El candidato a presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, que previsiblemente recibirá solamente los votos a favor de los procuradores de su partido y los 13 de Vox, su socio de Gobierno, ya entrada la noche, abrió el Pleno de investidura que se celebra en las Cortes de Castilla y León con un discurso a medio camino entre el triunfalismo de su gestión con Ciudadanos durante los dos últimos años, y una cascada de promesas para el futuro de la mano de los de Abascal, que a la llegada al hemiciclo de Valladolid para apoyar a su “piso piloto”, Juan García-Gallardo, auguró “un gobierno que va a tener muchos enemigos, pero que es una esperanza para millones de españoles”.

La intervención del salmantino estuvo cuajada de buenas intenciones, un panegírico a la tierra (de la que llegó a decir, a pesar de los palmarios datos sobre el éxodo de jóvenes en los últimos lustros, que el 80% de ellos encuentran trabajo antes de concluir sus estudios), constantes referencias al descenso del desempleo, a la recuperación que ya se atisba con la llegada de los fondos europeos que pretende hacer llegar, dijo, a todos los rincones de la Comunidad Autónoma, peticiones al Gobierno de España y propuestas ante los retos de futuro, de las que concretó pocas, sin sortear las polémicas concesiones ideológicas a la ultraderecha sobre la violencia de género y la memoria histórica.

La cuadratura del círculo

Además de avanzar una respuesta “ante el agravamiento de la situación económica compuesto por una batería de medidas por un importe de más de 400 millones de euros” y su compromiso con familias vulnerables, en riesgo de exclusión, jóvenes, mayores o personas con discapacidad, además de ayudas y financiación para pymes y autónomos, y “una mejora importante de los servicios públicos”, Mañueco ha comprometido una bajada inmediata, ya para este año, del primer tramo autonómico del IRPF para “todos los castellanos y leoneses”, sin excepción, y del impuesto de Transmisiones para las empresas que se instalen en el medio rural.

En definitiva, menos impuestos, pero más gasto social, sanitario, en ayudas a empresas y a sectores estratégicos, así como inversión en el grave problema demográfico que sufre la Comunidad Autónoma, en el que apuntó propuestas para ayudar a quienes se trasladen al entorno rural a trabajar, o un bono de transporte gratuito para los jóvenes que permanezcan en los pueblos, lo que, tanto desde sindicatos como desde la oposición se calificó como “la cuadratura del círculo”. “No nos salen las cuentas”, afirmaba al término de la sesión de mañana Vicente Andrés, de CCOO.

Mañueco tampoco sorteó las cuestiones ideológicas más polémicas que han formado parte del acuerdo de gobierno con Vox. Así, aseguró que la ley de violencia de género (“compromiso irrenunciable”, dijo), permanecerá como está (es decir, que renuncia al anteproyecto que ampliaba la normativa), pero que coexistirá con la de violencia intrafamiliar, que dará amparo al resto de los miembros de la familia que la sufran, citando la violencia de hijos sobre padres o la que afecta a las personas con discapacidad. A este respecto, el futuro vicepresidente, Juan García-Gallardo, señaló en su comparecencia posterior que “si tuviéramos mayoría absoluta, eliminaríamos la violencia de género, porque creemos que la violencia no tiene género”, y admitió que su idea es que el decreto sobre “concordia”, -sobre el que Mañueco había afirmado que “integrará toda la normativa en la materia evitando la utilización de la historia para dividir a los españoles”-, aseguró que  sustituirá al de Memoria Histórica, si bien el primero entrará en vigor sin que exista una “vacatio legis” que impida que alguien que sabe que un familiar está en una cuneta pueda exhumar los restos “por una cuestión de humanidad”.

Palabrería gris, sumisión, tristeza, credibilidad cero

El discurso del futuro presidente fue calificado por los grupos de la oposición como “palabrería políticamente correcta”, “soberanamente aburrido y sin credibilidad, lleno de concesiones a Vox”, en términos del portavoz de Por Ávila, Pedro Pascual, “sumisión a Vox en un día muy desgraciado para la Comunidad, y no le puedo dar cien días a la intolerancia, porque no le voy a dar ni uno”, en las de Francisco Igea, de Ciudadanos, o “el discurso de un pelele, hueco y fallido, en manos de Vox, que acepta una merma tremenda a los derechos en un día que pasará a la historia de la infamia en esta comunidad”, lanzó el portavoz de Podemos, Pablo Fernández.

Parecidos calificativos le dedicaron Ángel Ceña, desde Soria YA, “inconcreto, sin esperanza, más de lo mismo”, y Luis Mariano Santos, de UPL, “gris, sin concreción, más allá de bajada de impuestos e incremento de gastos, la cuadratura del círculo y soterrando derechos sociales”.

La portavoz socialista, Patricia Gómez Urbán, calificó el momento como “un día muy triste para Castilla y León, porque 47 años después entra la ultraderecha en un gobierno por obra y gracia del señor Mañueco, pero con el visto bueno del supuesto moderado Feijóo” y el discurso del presidenciable como “sin credibilidad ni palabra; su compromiso no es con Castilla y León, sino con el poder, pero no esperábamos mucho más de él, sólo echamos de menos una derecha centrada y moderada como la de Europa.