factura de todo lo que han roto en su recorrido: un futuro trufado de agujeros negros.

Cuando dicen que la nueva  economía catalana girará en torno a una moneda virtual similar al bitcoin que escapa al control de los entes económicos me pregunto si se trata de una broma ingeniosa o de un juego de rol de boyscouts ¿Cobrarán los 200.000 funcionarios de la Generalitat en “catacoins”? ¿Los jubilados verán ingresada en euros su pensión en La Caixa española como hasta ahora o con un simple recibo de moneda virtual de la nueva república?

Después de la verbena “indepe” viene la resaca y el cubo de agua fría de la realidad. Emularán a los responsables del Brexit, cuando el lunes siguiente al referéndum dijeron que en realidad había un error de cálculo en las previsiones económicas de los beneficios… Malos augurios, sobre todo para la ciudadanía que queda al pairo, en la inseguridad y el temor. Negocio para las farmacias que venden ansiolíticos.

Sin embargo, cuentan con un arma para combatir la depresión política y social: Rajoy y su bandera del 155. Con la insensibilidad y la torpeza del PP en ese asunto, los “indepes” tienen meses por delante, quizás años, para salir a la calle en esas manifestaciones tan bien organizadas; convocar caceroladas y huelgas nacionales, protestar contra cárcel de los Jordis (que se prolongará también durante años), sacar euros cada viernes de los bancos españoles en Catalunya y un sinfín de gincamas políticas retransmitidas en riguroso directo por TV3. Mientras tanto, con  tanto lío nadie se preguntará por la agenda social, por los sueldos, las pensiones o los recortes en el progreso social.

Si Rajoy tuviera una brizna de ingenio - en el supuesto de que la frase no constituyera un oxímoron de libro – y le importara Catalunya algo más que el Marca, no movería un dedo. Los “indepes” pata negra tienen en Rajoy su mejor aliado y con el 155 ya desean que salga de nuevo a la calle la Policía Nacional, por si se producen empujones o porrazos desmandados que serán captados por miles de cámaras de móvil y denunciarán al mundo la torturas y la salvaje represión de la dictadura española contra la nueva república catalana.

 Mucho mejor sería que la orgía independentista se desarrollara en libertad con ocurrencias como la de la economía virtual del “catacoin” y que la población catalana en su integridad probara lo a gusto que se está en una tierra aislada, enfrentada a sus vecinos, con una economía de bono basura y recortes sociales obligados por la penuria. Bastaría con dejar que el experimento se prolongara un año. Luego convocaría elecciones y a ver qué pasa. Es obvio que una independencia declarada de improviso por una mayoría parlamentaria simple puede ser suspendida por el mismo medio. Y aquí se acabó la historia.

Pero puestos a elucubrar con el futuro, parece obvio que Rajoy también saldrá escaldado de esta historia y no tardará en gestarse en España un nuevo Gobierno que establezca un nuevo marco territorial en España, de corte federalista, donde Catalunya tenga un mayor acomodo y se convierta – ya casi lo es – en la región con mayor autonomía de Europa, más que la de cualquier Estado norteamericano.

Este simple planteamiento no es quimérico. Podría haberse producido tras las elecciones generales de 2016, en la primera investidura, pero por miopía de unos y otros se facilitó el Gobierno de Rajoy por parte de los mismos que ahora abominan de él y de su 155.