El PP vuelve a ser protagonista este fin de semana con dos congresos regionales de primer nivel: El madrileño, que por fin empoderará, aún más, si es que es posible, a Isabel Díaz Ayuso como la gran baronesa libérrima que es; y el gallego, en el que Alberto Núñez Feijóo se despedirá 16 años después de su proclamación. Ambos serán desfiles triunfales, pero el segundo ha tenido su intríngulis: No gustaba a todo el mundo Alfonso Rueda, finalmente candidato único al puesto, y Feijóo ha tenido que trabajar duro en la sala de máquinas de su partido para imponer a su hombre. Cuando se trata de poder, no hay batalla sencilla.

Empecemos por Madrid. Ayuso había soñado con tener un fin de semana sólo para ella. Ser protagonista absoluta. Ocupar pantallas y papeles. Tenía motivos para un baño de vanidad: ganó a la Génova de Pablo Casado en una guerra que casi se lleva por delante al PP y puede exhibir como trofeos las cabezas del que fuera su gran amigo, Casado, y del que fue su furibundo enemigo, Teodoro García Egea.

Núñez Feijoo no le ha querido dar ese placer, pese a que el Congreso de Madrid siempre ha brillado por encima del resto. El líder popular ha decidido hacerlo coincidir con el gallego, que tiene el interés de la despedida del que ha sido su guía en los últimos lustros. El ego de Díaz Ayuso sigue siendo una fiera a la que hay que enjaular, porque a ella le sobra ambición y, como se ha visto, aún no ha tocado techo.

Esta superposición de citas no será el único obstáculo que encuentre Ayuso en su apetencia por abrir los informativos de toda España: el Rey emérito vuelve a España. Y eso, por más que pese a la jefa, se llevará los mejores minutos periodísticos. Muestra del importante despliegue que preparaba Ayuso y su equipo para este fin de semana es el local elegido para la celebración del encuentro: una nave de IFEMA con un aforo de casi 6000 personas. El comité organizador ya había mostrado en privado a principios de semana su preocupación. No es fácil llegar a esa cifra de asistentes y de momento se ha optado por quitar las gradas previstas y dejar solo sillas. Hay que ir a lo seguro y el buen tiempo no ayuda. El aviso definitivo de que no se iba a colgar el cartel de completo se lo ha dado el menor número de compromisarios que se ha inscrito en las sedes para votar en el congreso. Había previstos 2534 compromisarios y finalmente serán 419 menos. De hecho, el comité organizador mostró esta semana su disgusto por no cumplir con las expectativas iniciales en un acto cuyo eslogan es “Ganas”.

El programa del congreso también está repleto de simbolismo. Al alcalde de Madrid lo dejan en un segundo lugar, al fijar su intervención el viernes por la mañana, cuando lo normal hubiera sido que le permitieran unas palabras el sábado antes de la clausura por parte de Ayuso y Feijoo. Tampoco la sombra de José Luis Martínez-Almeida será alargada en el nuevo comité de dirección. Solo estará su mano derecha Inmaculada Sanz, hasta ahora responsable del comité de afiliaciones.

Si llamativo es este detalle, más enjundia tiene que la hasta ahora secretaria general del PP de Madrid, Ana Camins, una casadista de pro e íntima amiga de Ayuso en otros tiempos, dé cuenta de su informe de gestión el viernes a las cuatro y media de la tarde. Una intervención que tradicionalmente se hace por la mañana tras la inauguración oficial pero que se ha decidido posponer a una hora en la que contará con un auditorio escaso.

Camins se va de la misma forma que ejerció su mandato, con discreción, lealtad a las siglas y sin ansias de protagonismo, como suele ser habitual en los directivos del PP madrileño. Un perfil opuesto al de su sucesor, Alfonso Serrano, más preocupado en acompañar a Ayuso que en bregar con los sinsabores internos de un partido. Bien es cierto que Ayuso ya advirtió que en su equipo no dejará ni rastro del casadismo, del que ella no hace tanto tiempo era el principal exponente. Eran otros tiempos. En las luchas intestinas de los partidos los episodios se suceden muy rápido.

El sábado, el día grande, cerrará el cónclave madrileño Alberto Núñez Feijoo, para que quede claro quién es el presidente nacional. Después volará a Galicia para celebrar el congreso de su tierra y despedirse con los honores y el cariño que, por méritos propios, ha cosechado durante sus años de mandato.