Irene Montero abandonaba este jueves el Congreso de los Diputados con la cabeza alta y la moral intacta. La hasta ahora ministra de Igualdad, principal perdedora en el reparto de carteras ministeriales negociado entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, copaba un papel coprotagonista con el líder del Ejecutivo. Si a Sánchez se le aplaudía y abrazaba por contar con cuatro años más, la imagen de la dirigente de Podemos era radicalmente opuesta: abrazos que aventuran una despedida, un ya nos veremos, un hasta pronto. Un tal vez.  

De hecho, destino o casualidad, fue el líder de la oposición y presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, quien consiguió sacarle una sonrisa tímida, nerviosa, una mirada perdida y una medalla en la solapa. El dirigente popular, en su intervención del miércoles, lanzó una pregunta al presidente del Gobierno que fue aplaudida en los despachos del Ministerio de Igualdad: “Señor Sánchez, ¿cómo puede usted decir que es el ministro de la Igualdad si prescinde de su ministra?”. Montero y Belarra, fiel escudera y amiga, levantaban entonces la mirada, observaban a Feijóo sobre el atril, sonreían y contoneaban ligeramente las cabezas evidenciando que aquella pregunta había sido formulada en primera persona.

Quienes la conocen bien hablan de ella como una persona perfeccionista, metódica, guerrera e intachable e incorregible en sus ideales: aunque otros aún no vean las bondades de su próximo objetivo; aunque algunos desconozcan que algún día asumirán como propio lo que en primer término rechazaron. Su necrológica política no se entiende sin la conocida como ley del solo sí es sí, sin la reducción de condena de cientos de violadores, sin la presión mediática y judicial que entonces se negaba y hoy hace a muchos realizar una rápida búsqueda para entender a sus señorías cambiar sillones a cambio de la redacción de un anglicismo. Lawfare. Guerra judicial. Derecha con toga.

Lo cierto es que el capital político de Irene Montero ha sufrido una desconexión evidente en cualquier estudio nacional. El propio CIS, en su habitual repaso del grado de conocimiento y valoración sobre los ministros, plantea una dualidad que representa a la perfección lo conseguido: Irene Montero se ha consagrado como una de las ministras más conocidas, al mismo tiempo que era una de las que más odio generaban. Que hablen de ti, aunque sea mal. Un perfil que de tanto guerrear acabó pisoteada en la batalla. La representación de la traición. La de Sumar, denuncian desde su entorno, que la convirtió en diana para que la gente abrazase la novedad.

Conocida, odiada y querida. Porque Irene Montero, con más de una derrota a las espaldas, puede presumir, también, de varios reconocimientos internacionales que merecen una legislatura: nominada a política del año por One Young World, una filial del foro de Davos considerada la más alta representación de la política joven; ensalzada en ‘Time’ como la impulsora de la igualdad en "uno de los países más feministas de Europa" y responsable, según la ONU, de material legislativo suficiente para decir que su “ambiciosa agenda” ayudaban al “progreso de la sociedad española. Y es que, como bien saben en Igualdad, sus políticas han provocado una mejora en todos los indicadores internacionales en los que Irene Montero jugaba como plenipotenciaria en la materia.

Su equipo lo tiene claro: “Irene siempre tuvo claro que había que aprobar la ley Trans, la ley LGTBI, la nueva ley del aborto, la ley del solo sí es sí…”. Esta última, la más conocida de todas, la más criticada de todas, la del obituario político, obliga a la pausa. Fuentes cercanas a su entorno respiran, ajustan la mirilla y disparan: “¿Ahora, con la amnistía, si se puede hablar de derecha judicial? Siempre se ha creído que la ley no tenía ningún error”.

“Trabajar con Irene es, a la vez que exigente, porque es muy perfeccionista, un aprendizaje. Es capaz de sacar una sonrisa y ser muy generosa incluso en los momentos más difíciles”, responden desde su entorno más próximo, que de momentos difíciles algo sabe. “Una persona que te deja crecer a su lado, te escucha y es refugio para muchas personas, especialmente mujeres y del colectivo LGTB, que saben que siempre podrán contar con ella”, prosiguen, deshaciéndose en elogios para su jefa, su amiga.

Pillamos al equipo de Igualdad haciendo las maletas, llenando cajas, a punto de tener que dejar sus móviles de trabajo en la recepción. Pero sacan un hueco para insistir en sus reivindicaciones: “Irene en ningún momento ha pensado que no mereciese la pena el trabajo pese a la violencia política que sufría el equipo de Igualdad”.

