Si la estatua de la Justicia se volviera momentáneamente de carne y hueso para levantarse durante un instante la venda de los ojos y ver lo que viene sucediendo en los juicios sobre la caja b del PP, se bajaría de su pedestal para huir escandalizada y esconderse entre las sombras.

Bárcenas es los árboles y Rajoy es el bosque; el primero era solo el contable de la empresa; el segundo, su titular y propietario. Pero no lo ha visto así el tribunal. Es como si en el proceso judicial a Al Capone el condenado hubiera sido su contable y no él. Es como si en el proceso que condenó a Messi por fraude el condenado hubiera sido su asesor fiscal y no él.

La segunda sentencia de la caja b del PP es un dictamen sobre los árboles, no sobre el bosque, cuya abrumadora presencia es percibida por todo el mundo… salvo por la justicia. Hasta el más lego es capaz de ver lo que la máquina judicial insiste en no ver. Ello no significa que los profesionales de la justicia que han investigado, procesado y juzgado al PP hayan prevaricado: significa simplemente que, por causas que convendría examinar, no han hecho bien su trabajo.

La sentencia de la Audiencia Nacional de esta semana ha certificado una vez más que el PP tenía “una contabilidad paralela” alimentada con dinero negro proveniente de donaciones al margen de la ley y que de los ingresos y gastos de esta contabilidad “no se dejó constancia en la contabilidad oficial ni fue fiscalizada por el Tribunal de Cuentas”.  ¿Puede una empresa hacer todas esas cosas y no pagar por ello? Una empresa puede que no, pero el PP sí.

Con ese dinero ilegal se pagaron las obras de la sede central del Partido Popular y de ese dinero salieron los sueldos en sobres que cobraban los miembros más escogidos de la nomenclatura conservadora, muchos de los cuales cobraban a su vez del partido cuantiosos sobresueldos que sumaban a los que ya percibían por sus cargos institucionales. Así pues: no un sueldo, no dos sueldos, ¡tres sueldos! Como diría José Mota: no digo que me lo mejores, solo iguálamelo.

La sentencia sostiene farisaicamente que “no consta que el PP, a través de sus órganos directivos (comité ejecutivo), ejerciera un control adecuado sobre la gestión del gerente Luis Bárcenas en la fecha de los hechos”, de lo cual habrá que inferir que Bárcenas instaló por su cuenta y riesgo un pedazo de caja fuerte en el despacho de Génova 13 en la que iba guardando cientos de miles de euros que le entregaban las empresas que luego obtenían contratos de las administraciones que gobernaba el partido. Según eso, Bárcenas habría sido, más que un delincuente, un genio, 

Y todo ello sin que el partido supiera nada: el tribunal condena al PP como responsable civil subsidiario al pago de 123.669 euros. Recuérdese que la condición de responsable civil a título subsidiario sólo cabe en alguien que se ha beneficiado de un dinero sin haber participado en el delito con el que fue obtenido ni conocerlo. Hubo caja b, dice la justicia. ¿Caja qué?, replica Pablo Casado.

Además de ético, político y fiscal, el caso de la caja b del PP es un escándalo judicial. No es que la justicia no haya conseguido involucrar a Mariano Rajoy: lo que ha conseguido es no involucrarlo, que es muy distinto, si no lo contrario.

Como en el caso Kitchen de espionaje a Bárcenas para robarle papeles que comprometían a Rajoy, también en este caso el verdadero milagro de M. Rajoy es no haber sido siquiera imputado. No es el único milagro judicial obrado por San Pepé: ninguno de los máximos responsables del partido durante los más de quince años de contabilidad delictiva ha sido imputado ni, por supuesto, procesado jamás. Como diría Mota...