Cuando empezamos con este drama de la pandemia, que hoy forma parte de nuestro día a día, comentábamos con mucha ligereza que los virus no hacían distingos. No conocían de razas, de colores, de clases sociales o de capacidad económica. Pero resultó ser una verdad a medias y, en cuanto a sus consecuencias, una mentira entera. O casi.

Es cierto que, sobre todo en los primeros tiempos, enfermaron personas de toda clase, ámbito y procedencia. El virus pilló desprevenido a todo el mundo, y, cuando supimos cómo se las gastaba para muchos era ya tarde. Hemos leído en las esquelas los nombres de personas con mucho relumbrón, muchos posibles o ambas cosas. Y nos duelen como cualesquiera otros, como no podía ser de otro modo.

Pero si atendemos a lo que estamos viendo ahora, tanto en nuestro país como fuera de nuestras fronteras, comprobaremos que las condiciones de vida son un factor fundamental a la hora de contagiarse hoy día. Es difícil que quien no tiene casa pueda confinarse, o que quien no tenga dinero para comer lo tenga para gel hidroalcohólico o mascarillas. Y es también imposible que alguien guarde la distancia de seguridad si de no hacerlo depende su sustento. Jornaleros y jornaleras que trabajan y pernoctan en las circunstancias más precarias porque no pueden permitirse el lujo de tener otras.

Quines menos tienen son quienes acaban pagando los platos rotos del coronavirus, como pasa siempre con cualquier crisis. Leía hace poco un informe de Save the Children según el cual la pandemia repercutirá de modo muy negativo en la escolarización de la infancia más desfavorecida. Así que, además de los rebrotes de los que nos hablan constantemente, si no ponemos remedio, habrá un rebrote de trabajo infantil y analfabetismo que, además, afectara más a niñas que a niños porque son todavía más vulnerables.

También los avances hacia la igualdad entre hombres y mujeres van a pagar un peaje importante por causa de la Covid19. Otro estudio cifraba las pérdidas en empleo femenino en casi el doble que el masculino. Obsérvese que hablo de “empleo” y no de “trabajo”. Porque a esas mujeres desempleadas no les va a faltar el trabajo doméstico y de cuidados, como ha ocurrido tanto tiempo con las mujeres.

Dentro o fuera de España, la pandemia va a dejar muchas más víctimas que las que arroja el cómputo de contagiados, o de fallecidos. Y es que, como siempre ocurre, van a pagar los platos rotos quienes menos tienen. Quizá sería un buen momento de replantear muchas cosas para que esto no ocurriera. O, al menos, alguna.

SUSANA GISBERT GRIFO

Fiscal y escritora (Twitter @gisb_sus)