La oficialización del nombramiento de Alberto Núñez Feijóo ha llegado con la platea del Fibes en pie y hablando en gallego. En este espacio multiusos de Sevilla, capaz de albergar una defunción y una coronación de forma paralela y televisada, el obituario de Casado lo han firmado los elogios al nuevo presidente del PP, constantes y demasiado amplificados como para que al líder saliente el XX Congreso de los populares no le haya resultado demasiado lento, impostado y traicionero.

Aquellos que hace unos meses, en Valencia, frente a una plaza de toros repleta y recordando a las mejores épocas de un partido en plena recomposición, ponían a Pablo Casado como la ejemplificación del trabajo bien realizado para echar a Pedro Sánchez de La Moncloa, han sido los mismos que este fin de semana, en Sevilla, sin toros pero con muchos cuernos, han cambiado de lado para asegurar la nómina tan rápido como perdían la palabra.

Feijóo ha pedido tres cosas en sus consecutivos discursos este fin de semana en Sevilla: lealtad a los desleales, unión a una formación que se encuentra inmersa en una refundación orgánica por una trama palaciega demasiado sangrienta para que alguien sobreviva, y trabajo a los que llevan más meses dedicando sus esfuerzos a posicionarse que a posicionar. Tres peticiones para volver a ser “el partido de las mayorías”: “El que quiere ganar, el que consigue ganar y el que gobierna. Eso es lo que hemos sido siempre”.

Fiel defensor del PP, con el que Feijóo dice haberse reencontrado en una gira que le ha llevado por todos los rincones de España pidiendo un voto que no estaba en disputa, el nuevo presidente de los populares -que finalmente ha conseguido 2.619 votos de los 3.111 compromisarios que estaban llamados a las urnas- ha prometido defender el nombre del partido frente a cualquier crítica o burla malintencionada. Una defensa a capa y espada de todas las etapas del PP, aunque de algunas más que de otras: “Muchas gracias especiales al presidente Aznar como al presidente Rajoy. Ellos dos son mis referentes y mis ayudas imprescindibles”. Casado fuera de la ecuación, miraba desde la primera fila del anfiteatro que albergaba su entierro político con resignación y una “gallardía” que le ha sido reconocida durante estos días, llegando a dar dos besos a una Isabel Díaz Ayuso que, pese a ganadora del envite que dinamitó la estabilidad del PP, también ha retrocedido dos pasos golpeada por las sospechas de corrupción por las comisiones cobradas por su hermano durante lo peor de la pandemia y de una forma ominosa y que invita a la Justicia a fiscalizar lo sucedido.

“Un partido de mayorías”

Ha sido su máxima durante toda la campaña realizada. Alberto Núñez Feijóo, el hombre de las mayorías en Galicia, quiere ser el hombre de las mayorías en España. Madrid no es Santiago y el gallego, que no es ningún peregrino de la política, sino un hombre de larga trayectoria y recorrido –“para lo bueno y para lo malo podéis rastrear mis decisiones”-, lo sabe. Por el momento, y para afianzar esa idea de que es necesario volver a la casa común del PP, Feijóo ha enarbolado la bandera del PP y sus décadas de historia frente a las modas, los populismos, los nacionalismos y los partidos de corta representación: "Dejemos ya de repartir carnés, de ser más españoles que nadie, más patriotas que nadie. Esta es la España de todos".

"Como me diría mi padre, a partir de hoy te queda un día menos para ser presidente del Gobierno de España. Este es el partido de los trabajadores, de la moneda, de la prosperidad, de la reforma y de la constitución de la UE", ha arrancado el presidente popular. “La mayoría de los españoles, incluidos los votantes del PSOE, saben que este no es el mejor Gobierno posible. Albergo una gran esperanza, ya que creo en nuestras posibilidades de país. Que nadie intente hacer creer que las cosas no pueden cambiar, que nadie pervierta la esencia de la democracia. Nadie tiene derecho a decir que esto no tiene arreglo, porque claro que lo tiene y lo vamos a hacer todos juntos", ha proseguido Feijóo, insistente en la necesidad de ampliar su espacio electoral.

"España merece más que un Gobierno desbordado por la realidad. España merece más que un Gobierno desunido. Algo más que un Gobierno que actúe a sus espaldas. Nos queda una larga tarea por delante, pero esa tarea ya la hemos iniciado con este Congreso", ha advertido el gallego, que, sabedor del reto que le espera, ha definido su nombramiento “como una carga y no un cargo”.

“No estaría aquí ni podré seguir sin vosotros. Podéis comprobar que esto no es una frase, sino un compromiso. Este es un momento festivo muy corto, al que le quedan minutos para finalizar, y no puedo esconder que estoy contento e ilusionado porque veo lo mismo en vuestras caras. Os mentiría si no os digo que siento una gran responsabilidad, mayor que la que sentía ayer, y probablemente menor que la que sentiré en los próximos días, meses y años”, ha proseguido el líder de la oposición.

Una oposición que piense en España

Pese a reconocer que se siente más cómodo gobernando que en la oposición, algo que no es de extrañar por su larga trayectoria al frente de la Xunta, Feijóo ha prometido una oposición que siempre piense en España, que no insulte, que tienda la mano y respete al Gobierno: “Mientras estemos en la oposición haremos lo necesario para que a los españoles les vaya lo mejor posible. Nuestros adversarios son nuestros rivales políticos, pero no España. Tendremos al país presente en cada una de nuestras decisiones", ha indicado.

"Para rectificar lo que se hace mal garantizamos nuestro apoyo al Gobierno. Para dejar de ocultar los problemas que hay y los que se sabe que vendrán, tendemos nuestra mano. Para garantizar las medidas que España necesita, tendemos la mano. Para cesar a los ministros que hacen oposición desde el Gobierno, tendemos la mano. Para bajar impuestos a la energía, garantizamos nuestro apoyo. Para proteger nuestros servicios públicos con una economía que crezca de forma sana, garantizamos nuestro apoyo", ha recitado.

“No soy nuevo, ni desconocido ni una incógnita. Un tío que cumplió 60 tacos no está para bromas. Tengo la personalidad de quien ha tomado decisiones, aprendido de mucha gente y gestionado durante años. Tengo que perfeccionar mis compromisos, pero hay cosas que no voy a hacer. Yo, a veces, no acierto. No soy infalible, pero sí soy tenaz”, ha proseguido, prometiendo que no regirá sus decisiones “en titulares, ocurrencias ni tuits”.

Promesas repetitivas -el presidente ha hablado por tercera vez en 24 horas-, argumentadas como una cantinela que cualquier presente en el Congreso podría reproducir con un acierto notable, que, sin embargo, han vuelto a ser celebradas por los presentes en un ambiente que se dividía entre el olor a incienso de un funeral y la entonación de la Rianxeira en un año Xacobeo alargado por la pandemia.