El pasado domingo 13 de agosto, en el ElPlural.com publicamos un reportaje sobre el suceso, prácticamente desconocido, del accidente automovilístico del que luego fuera el dictador Francisco Franco, junto a su esposa Carmen Polo, sufrieron el 22 de agosto de 1935, un año antes de la Guerra Civil. El suceso tuvo lugar en las cercanías del pueblo salmantino de Pelabravo. Ese día el Hispano Suiza que conducía un chófer del dictador, arrolló a dos trabajadores que circulaban en bicicleta, provocando la muerte de uno de ellos. A continuación, el turismo volcó, resultando Franco ileso y su esposa solo sufrió una leve herida en la frente de la que fue atendida, eso sí, con enorme asistencia médica, ya que hasta tres doctores la vieron. Tras esa pequeña cura en la Casa de Socorro de Salamanca, se la trasladó al Gran Hotel de Salamanca.

Lo grave, obviamente, fue que el accidente segó la vida del joven de 24 años, Agustín Curto Pérez, trabajador del campo, que junto a su amigo Matías Martín Miguel, de 26 años, naturales ambos de Calvarrasa de Arriba, habían cogido sus bicicletas ese día en busca de trabajo en Calvarrasa de Abajo.

Pero la prensa nacional del momento, al hacer eco de la noticia, destacó en sus titulares que el coche de Franco había volcado, que el entonces inspector general del Ejército salió indemne y que su esposa tuvo que ser atendida de un rasguño en la cabeza. Que el joven Agustín Curto falleció por la colisión, merecía una parte secundaria de la noticia secundaria y, en ningún caso, un destacado en el titular. Lo importante es que Franco estaba vivo, no el fallecimiento de un jornalero del campo de tan solo 24 años.

Repasando la hemeroteca ampliamos algunos datos del accidente mortal. Descubrimos como la historiadora Concepción Calleja, autora del libro de anécdotas de Franco, 'Con toda franqueza', explicaba el suceso, llegando a destacar que, indicando que así lo indicaron testigos presenciales. Más información sobre este accidente se publicó en la entrevista a Calleja en la Revista 8 de La Vanguardia el 10 enero de 1999.

La localización del lugar nos señala la existencia de una curva que en 1935 era muy cerrada, en medio de un cambio de rasante. También Calleja data la hora y el modo de la colisión. Era un mediodía, concretamente las doce y cuarto de la mañana, y fueron embestidos por detrás por el vehículo oficial. En su interior viajaban Francisco Franco, su esposa, su hija Carmencita, un guardia de la escolta, llamado León Sanz, y el sargento de Ingenieros Emilio Arranz.

Velocidad excesiva

La hemeroteca nos descubre otro dato no menor, como es que el automóvil circulaba a una velocidad excesiva. Curva cerrada, cambio de rasante y una alta velocidad, fueron los ingredientes de una conducción cuando menos osada e imprudente. Tras llegar a esa curva, fue lógico que arrollase a los dos ciclistas que circulaban en paralelo. Por causa del choque, el vehículo sufrió el reventón de la rueda delantera izquierda, después se salió de la calzada por la izquierda y dio dos vueltas de campana. Finalmente, el Hispano Suiza blindado quedó volcado en la cuneta con las ruedas hacia arriba.

Franco salvó su vida gracias al blindaje del vehículo: “El coche viajaba a lo loco”

Otro dato más que complementa el reportaje pasado, es que los ocupantes del vehículo lograron salir indemnes y salvar sus vidas, debido a que el Hispano Suiza estaba blindado. Esta información fue ratificada por el diario El Adelanto, del 24 de agosto de 1935: “La primera impresión que se recibe al ver el estado del coche, es la de que parece verdaderamente imposible que los ocupantes hubieran resultado ilesos, salvo la ligera herida que sufre la esposa del general Franco. Los cristales, debido a la composición de que están hechos, no llegaron a saltar, evitando de esta forma que produjeran cortaduras en otro caso inevitables. Las bicicletas quedaron igualmente destrozadas”.

También destacó ese medio y recogió en su libro Concepción Calleja, que el coche oficial circulaba a una velocidad excesiva por una carretera en mal estado y que como recordaba muchos años después Manuel Curto, hermano del ciclista fallecido, “Todo ocurrió muy rápido”. Otros testigos aseguraron que “el coche viajaba a lo loco, levantando el polvo de la carretera”.

El entierro tuvo que pagarlo la familia del ciclista fallecido y ningún representante oficial acudió

Sobre el entierro de Agustín Curto, se sabe que tan solo asistieron sus familiares y amigos, estando ausente cualquier tipo de representante institucional. Nadie se interesó por el estado anímico de la familia. Pero lo que resulta más increíble aún es el abandono y olvido de las instancias oficiales y la ausencia, al menos, de alguna ayuda económica a la familia del ciclista fallecido. Ni tan siquiera para pagar los gastos del entierro. Manuel Curto narró las dificultades que tuvo soportar la familia para sufragar el sepelio. Una familia muy humilde a la que el óbito le costaría además unas cien pesetas. Mucho dinero en aquellos años para una familia que lo necesitaba

La sentencia

Otro aspecto que se conoció fue que meses después, comenzada ya la Guerra Civil, el padre de Curto tuvo que estar tres años en la guerra. Concluida la guerra, nadie osó juzgar al ya jefe del Estado de unos hechos acontecidos hacía cuatro años. Por ocultación, el juicio se retrasó siendo la vista oral en la Audiencia de Salamanca. Vergonzosamente, la justicia dictaminó que los gastos médicos que recibió Matías Martín Miguel, el otro ciclista que resultó herido, tuviese que abonarlos el accidentado y que los desperfectos del coche oficial los abonase el fallecido. Ignominioso que la familia del fallecido no solo no percibiese ninguna ayuda, sino que tuvo que callar ante la sentencia del juicio. También resulta chocante que no se haya podido localizar la sentencia. En los sesenta se incendió parte del juzgado y con ello, los documentos de este juicio.

Franco no quiso saber nada de la familia del fallecido

Según lo publicado por La Vanguardia de testimonios de Calleja, el padre del ciclista fallecido quiso recurrir la sentencia, pero a cambio solo recibió un consejo del secretario del juzgado: “Que no reclamara nada a nadie, pues contra esa persona nadie podía”. También el padre del fallecido escribió varias cartas a Franco para que lo recibiese en audiencia. Los escritos fueron contestados positivamente, y en dos ocasiones el padre de Agustín Curto visitó al general: “Lo único que de él salió fueron buenas palabras”. En el transcurso de estos dos encuentros con el Jefe del Estado, Manuel Curto explicó al general cuánto había significado para él la pérdida de su hijo, mucho más si se tiene en cuenta que unos años antes había perdido a un hijo de siete años, después a su mujer y más tarde a un hijo de catorce años. Pero el dictador no prestó más ayuda que la de acompañarle, verbalmente, en el sentimiento, algo propio en un hombre sanguinario y sin escrúpulos como lo fue Franco.