El sistema de partidos cambió en diciembre de 2018. La extrema derecha consiguió penetrar en nuestro país. Lo hizo por el sur, en las elecciones andaluzas, acabando con la situación anómala de nuestras fronteras, donde, pese a que nuestros vecinos europeos experimentaban en sus carnes el auge del populismo nacionalista y antiinmigración, España resistía como enclave donde los ideales ultras no conseguían conquistar a la ciudadanía.

Para Vox no fue sencillo. El proyecto nació en 2013 de la mano de Alejo Vidal-Quadras, Bernardo de Quirós e Ignacio Camuñas. Cinco años después, y tras el paso adelante de las juventudes que aprovecharon la mínima oportunidad para destronar a sus predecesores, los ultras lograban encontrar un hueco en el sistema de partidos, convertirse en los protagonistas de la agenda informativa y empezar a marcar un rumbo sobre el que ahora caminan el resto de formaciones.

Con cuatro millones de votantes, Abascal y su pléyade han conseguido lo que hasta ahora no habían logrado aquellos que se encontraban más a la derecha del Partido Popular, marca que ha recogido todo el voto de la derecha desde que José María Aznar venció a Felipe González sellando el bipartidismo. Erigidos ya en una fuerza más del sistema, ElPlural.com se ha puesto en contacto con la ultraderecha extraparlamentaria para que analice y muestre su opinión sobre los postulados defendidos por sus homólogos en el Congreso.

A nuestras preguntas han contestado la Coalición ADÑ -conformada por Falange Española de las JONS, La Falange, Democracia Nacional y Alternativa Española-, Alianza Nacional, España 2000 y Democracia Nacional como partido independiente. Un compendio de visiones falangistas, defensoras de la época más ominosa de nuestro país, negacionistas del Holocausto, populistas y fuertemente nacionalistas. Y es que, pese a que los españoles consideran a Vox una formación de extrema derecha -quedando refrendado este dato con los últimos estudios del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)-, estas formaciones reivindican su espíritu legítimo y verdadero, utilizado de forma partidista por Abascal y su equipo para conseguir visibilidad.

Neonazis durante las protestas de independentistas en Barcelona

Definidos como “una escisión del PP”, los calificativos son dispares, dependiendo de la proximidad de los entrevistados con Vox: “Son los anticuerpos del sistema. En toda Europa están creciendo estos partidos que han sido creados y financiados por el sistema para impedir que los verdaderos y auténticos partidos nacionalistas y patriotas crezcan y capten el voto de una sociedad enfadada.”, expone Chema Quijada, dirigente del partido Alianza Nacional, quien insiste en que “Vox condena el Holocausto, nosotros no lo condenamos porque jamás ocurrió. Nadie que haya investigado un poquito sobre la historia revisionista se cree semejante mentira”.

La idea de que los 52 escaños cosechados por los de Abascal son fruto de los intereses del Régimen del 78 es compartida: “Han penetrado en la escena política con fuerza tras el fracaso del Régimen del 78. Posiblemente sea el propio sistema quien ha favorecido su crecimiento para apuntalar el régimen monárquico desde la derecha nacional y la Constitución”, explica Pedro Chaparro, vocal del Comité Político de Democracia Nacional.

¿De dónde viene Vox?

Un análisis más profundo es el realizado por Martín Sáenz de Ynestrillas, hijo del comandante Ricardo Sáenz de Ynestrillas, quien fue condenado por participar junto a Antonio Tejero en el intento del Golpe de Estado bautizado como Operación Galaxia: “Vox es una escisión del PP. El retorno a los orígenes que les otorgaron éxitos en tiempos pasados, tras el abandono ideológico y políticamente correcto de un PP descafeinado, que jamás acude al combate ideológico, que pierde sus batallas por incomparecencia y que jamás regresa a la última posición porque prefiere dejar las cosas como están”, esgrime, subrayando que, pese a encontrar “el hartazgo de una masa votante con la experiencia y los medios de quienes estaban en el PP”, “se quedan en la cáscara, en ver quién la tiene más grande – la bandera – y en el trazo grueso de patrioterismo que, en principio, debería servirle a cualquiera si no fuera porque se ha convertido en arma política y electoral”.

Ynestrillas, líder de la candidatura de la coalición ADÑ en las elecciones europeas, difiere de la estrategia utilizada por sus homólogos: “Citar a José Antonio o a Ramiro, brindar con versos patrios o envolverse en la bandera mueve los sentimientos primarios de mucha gente cansada de ceder y que no mira más allá, pero no basta”.

Imagen de Twitter

“Creen en la unidad de España, sí, pero no en la que verdaderamente funciona, que es la que da coherencia al tejido nacional: la de sus gentes, la de sus productores, la de sus hombres y mujeres que, efectivamente, no pueden permitirse tener patria cuando pasan hambre”, sentencia el dirigente.

