Con permiso de la pandemia del coronavirus, el papel de EH Bildu en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado ha acaparado todo el foco mediático en los últimos días –y todo parece indicar que así seguirá siendo en los próximos-. Políticos, agentes sociales y ciudadanos han querido plasmar su opinión sobre que el Gobierno se apoye en la formación abertzale para sacar adelante las cuentas.

En este sentido, Unai Sordo, actual secretario general de Comisiones Obreras, y anteriormente líder de CCOO de Euskadi durante ocho años, ha querido dar su visión sobre este hecho, a través de su página web. “He convivido con la existencia de la violencia y el terrorismo, la difícil realidad socio-política vasca, toda mi vida”, comienza destacando este.

“Mi barrio era un barrio obrero, con mucha inmigración sobre todo castellana y gallega. Mi instituto fue un espacio de socialización donde la complejidad sociológica vasca se expresaba en toda su extensión y a veces con toda su crudeza. Posteriores dirigentes de ETA estudiaron allí -al menos uno, muy conocido, coincidió en aquellos años- . No me tiene que explicar nadie el drama del terrorismo, las expresiones de intolerancia, el fanatismo incluso, que profesaron muchos de quienes alimentaron aquella serpiente”, continúa exponiendo Sordo. “Tampoco lo difícil que fue articular un movimiento de respuesta cívica y ética a lo que sucedía, y los pocos que se atrevían a significarse. Recuerdo las primeras concentraciones de Gesto por la Paz; recuerdo pintura azul arrojada al balcón de alguna impulsora de Gesto en mi barrio, una catequista cuyo nombre no retengo; recuerdo las caras de agresividad en la biblioteca municipal de Bidebarrieta a donde bajaba a estudiar (siempre me he concentrado muy mal en casa) la primera vez que me puse un lazo azul pidiendo la libertad de un empresario secuestrado, lazo que además iba sujeto con una estrella roja; recuerdo la cara de incredulidad de muchos cuando en “el insti” apareció un enorme papel de estraza que condenaba un atentado de ETA (atentado “execrable” decía, y era la primera vez que yo leía esa palabra)”, añade.

Hecha esta introducción, Sordo afirma que contempla con “enojo los términos del debate político respecto al apoyo de EH Bildu a los Presupuestos Generales del Estado”. “ETA ha desaparecido hace diez años. Sin obtener -ni remotamente- ninguno de sus objetivos políticos. Ni uno. Ni remotamente. Solo en un país como España a ese escenario -que en inapropiados términos bélicos se denominaría ‘derrota sin paliativos’- se le puede dar la vuelta para asemejarlo a algo así como que se está cediendo ‘no se sabe qué’ al mundo de ETA. Pensar que el acercamiento de presos de ETA a cárceles vascas o la aplicación de beneficios penitenciarios tiene que ver con objetivos de ETA es ser un indocumentado en grado superlativo. La pregunta en todo caso sería qué pinta, qué sentido tiene a estas alturas, la estrategia de dispersión y alejamiento de presos de una banda, cuando ésta ya no existe desde hace una década…”, critica el secretario general de CCOO.

“Que EH Bildu pueda apoyar unos PGE sin renunciar a sus objetivos políticos, es una muestra de normalización política que solo los más optimistas podían prever hace diez años, y ni remotamente podíamos soñar hace 15 […] Todo vale, incluso agitar el trampantojo de ETA, cuando no hay ETA, con tal de contaminar la vida política y la convivencia no ya en Euskadi (mi tierra vive en otra, en este terreno, y así les va a algunos) sino en el conjunto de nuestro país”, apunta Sordo.

“En el país que hemos hecho de nuestra Transición un mito de virtud política (pensando como pienso que efectivamente, aquel juego de correlación de fuerzas -o de debilidades- fue un proceso que a la vista de la historia ha arrojado muchas más ‘luces’ que ‘sombras’), no está de más recordar que entre las últimas ejecuciones del franquismo -27 de septiembre del 75- y las primeras elecciones democráticas tras el franquismo -15 de junio del 77-, transcurrieron 626 días. Menos de dos años. Y en aquellas elecciones concurrieron un tal Manuel Fraga -ministro con Franco y que en octubre de ese mismo año 77 presentaba una conferencia de Santiago Carrillo en el Club Siglo XXI– y un tal Arias Navarro, apodado “Carnicerito de Málaga” por su papel en el castigo y ejecución de miles de partidarios del Gobierno de la II República. Ambos en las filas de Alianza Popular. ¿Les suena, no? Y hoy, en 2020,  hay en España responsables políticos que no ‘condenan expresamente el franquismo porque ¿qué es eso de condenar una parte de la historia?’. Y sostienen gobiernos en Andalucía o Madrid”, sentencia Sordo.