El fantasma de la repetición electoral agitado por el “si finalmente no llegamos a un acuerdo” de Pedro Sánchez continúa planeando a pesar de que la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, y Pablo Echenique están reunidos para desencallar las negociaciones y lograr un acuerdo para un Gobierno de coalición que resulte en la investidura del líder del PSOE en la votación del jueves.

¿Y si finalmente no hay acuerdo? Los socialistas han insistido por activa y por pasiva que no habrá segundo intento y que de no haber acuerdo para este jueves la legislatura quedará abocada a una nueva cita con las urnas el próximo 10 de noviembre.

Ante semejante despropósito, hay quienes empiezan a valorar todas las opciones posibles, y cuando decimos todas, son todas.

¿Y Pablo Casado?

El pasado martes, minutos antes de la primera votación, varias fuentes del entorno popular nos transmitieron en una conversación informal que podría ser aconsejable para el PP que, en caso de llegar a septiembre sin Gobierno y sin visos de acuerdo entre socialistas y morados, Pablo Casado se planteara una abstención técnica.

A su juicio, los beneficios superarían con creces a las desventajas. En primer lugar, Casado queda encumbrado como hombre de Estado al impedir la repetición electoral y, por tanto, el bloqueo. Minipunto para él.

Por otro lado, se espera la sentencia del juicio del procés para septiembre (o principios de octubre) y Sánchez y su Gobierno tendrán que lidiar con ella. Otro minipunto.

Además, un Gobierno en solitario del PSOE dificultaría enormemente la aprobación de los Presupuestos, tal y como ya ha quedado demostrado. En consecuencia, el mandato de Sánchez le desgastaría enormemente tanto por la sentencia del procés como por una legislatura marcada por la inestabilidad y la incapacidad de sacar adelante Presupuestos. ¿Resultado? Convocatoria anticipada.

El debilitamiento del halo de Sánchez provocado por la erosión de la coyuntura y el nuevo perfil de hombre de Estado de Pablo Casado le podrían conducir a un resultado electoral óptimo o, al menos, más cercano a los cánones a los que los populares estaban acostumbrados.

La estrategia tendría una doble vertiente puesto que no solo influiría en el PSOE, sino que también le permitiría a Casado continuar adelantando a Albert Rivera en su particular cruzada por comandar la derecha del tablero político.

La cabezonería de Rivera

Mientras Pablo Casado ha iniciado su reconversión a hombre de Estado, su homólogo y competidor en las primarias de la derecha no sólo mantiene su postura bravucona e incendiaria, sino que la acrecienta. Más madera en Ciudadanos. Albert Rivera no se mueve ni un ápice de su rechazo a Sánchez, justificándose, además, en el aumento – sostenido - de votos en las pasadas elecciones generales.

El líder de Ciudadanos marca la pauta en la que ha de moverse el partido, siempre excesivamente crudos con el presidente del Gobierno en funciones. Rivera cree firmemente en esta estrategia de confrontación con Pedro Sánchez para comerle terreno a un Pablo Casado que ha bajado considerablemente las revoluciones.

Se comprobó en la sesión de investidura, cuando ambos líderes replicaron al discurso inicial de Sánchez. Casado, en un tono algo más suave que al que tenía por costumbre desde que sucedió a Mariano Rajoy y, en el otro lado, Rivera. El naranja subió los decibelios y no mostró ni el más mínimo resquicio a un cambio de postura. Ni siquiera a medio plazo, como el presidente popular.

Una guerra contra nadie

Rivera no mira más allá de su cruzada por liderar la derecha. Una pugna que le ha valido para destaparse como líder conservador – rozando la frontera de lo ultra – y convertirse en una franquicia de Vox. Es decir, en el PP de Casado hasta hace escasas fechas. Su giro a la derecha es aún más pronunciado, con un lenguaje belicoso contra “la banda” de Sánchez.

Las faltas de respeto en sus intervenciones son recurrentes. Una virulencia inusitada y una política mal entendida que no le reportan el “liderazgo de la oposición” del que tanto habla. De hecho, Pablo Casado ha conseguido revertir la situación y situarse como una fuerza más moderada en el espectro diestro. Ha moderado sus apariciones, evitando la sobreexposición, y también su lenguaje, que a veces traspasaba la descalificación.

Rivera – Ciudadanos – libra solo la ‘Guerra de las derechas’. Casado está ya a otros asuntos. Ha descubierto un filón: dejar que su homólogo se queme y rascar todo lo que se pueda de ese previsible descalabro.

Pablo Casado ha reiterado en numerosas ocasiones que no se abstendrán en ningún caso para permitir la formación de Gobierno. Ni siquiera como gesto coherente por las declaraciones del año 2016 en las que se preguntaba si alguien entendería que el PP obstaculizara la formación de un Gobierno socialista si estos les sacaran 52 escaños. Pero situaciones dramáticas requiere de soluciones creativas -y dramáticas-, algo que Rivera no parece dispuesto a entender.