El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cerraba el curso político español el pasado lunes, con su habitual balance de fin de año, realizando un largo repaso a su gestión y volviendo a situar en el centro el problema enquistado de la vivienda. Las competencias a nivel nacional están delegadas en las Comunidades Autónomas (CCAA), en su gran mayoría en manos de un Partido Popular (PP) que reniega de intervenir el mercado, y, desde Europa, el abordaje que podría servir para guiar las actuaciones públicas va con mucho retraso, una vez más.

Con esta tesitura, y después de que Bruselas aprobase este martes el Plan Europeo de Vivienda Asequible, primer abordaje de la materia a nivel comunitario, el jefe del Ejecutivo español ha querido pronunciarse a través de un artículo de opinión publicado en el periódico europeo de Político. “La Unión Europea (UE) ha sido, y debe seguir siendo, un refugio para los valores que sustentan nuestras democracias, nuestra cohesión y nuestra libertad. Pero, seamos sinceros, los valores no dan techo”, arranca Sánchez, en una clara declaración de intenciones, su valoración.

Los valores europeos, considera el mandatario español, “se están desvaneciendo rápidamente ante algo tan concreto y urgente como la falta de vivienda asequible”, realidad que tanto la Unión como la mayoría de los países que la conforman han ignorado. “Si no actuamos, Europa corre el riesgo de convertirse en un refugio sin hogar”, expone Sánchez los riesgos. Para refutar su argumento, a lo largo del artículo se presentan una serie de datos esclarecedores y relativos a todo el continente, permeado por una crisis sin fronteras.

En los últimos 15 años, los precios de la vivienda han aumentado un 60% en el conjunto de los Veintisiete, mientras que los de los alquileres han subido casi un 30%. Países como Estonia o Hungría han sufrido especialmente el golpe, experimentando el triplicado de los precios. Realidad que, en ciudades densamente pobladas o con un alto índice de turismo, obliga a las familias a destinar más del 70% de sus ingresos al alquiler. “Las personas con empleos estables en Madrid, Lisboa o Budapest ya no pueden permitirse vivir donde trabajan o donde crecieron”, ejemplifica Sánchez.

El empobrecimiento de la población europea, de la que uno de cada cinco vive en riesgo de pobreza o exclusión social (93 millones de personas) agrava la problemática, llevando a la mitad de la población a considerar la vivienda un problema “urgente o inmediato”. “La vivienda, que debería ser un derecho, se ha convertido en una trampa que configura el presente de los pueblos, asfixia su futuro y pone en peligro la cohesión, el dinamismo económico y la prosperidad de Europa”, lamenta el presidente del Gobierno español.

Soluciones propuestas por Sánchez

“Las raíces de este problema pueden variar de un país a otro, pero hay dos hechos innegables y compartidos en todo nuestro continente: primero, la necesidad de más viviendas, algo en lo que nos hemos quedado atrás durante años”, ahonda Sánchez, exponiendo que la construcción residencial en la UE ha estado por debajo de la demanda. “En segundo lugar”, prosigue, “garantizar es que tanto las nuevas construcciones como el parque de viviendas existente cumplan su verdadero propósito: defender el derecho fundamental a una vivienda digna y asequible”.

“Al no garantizar este derecho fundamental, las viviendas se desvían cada vez más para alimentar la especulación o para usos secundarios como el alquiler turístico”, denuncia el mandatario, poniendo ejemplos claros de España: “ciudades como Madrid y Valencia han sido testigos del desplazamiento de residentes de sus centros históricos, que se están transformando en parques temáticos para turistas”. “Al mismo tiempo, la vivienda se considera cada vez más un activo financiero en lugar de un bien social”, lamenta, si bien el abordaje nacional dista, por el momento, de poner coto a estas prácticas.

Con todo, Sánchez celebra los primeros pasos dados por la UE con el Plan Europeo. “Bruselas reconoce cada vez más la magnitud de esta emergencia y que las condiciones específicas del mercado pueden requerir respuestas nacionales y locales diferenciadas”, expone. “Se acabó el tiempo de las palabras. Necesitamos acciones urgentes. La creciente indignación por la vivienda resuena en toda Europa, y nuestros ciudadanos necesitan soluciones concretas”, zanja Sánchez.

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