Según el centro de estudios de opinión de la Generalitat, el Gobierno de Quim Torra es el peor valorado desde que Artur Mas accediera a la presidencia a finales de 2010. Para la ANC, además, es un simple gobierno autonomista que no cumple sus promesas para con los soberanistas, tal como recoge un video de la asamblea. El diálogo con el gobierno Sánchez sigue adelante a pesar de no concretar resultados palpables en ninguna de las aspiraciones fijadas como esenciales por Torra, tales como la autodeterminación; incluso aplazando la creación de una mesa de partidos que parecía inminente se salva la rutina de seguir dialogando. Él, por su parte, en la hipótesis de una sentencia condenatoria a los procesados, sigue dudando entre volver a la vía unilateral o irse a casa.

En esta coyuntura tan adversa, un auténtico viernes negro para Torra, llega el día de la puesta en marcha de la Crida Nacional que dirigirán Carles Puigdemont desde Bruselas y Jordi Sánchez desde la cárcel, a través de persona interpuesta, el exalcalde de Cerdanyola por Iniciativa, Antoni Morral, en su condición de secretario general. El nuevo partido nace sin haberse despejado la incógnita de su relación con el PDeCat ni su participación en las elecciones municipales lo que viene a ser un nuevo factor de confusión en el ámbito soberanista. Todavía se desconoce el papel que pueda tener Torra en el entramado político de la Crida y el PDeCat. 

Aunque es previsible que este fin de semana se multipliquen en la asamblea de la Crida las apelaciones a la unidad independentista, al menos de cara a las elecciones locales, ERC acaba de enviar una declaración de intenciones al respecto, votando a favor de la propuesta de la alcaldesa Ada Colau de conectar los dos tranvías por la Diagonal de Barcelona. Con este voto, Ernest Maragall viene a confirmar que la distancia entre Comunes y republicanos en la capital de Cataluña tenía un nombre propio, Alfred Bosch, y que una vez despejado el camino, las posibilidades de acuerdo de la izquierda en el nuevo consistorio se disparan. Para las elecciones europeas, ERC ha cerrado ya una candidatura con BNG y Bildu, encabezada por Oriol Junqueras.  

La única buena noticia para el presidente Torra es que la Intersindical-CSC ha registrado paros generales para la primera semana de febrero, coincidiendo muy probablemente con las primeras jornadas del juicio en el Tribunal Supremo, aunque formalmente la convocatoria alude al séptimo aniversario de la aprobación de la reforma laboral del PP y a la negativa a derogarla por parte del gobierno Sánchez. La mayoría de actores independentistas, con la ANC y Ómnium a la cabeza, ya han expresado su apoyo a la protesta.

El presidente del Gobierno catalán, del que el 53,1% de los catalanes cree que no sabe resolver los problemas del país, solo obtiene el aplauso de los suyos cuando anima a los comités de defensa de la república a actuar, como cuando dijo “apretad, hacéis bien en apretar” en la conmemoración del primer aniversario del 1-O. Por todo lo demás, según se desprende de la campaña de la ANC, Torra es una máquina de decepción.

En un video de balance del gobierno, en el que repasan las siete promesas más relevantes del presidente, le afean el no haber investido a Carles Puigdemont, no haber restituido al gobierno legítimo (el procesado), no haber restablecido las 16 leyes suspendidas por el Tribunal Constitucional, ni haber puesto en marcha la hacienda catalana ni haber convocado la asamblea de cargos electos. Las dos promesas que le quedan pendientes son la de hacer caer el gobierno Sánchez si no acepta el derecho de autodeterminación y la de no aceptar las sentencias del Tribunal Supremo. En el video de la ANC, reproducido generosamente en la televisión catalana, se acompañan estas dos últimas previsiones con interrogantes.

Carles Puigdemont ha salido en defensa de su sucesor y aliado, afirmando que las enormes dificultades que encuentra el gobierno Torra para cumplir sus propósitos exigen “comprensión y lealtad” por parte del independentismo.  Pocas horas después de este mensaje, los interlocutores habituales de los dos gobiernos -la vicepresidenta del gobierno Sánchez, Carmen Calvo, Pere Aragonés y Elsa Artadi, vicepresidente y portavoz de la Generalitat, respectivamente- se reencontraban con toda normalidad, con expectativas moderadas y avances mínimos, convirtiendo el diálogo en una nueva rutina institucional, olvidada durante años.