“¿Formará parte de su partido, de las candidaturas o de órganos directivos?”. Es la pregunta que el director del programa de Onda Cero ‘Más de uno’, Carlos Alsina, le hacía ayer a Alberto Núñez Feijóo en relación a Begoña Villacís, vicealcaldesa de Madrid por Cs y uno de los pocos activos políticos que le van quedando al partido naranja.

La respuesta del presidente del PP daba a entender una cierta simpatía por Villacís -”me gusta que la gente buena entre en mi partido”-, pero se abstenía de contradecir a la jefa del PP de Madrid y presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, que dos días antes le había marcado el camino a Génova: “Lo mejor de Cs se vino conmigo”. Si Feijóo se proponía incluir a Villacís en el cartel electoral de las legislativas, sin problema, Ayuso no ponía objeciones, pero dejaba claro que en Madrid, donde manda ella y solo ella, el PP no haría un hueco a la vicealcaldesa en sus listas para las locales o autonómicas del 28 de mayo.

Salvo que Villacís sea de una ingenuidad impropia en quien desde hace años ejerce la política nada menos que en esa charca infestada de pirañas y cocodrilos que es Madrid, se sobreentiende que sus conversaciones con Elías Bendodo para incorporarse a las filas del PP iban por buen camino, y así lo dio a entender a personas de confianza de su partido. La operación, filtrada a la prensa, se ha visto finalmente frustrada y Villacís ha quedado en la desairada posición de la novia que es abandonada a las puertas de la iglesia donde iba a celebrarse el feliz enlace.

En términos de puro cálculo político, el fichaje de Villacís era un buen negocio electoral para ese PP que Feijóo insiste en situar en la órbita del ‘centro reformista’. Sin embargo, la respuesta ha sido no. Un no que contrasta con el sí bajito pero inequívoco del PP a Vox. En las generales previstas para noviembre, a Feijóo le gustaría ‘hacerse un Ayuso’ o, todavía mejor, ‘un Moreno’, situándose en el entorno de la mayoría absoluta, pero, ni de lejos, encuesta alguna pronostica tal cosa. Así pues, hoy Feijóo sonríe a los ultras y frunce el ceño a los liberales.

El expresidente de la Xunta da por hecho que su única opción para relevar a Pedro Sánchez como inquilino de la Moncloa es sumando fuerzas con Vox; su esperanza es poder hacerlo sin dar entrada a los ultras en un Gobierno de España presidido por él, pero los de Abascal no están dispuestos a repetir el error cometido en Andalucía tras las elecciones de diciembre de 2018, cuando desde el primer momento descartaron formar parte del Gobierno de Juan Manuel Moreno. Acabaron arrepintiéndose de ello.

Pero precisamente porque no puede permitirse el lujo de rechazar a Vox, cuantos más dirigentes y cargos públicos de Cs se integren en el PP, mejor. Un perfil político como el de Begoña Villacís habría contribuido a blanquear los oscuros manchurrones que el acercamiento a Vox está dejando en la fachada de Génova 13 que Feijóo se había propuesto encalar. O eso al menos es lo que había hecho creer a todo el mundo.

Los ultras siempre han sido el socio que preferido por Ayuso. El Feijóo que aterrizó en Génova en abril pasado daba a entender más bien lo contrario: si su antecesor Pablo Casado le había comprado el discurso a Vox, él venía dispuesto a moderar al PP y reemprender una vez más el tantas veces postergado viaje al centro. Villacís era un bonito y vistoso apeadero antes de recalar en la Estación Término, pero el convoy ha pasado sin detenerse en el andén naranja, alimentando así una vez más los insistentes rumores de que el maquinista que lo conduce no se llama Alberto sino Isabel.