Ni el PP, ni Ciudadanos, ni un Vox especialmente rabioso, pudieron hacer mella en la imagen de Dolores Delgado, candidata a Fiscal General del Estado, que en su comparecencia ante la comisión de Justicia del Senado quedó muy por encima de las insidias habituales de estas formaciones. Se limitó a exponer sus planes de trabajo, resumidos en priorizar la atención a las víctimas y en la protección a las personas, sea cual sea su origen y situación administrativa; hacer frente a la corrupción; combatir el crimen y obligar al cumplimiento de la legalidad. Respecto a los asuntos internos del negociado, subrayó la necesidad de modernizar, dotar de medios y dar formación y relevancia a los 2533 profesionales que forman el Ministerio Público.

Ciudadanos y el Partido Popular pasaron ampliamente de los proyectos expuestos. Las ultraderechas, como las denominó el portavoz socialista, Pablo Arangüena, competían para superar en despropósitos a Vox como viene siendo habitual. El portavoz de Ciudadanos, Edmundo Bal, antiguo letrado del Ministerio de Justicia, cesado por “pérdida de confianza” en la etapa de Delgado, ministra de Justicia, no pudo evitar un tono de cierto resquemor casi personal. Dijo algo que acaso sea la razón de fondo de muchas críticas: “¿A quién va a nombrar? ¿A los mejores? ¿A sus amigos? ¿A los progresistas?”

Y es que los 50 nombramientos en puestos de mucho nivel que debe afrontar la Fiscal General del Estado en los próximos dos meses, quitan el sueño a los conservadores, acostumbrados a fiscales generales de otra pasta. Abundando en ello, el portavoz del PP, Luis Santamaría, profetizó que el papel de la candidata iba a ser el de dinamitar “no solo el buen funcionamiento de la Administración de Justicia, sino también el Estado de Derecho” o que Delgado carecía de prestigio jurídico. Argumentos que sin duda habrán aplaudido las asociaciones de jueces y fiscales más atávicas, habituadas a un sistema corporativo en que la palabra izquierda es anatema y la presencia de una mujer progresista al frente de cualquier instancia, una blasfemia consumada.

Quien sí atendió las explicaciones de Delgado y su defensa de menores no acompañados, su oposición frontal a la violencia de género, y su respeto a los derechos humanos de los inmigrantes, fue el portavoz de Vox, Ortega Smith, que reaccionó a tales principios con virulencia. La acusó de pretender perseguir judicialmente a su partido mediante la legislación contra los delitos de odio. Y concluyó, como no: “Situará a la Fiscalía al nivel de Venezuela o Cuba”.

Jaume Asens, portavoz de Unidas Podemos, preguntó a los populares por qué su partido no había protestado cuando otros fiscales generales nombraron fiscales proclives al PP, que se encontraba investigado por corrupción. Pero fue el socialista Arangüena el que resolvió: “Señora Delgado, tiene usted un currículo brillante, abrumador. A los señores de las ultraderechas les importa poco que usted sea idónea o no. Lo único que quieren hacer es ruido”.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com