Diferencias y similitudes

La relación de la extrema derecha española con otros grupos afines es contrastada. Al margen de partidos políticos, donde ha pescado dirigentes y asesores, cuenta con el apoyo de Hazte Oír y de un sinfín de organizaciones que tejen la estructura de lobbies que potencian su tirón social. Ya antes de poder posar frente a los leones de Ponzano que guardan el Congreso de los Diputados, Vox se servía de DENAES, asociación que lideraba el propio Abascal y que utilizaba para realizar manifestaciones multitudinarias con las que mostrar potencial.

Sin embargo, y pese a reconocer que comparten la defensa de la unidad de España o algunas de las medidas confesionales más características de los autodenominados como provida (“defensa de la vida natural desde su origen hasta la muerte natural”), estos grupos reducen su proximidad visiblemente molestos cuando se les trata de equiparar: “Es cierto que, en algunos aspectos, pudiera parecer lo contrario, pero es puro espejismo: que nadie espere la quiebra de estas lealtades en Vox. Eso, en una sociedad adormecida y hedonista, pese a que conoce o sospecha que muchos de nuestros males nacen de esas lealtades, es garantía más o menos razonable de estabilidad sistémica y de continuidad en gris”, subraya Ynestrillas.

Pero si algo reúne a todos los partidos entrevistados es la crítica al liberalismo económico que defiende Abascal: “Vox tiene un marcado carácter neoliberal, y nosotros, en cambio, creemos en una economía social y mixta. Creemos en la defensa del sector público y el control estatal de los sectores estratégicos, a diferencia de Vox que opta por la liberalización y privatización como modelo económico”, alega Mario Martos, responsable de comunicación de España 2000. “El ejemplo de ello son sus aliados en Europa, no están en el eurogrupo con Le Pen o Salvini, están en el grupo de los conservadores, votando a favor de políticas ultraliberales que perjudican a la economía y a los trabajadores españoles”, prosigue, reivindicando el carácter obrerista de los líderes mencionados frente a las amistades de Vox en Europa: Jaroslaw Kaczynski en Polonia y Viktor Orbán en Hungría.

Transfuguismo entre las partes

Formar un partido no es sencillo. Máxime si el salto cuantitativo es tan elevado como el de Vox, pasando de dar mítines frente a un par de fieles a llenar palacios de congresos. La implantación territorial ha sido complicada, por lo que, al margen de los descontentos con la rajoyización del PP, había que contar con todas las personas que quisieran sumarse a la causa.

“Nada nos une con Vox, excepto unos cuantos eslóganes secuestrados por esta formación con intención de influir y confundir a nuestro electorado gracias a las no pocas personas que proceden de nuestras filas y conocen bien nuestros eslóganes y planteamientos”, sostiene Ynestrillas, reconociendo que los de Abascal han tocado a sus puertas y ciertos dirigentes se han dejado encandilar por sus pretensiones particulares. También desde Democracia Nacional y Alianza Nacional ratifican que han podido vislumbrar un cierto vaivén de cargos entre sus filas y formaciones afines a Vox.

¿Hay espacio para alguien más?

Con 3.640.000 votos conseguidos el pasado 10 de noviembre, y siendo llave de Gobierno en comunidades como Andalucía, Madrid y Murcia, el apego del votante descontento con la extrema derecha española queda fuera de toda duda y parece seguir elevándose a ojos de algunos informes demoscópicos. El PP lucha por desfragmentar el target conservador, mientras que Vox intenta reivindicar su lucha contra las ideas de la izquierda y salir vencedor de este debate.

Los analistas construyen teorías constantemente sobre la proyección de los liderados por Santiago Abascal. Tras varios errores de pronóstico, el suelo de la formación es una incógnita. Sin embargo, al margen del potencial del partido, el resto de formaciones ultraconservadoras defienden sus reivindicaciones y difieren sobre sus posibilidades de tener representación parlamentaria.

“En el Congreso no hay sitio para ningún partido que sea realmente antisistema, por lo tanto, nosotros nunca tendremos cabida”, expone Chema Quijada (AN). Esta negatividad también la encontramos en Ynestrillas que, tajante, responde que “la extrema derecha tiene un representante claro en Vox que, etimológicamente, se ha situado a la derecha de la derecha. Es, por tanto, la extrema derecha y está perfectamente representada”.

Más optimistas se muestran desde España 2000: “A día de hoy parece que Vox ocupa ese hueco y que no habría lugar para más, pero habrá que ver la evolución que toma todo esto, cada día Vox tiende más a acercarse a unas posturas del partido popular de Aznar que a un verdadero partido de esta línea”, explican, alegando que "ellos mismos van dejando vacío ese hueco y abriendo esa posibilidad”.

En la misma línea se encuentra Democracia Nacional. Pedro Chaparro sentencia que “no es Vox quien ha penetrado en la sociedad, sino las ideas que las organizaciones nacionalistas españolas como la nuestra, llevamos promulgando desde hace décadas”, por lo que aprecia un camino que recorrer en los próximos años: “El movimiento político Democracia Nacional tiene todos los elementos necesarios para irrumpir en la escena política actual”.