Pedro Sánchez ha dado a conocer su nuevo gobierno para una legislatura que prevé altamente política, centrado, se supone, en el ámbito de la política territorial para dar satisfacción a los pactos firmados con sus socios de investidura. Este horizonte agudiza la sorpresa de ver al PSC a dos velas en el núcleo duro del gobierno, instalado en el ministerio de Industria, un clásico para los socialistas catalanes. Seguramente, el resultado institucional del PSC en esta renovación gubernamental mejorará en los segundos niveles. Salvador Illa, en sus declaraciones de la vigilia en El Periódico de Cataluña ya puso la venda en la herida: “El PSC está para servir y ayudar, lo que hemos hecho históricamente”.

La complejidad fundacional del PSC le confiere una centralidad casi estructural en Cataluña que le permite rehacerse de las debacles electorales con cierta rapidez; sin embargo, sus relaciones desiguales con el PSOE le limitan enormemente su papel en la política española, a pesar de ser, a menudo, la primera fuerza política catalana. Esta limitación se entiende perfectamente si a la posición dominante de Ferraz en sus relaciones bilaterales se le suma la tradicional voluntad de los partidos nacionalistas-independentistas de evitar que el PSC actúe como interlocutor suyo en nombre del gobierno central, exigencia aceptada habitualmente por sus compañeros socialistas del resto del Estado.

La secuencia de este episodio es conocida. El PSC sostiene las aspiraciones del PSOE de poder negociar la continuidad del gobierno aumentando de 12 a 19 el número de sus diputados en el Congreso. En primera instancia, los socialistas catalanes pierden la presidencia del Congreso. A continuación, Pedro Sánchez hace de la necesidad virtud, como reconoció en el discurso de investidura, asumiendo la amnistía como el gesto imprescindible para renovar el cargo y para ayudar a Cataluña a recuperar la convivencia, descolocando el discurso central de su partido asociado, al ganador de las elecciones en Cataluña, en esta materia. Y finalmente, ante una legislatura que él mismo anuncia como de gran contenido político y territorial, deja al PSC con idéntico número de ministros que los socios catalanes de Sumar.

Jordi Hereu, el nuevo ministro de Industria, como en su día fueron Joan Clos y José Montilla, fue el alcalde que perdió la alcaldía de Barcelona tras décadas de alcaldes socialistas y su perfil no responde precisamente al de un político sino al de un gestor. Sin embargo, Salvador Illa está totalmente comprometido con Pedro Sánchez en aprovechar la oportunidad de continuar con un gobierno progresista en España y de su boca no saldrá ninguna lamentación por la escasa presencia de su partido en el consejo de ministros. Illa mantiene una relación fluida con Sánchez, fortalecida por los meses más alarmantes de la pandemia, y se sentirá capaz de ejercer su influencia al margen del número de ministerios.

La historia reciente avala la conclusión de que la lealtad del PSC respecto del PSOE ha sido históricamente mucho más firme que la recibida por los diferentes líderes socialistas, especialmente cuando se convirtieron en inquilinos de La Moncloa. Pedro Sánchez, pues, cumple con los cánones. Illa, también.  El primer secretario del PSC no criticará, al menos en público, a Sánchez por el escaso papel del PSC en el nuevo gobierno, en el que ha perdido incluso el ministerio que deberá negociar con la Generalitat el traspaso de los trenes y el servicio de cercanías de Renfe, cumpliéndose así a rajatabla el veto tradicional del independentismo al protagonismo de los socialistas catalanes en Madrid. Tampoco afeará al presidente del gobierno su decisión de renovar su confianza en Fernando Grande-Marlaska como responsable de Interior. Sus “otros” socios catalanes, ERC, Junts y Comunes, lo han hecho de inmediato.

Los Comunes, por boca de su exdiputado Jaume Asens, el negociador plenipotenciario de Yolanda Díaz para con Junts y ERC. Asens cree, como Junts y ERC, que la permanencia de Marlaska es una mala noticia para un gobierno progresista. El negociador de Sumar, en cambio considera una gran noticia para Cataluña que el gobierno de Sánchez dependa de Carles Puigdemont, una tesis que ni ERC compartirá. De todas maneras, no consta que nadie haya respondido a tan peregrino análisis desde la perspectiva del catalanismo político o del desarrollo federalizante del Estado de las Autonomías.