Si Susana Díaz no se está enrocando, lo parece. Si, como aseguran algunos de los suyos y ella misma, no pretende aferrarse al cargo de secretaria general, la impresión generalizada es la contraria. Fundada o no al cien por cien en la realidad, combatir esa impresión es una batalla perdida.

Aunque su salida efectiva del cargo es cuestión de tiempo, en realidad de poco o muy poco tiempo, la confusión reina hoy en el PSOE andaluz, donde cunde esta pregunta: ¿por qué no está ofreciendo Díaz facilidades a Juan Espadas para que éste pueda darle, como es su intención, un adiós digno?

Aparte de los directamente implicados, nadie en el Partido Socialista de Andalucía parece saber qué está pasando exactamente tras las bambalinas donde la todavía secretaria general Susana Díaz y el nuevo líder del partido Juan Espadas negocian los términos de la despedida de la primera de la sede regional del partido en la calle San Vicente y del Parlamento de Andalucía, cuyo grupo socialista preside aunque sir ejercer el cargo.

El entorno del alcalde de Sevilla dice tener constancia inequívoca de que el principal obstáculo para que Díaz deje la Cámara autonómica y ocupe escaño en el Senado es su exigencia de que el senador al que ella sustituiría sea Miguel Ángel Vázquez, que militó en las filas susanistas pero rompió abruptamente con su pasado y ha sido uno de los puntales de la campaña de Juan Espadas en las primarias que éste ganó el 13 de junio.

Los dos restantes de los tres senadores socialistas por designación autonómica son Fernando López Gil y Marisa Bustinduy, cercanos a Díaz. Para las fuentes consultadas, es "cutre y poco profesional" que una transición pacífica, de gran importancia para el partido en este momento de debilidad, pueda estar bloqueada por un asunto de tan escaso fuste.

Desde el entorno de Díaz niegan consistencia a esa interpretación: la consideran 'mercancía averiada' que personas afines a Espadas, pero no el propio Espadas, quieren colocar en el mercado informativo. Aun así, no acaban de clarificar por qué la secretaria general quiere -o da la toda la impresión de que quiere- seguir siéndolo. Es lo que dijo la noche del 13-J y desde entonces no ha vuelto a hablar.

Con cierta impotencia, desde el bando vencedor de las primarias se preguntan cómo convencer a Díaz de que se vaya. “Nadie entiende qué quiere”, aseguran. “¿Por qué no genera buen rollo para pactar su salida?”, confiesa a El Plural una fuente conocedora de las negociaciones.

Espadas volvió a reiterar ayer que “no hay bicefalia” en el PSOE-A, pero es consciente de que mientras Susana Díaz siga ahí la sensación generalizada en el partido y entre los observadores es que el resultado de las primarias no se ha trasladado de manera efectiva a la cúpula de la federación socialista andaluza.

En el propio entorno de Díaz se admite que muchos de sus más cercanos colaboradores esperaban que la secretaria general mostrara, la misma noche de su derrota, su disposición a abandonar el cargo de manera inmediata.

El diario El País adelanta hoy que Ferraz está decidido a adelantar las primarias del PSOE andaluz para elegir a su secretario general, en las que seguramente Espadas sería el único candidato ya que Díaz ya ha dicho que no optaría al cargo ni, por lo demás, tendría posibilidad alguna de ganar tras su derrota del 13-J para elegir al candidato socialista a la Presidencia de la Junta. 

Si antes de que se materialice la amenaza de Ferraz Díaz optara por la dimisión, los estatutos prevén poner el partido en manos de una gestora, una alternativa que no gusta nada a Juan Espadas, pues enturbiaría una transición que él quiere que esté marcada por la normalidad.

El artículo 344 de los estatutos del PSOE dice así: "Dimisión de la Secretaría General o del 50 por ciento de los miembros de la Comisión Ejecutiva. Únicamente dará lugar a la constitución de una Comisión Gestora cuando dimita la persona titular de la Secretaría General en el ámbito municipal de gran ciudad, comarcal, provincial, insular, regional, de nacionalidad o federal".

El adelanto a junio de las primarias para elegir el cabeza de cartel a la Junta, previstas para diciembre, ha creado un cierto limbo orgánico. Reglamentariamente, la secretaria general puede seguir siéndolo seis meses más, pero políticamente no tiene sentido la cohabitación del flamante líder con un cadáver.

El adelanto por las bravas de las primarias a secretario general afianzaría en el imaginario socialista el relato y la imagen de una Susana Díaz mala perdedora y sin cintura para aceptar con deportividad un resultado adverso.

Los resultados del 13-J demuestran que su determinación de presentar batalla fue un error: un error que la honra, puesto que dijo no al ofrecimiento de Pedro Sánchez de presidir el Senado, pero un error que no debería prolongar cometiendo otro más.

Los hechos son amargos: Díaz perdió en 2017 contra Pedro Sánchez, que le arrebató una secretaría general que ella veía al alcance de su mano; perdió en 2018 contra la derecha, cuando ésta le arrebató la Junta de Andalucía; y ha perdido en 2019, cuando el 97 por ciento de los apoyos de hace siete años ha menguado hasta un 38 por ciento. Ha llegado la hora de decir adiós.