El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ha aprovechado este lunes el Comité Ejecutivo Nacional de su formación para intensificar su discurso en torno a la inmigración y la seguridad, en una estrategia que parece buscar agitar ciertas emociones colectivas más que ofrecer soluciones realistas y equilibradas. Desde la sede nacional del partido, en la calle Génova, Feijóo ha acusado al Gobierno de Pedro Sánchez de “negar los problemas” relacionados con la inmigración y de “dar alas” a quienes “alimentan el odio”, una afirmación que, paradójicamente, parece deslizarse peligrosamente hacia la retórica que él mismo dice rechazar.

Feijóo ha insistido en que, si el PP gobierna, España será “un país seguro donde impere la ley”, trazando una línea clara entre el supuesto caos actual y una hipotética restauración del orden bajo su liderazgo. Ha presentado como tarea urgente “recuperar la convivencia”, sugiriendo que esta se ha perdido por culpa de un Gobierno que, según sus palabras, promueve la “fractura social” y carece de competencia para gestionar tanto la inmigración como la seguridad ciudadana.

El líder popular ha llegado a afirmar que el Ejecutivo ha dejado a España “sola o, peor aún, mal acompañada” en materia migratoria, aunque no ha especificado con qué países o instancias europeas se estaría comparando ni qué alianzas propondría como alternativa. Su intervención, más centrada en la crítica y en la descripción de un panorama sombrío que en propuestas concretas, parece responder más a una lógica de desgaste del adversario que al diseño de políticas públicas serias.

Feijóo ha acusado también al Gobierno de lanzar un “mensaje letal”, al que ha atribuido la idea de que “aquí se puede llegar de cualquier manera y que aquí se puede estar de cualquier manera”, sin integrarse ni respetar las normas. Una visión simplificada que obvia el carácter multifactorial de los fenómenos migratorios y que cae, peligrosamente, en la generalización. Aunque ha reconocido que la mayoría de inmigrantes cumplen con las leyes, su discurso parece más orientado a reforzar estereotipos que a desmontarlos.

Pero el ataque no se ha limitado al terreno de la inmigración. Feijóo ha sugerido que la supuesta inacción del Gobierno obedece a motivos más turbios: “ven en él una oportunidad partidista para desviar el foco de sus corrupciones y para alimentar su estrategia de fragmentación”. De nuevo, sin aportar pruebas específicas, el líder del PP convierte una intervención política en un ajuste de cuentas retórico, con acusaciones graves que deberían sostenerse con evidencias si se desea mantener el nivel del debate democrático.

Resulta cuanto menos paradójico que Feijóo denuncie la “irresponsabilidad” de quienes actúan desde la demagogia, mientras contribuye él mismo a inflamar un clima político cada vez más polarizado. La insistencia en términos como “convivencia”, “orden” y “sentido común” se presentan como anclajes de una visión supuestamente moderada, aunque el contexto y el tono remiten a una estrategia que bebe, cada vez más, de postulados propios de la derecha dura europea.

“El PP va a garantizar la convivencia con sentido común, unidad y responsabilidad”, ha afirmado Feijóo, defendiendo que su partido no es “el extremo contrario de este Gobierno”, sino su “opuesto”. Una distinción semántica que, en la práctica, se desdibuja en cuanto se observa el endurecimiento del discurso, la criminalización velada de ciertos colectivos y la falta de propuestas específicas que aborden los desafíos de la inmigración desde una perspectiva integradora, legal y realista.

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