Amistad y política

“Es una persona, en primer lugar, muy exigente desde un punto de vista técnico y también desde la responsabilidad pública en la que está y desde su labor como dirigente política. Eso evidentemente marca el día a día de un ministerio y eso se ha transformado en una agenda de avances feministas muy, muy, muy grande”, subraya, por su parte, Isa Serra, exdiputada, portavoz de Podemos y una de las personas que más años lleva trabajando codo con codo con Montero. 

Asimismo, esta también destaca la resiliencia que ha mostrado la todavía titular de la cartera de Igualdad a lo largo de la legislatura: “Hasta en los momentos en los que ella ha sido principal atacada y ella ha sido el principal objetivo de las derechas o de la estrategia también del Partido Socialista para tratar de tirar al Ministerio de Igualdad y los avances que vamos a estar haciendo, pues ha sido Irene la que ha tirado del resto”. “Hay momentos en los que yo me acuerdo de haber estado reunidos y el equipo estaba con cierta emoción de tristeza por mil momentos que ha habido y, sin embargo, ella era la que nos decía ‘venga, chicas, ¿por qué estáis así? Si hay que tirar para adelante y merece la pena porque lo estamos haciendo de acuerdo a lo que veníamos a hacer que era ampliar derechos para las mujeres”, añade Serra.

“Irene es muy cuidadora de sus equipos [...] Ella es muy, muy, muy consciente y siempre reconoce mucho al equipo. Ella es una persona que se quiere rodear siempre de gente que vale mucho. Les da mucho valor a esas individualidades, pero se lo da también en términos colectivos. Ella siempre, en cada acto que hace, reconoce al equipo, dice que esto no es un trabajo suyo, sino que es un trabajo de un equipo que trabaja de forma invisible y yo creo que eso es también muy feminista, el hecho de ser consciente permanentemente de que hay personas que están haciendo un trabajo que no es tan visible, pero que es igual de fundamental”, sentencia Serra.

“Yo a la ministra Irene Montero la conocí siendo diputada y ya destacaba. Recuerdo especialmente su intervención en la primera moción de censura a Mariano Rajoy. Entonces, el PSOE pensaba que no había números suficientes para tumbarlo, e Irene Montero hizo una intervención extraordinaria con un minuto que aún corre por redes en el que relataba uno a uno los casos de corrupción del PP. Sin esa moción de censura no se hubiese presentado la del PSOE un año después”, destaca, por su parte, Gabriel Rufián, portavoz de ERC en el Congreso, en declaraciones a este medio. 

Un Rufián que nunca ha ocultado su admiración hacia Montero, pese a las discrepancias que ha habido entre Podemos y la formación republicana. “Es público y notoria que respeto y admiro su trabajo. Es muy difícil romper el relato de poderes fácticos y personas que no son conscientes de que tienen un marco mental que ellos mismos desconocen”, reconoce. “Ha trabajado con prisa, pero con prisa porque cuando en política eres valientes tus tiempos se acortan exponencial o proporcionalmente”, resume el político catalán.

Silencios de muerte

Sin embargo, tal y como se señalaba en las líneas anteriores, Irene Montero, para bien o para mal, es una figura que no deja indiferente a nadie. Prueba de ello es que este periódico se ha puesto en contacto también con Moncloa para obtener una valoración de lo que ha supuesto la aparición de la ministra de Igualdad en la política española. No obstante, en el momento que se está redactando estas líneas la única respuesta que hemos recibido es el silencio. 

Y si el silencio de Moncloa es bastante significativo, la de Sumar y el entorno de su líder, Yolanda Díaz -que también han rehusado ofrecer valoración alguna-, es simplemente demoledora. Un silencio que confirma (si es que a estas alturas todavía alguno dudaba) que cualquier tiempo pasado fue mejor en la relación entre Díaz y Montero, un binomio llamado a reagrupar a todas las formaciones a la izquierda del PSOE a golpe de feminismo y que ha acabado naufragando como otros tantos proyectos.

¿El fin? 

Pero, ¿este es el fin político de Irene Montero? Pues bien, si nos centramos en un corto plazo, parece evidente que su exposición mediática se va a reducir drásticamente. Y esto, unido a la precaria situación electoral que atraviesa Podemos, puede hacernos pensar que los días en la política de Montero están contados. No obstante, el giro de timón que ha pegado en las últimas semanas la formación morada, distinguiéndose cada vez más de Sumar y amenazando con emprender un rumbo propio, invita a juzgar que todavía queda Irene Montero para rato.

Por último, a toda esta coyuntura hay que añadir que en el horizonte de Montero vuelve a cruzarse Rufián y un ofrecimiento expreso a unir caminos: “Hay un horizonte posible de colaboración entre el independentismo de izquierdas vasco, catalán y gallego con el espacio que representan ella y Ione Belarra”.