La expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha vuelto a estar en el centro del debate político tras una entrevista en 'El País' en la que no ha dudado en expresar su simpatía por el régimen franquista. A pesar de estar alejada de la política activa desde hace años, la también exministra y condesa de Bornos conserva una notable presencia mediática y sigue representando a un sector histórico del Partido Popular.
En sus declaraciones, Aguirre sostiene que la dictadura franquista “permitió que surgiera la clase media” y que “España creció de una manera exponencial”, minimizando el carácter autoritario del régimen y justificando el golpe de Estado de 1936 como una reacción inevitable ante lo que, a su juicio, fue una Segunda República sin garantías democráticas. “No fue para nada un régimen de libertades”, afirmó en la entrevista, mientras defendía que el franquismo “a la larga sí fue mejor” que la II República.
Sus palabras contrastan con la realidad histórica ampliamente documentada. El régimen franquista se instauró tras una guerra civil que dejó cerca de medio millón de muertos y dio paso a una represión sistemática. Durante décadas, miles de personas fueron ejecutadas sin juicio, encarceladas por motivos ideológicos, forzadas al exilio o internadas en campos de concentración. Las mujeres fueron sometidas a una estructura legal patriarcal que las consideraba menores de edad legales, y decenas de miles de niños fueron arrebatados a sus familias por motivos políticos. A esto se sumó una censura férrea, persecución de cualquier disidencia, torturas y la anulación de las libertades sindicales y de expresión.
Este tipo de afirmaciones han sido frecuentes en sectores ultraconservadores, pero no suelen expresarse con tanta claridad desde figuras de alto perfil en el PP. La entrevista ha provocado una ola de reacciones en redes sociales, especialmente por lo que muchos consideran una estrategia de blanqueamiento de la dictadura y una visión tergiversada de la historia reciente de España.
Las palabras de Aguirre también chocan frontalmente con el espíritu de la Ley de Memoria Democrática, impulsada por el Gobierno de coalición progresista, que busca reparar a las víctimas del franquismo, condenar el golpe de Estado y eliminar elementos simbólicos que aún rinden homenaje al régimen. La exlíder del PP madrileño, sin embargo, ha aprovechado la ocasión para criticar esta ley, insistiendo en que busca “reescribir la historia” y que “divide a los españoles”.
Aunque dirigentes actuales del PP han evitado pronunciarse directamente sobre las palabras de Aguirre, su silencio ha sido interpretado por muchos como una forma de connivencia pasiva. En un momento en que el partido intenta proyectar una imagen de modernización y centrismo, declaraciones como las de su expresidenta madrileña complican ese mensaje y reabren heridas que buena parte de la sociedad española considera aún abiertas.
La figura de Aguirre siempre ha sido polémica, pero en esta ocasión ha ido más allá de la provocación política habitual para entrar de lleno en una reivindicación del franquismo que contrasta con los valores constitucionales y democráticos del Estado español. Su discurso, lejos de ser anecdótico, resuena todavía en una parte del electorado conservador y pone en aprietos a la dirección nacional del PP.
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