Como en el famoso minicuento de Augusto Monterroso -“cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”-, nos hemos despertado y hemos visto que el “Sindicato del Crimen” está todavía aquí. Tal vez algunos, por edad, pueden ignorar a qué me refiero; otros quizás ya no lo recordaban o no querían recordarlo, y algunos, como yo mismo y todos aquellos que por suerte no tenemos una desmemoria selectiva, ya nos temíamos que el “Sindicato del Crimen” nunca había dejado de estar aquí.

¿A qué me refiero cuando hablo del “Sindicato del Crimen”? Me refiero a algo que saltó por primera vez a la luz pública cuando nada más y nada menos que tres famosos periodistas nada sospechosos de afinidades ideológicas y políticas con el PSOE como son Luis María Anson, Pablo Sebastián y Luis del Olmo reconocieron que el 13 de agosto de 1993 tuvo lugar en Marbella una reunión a la que asistieron también, entre otros, Pedro J.Ramírez, José Luis Balbín, Manuel Martín Ferrand, Antonio Burgos, Antonio Herrero, José Luis Gutiérrez, Julio Cerón, José María García, Federico Jiménez Losantos, Camilo José Cela, Antonio Gala, Francisco Umbral, José Luis Martín Prieto, Antonio García-Trevijano, Raúl del Pozo y Julián Lago, con el objetivo formal de fundar la Asociación de Escritores y Periodistas Independientes (AEPI), que no tardó en ser conocida, tras algunas deserciones como las ya citadas y otras, con el nombre de “Sindicato del Crimen”. Su objetivo era exclusivamente político: desalojar “como fuera” a Felipe González de la Presidencia del Gobierno de España.

Una conspiración política, financiera y mediática de muy alto calado, consistente en una campaña de intoxicación informativa

Lo reconoció Luis María Anson en unas declaraciones al escritor y notario Santiago Belloch publicadas en el semanario Tiempo. No obstante, el escritor José Luis de Vilallonga ya lo había denunciado mucho antes, tan solo un año después de la fundación de la AEPI, en un valiente artículo publicado en La Vanguardia el día 22 de agosto de 1994. En aquel artículo Vilallonga denunciaba la existencia de una conspiración política, financiera y mediática de muy alto calado, consistente en una campaña de intoxicación informativa destinada en primera instancia a forzar la dimisión o el cese del entonces vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra, para pasar luego a provocar la caída del presidente Felipe González y, como pieza mayor y final de aquella cacería, obligar al rey Juan Carlos a renunciar al trono, para dar paso a la proclamación de la Tercera República Española, con Antonio García-Trevijano como más que previsible presidente de la misma, aunque también se barajó al respecto el nombre de Mario Conde.

Para llevar a cabo toda aquella conspiración política e institucional tan potente y ambiciosa -en la que, en palabras del propio Luis María Anson, “se rozó la estabilidad del Estado”; Luis del Olmo fue todavía más claro al respecto: “En cuanto olimos la mierda que había allí, salimos zumbando”- se recurrió al uso y abuso de las “cloacas del Estado”, y en concreto a los muy bien pagados servicios de un antiguo agente del CESID, predecesor del CNI actual, el coronel Juan Alberto Perote, que sustrajo abundante documentación confidencial y secreta del organismo para el que trabajaba, razón por la que fue despedido del mismo en 1991 y fue condenado en 1997 por el Tribunal Militar Central a siete años de cárcel por revelación de secretos.

Desaparecida ya por suerte la AEPI desde hace muchos años -a causa sobre todo de los demoledores efectos que para aquella entidad tuvo la valiente denuncia hecha por José Luis de Vilallonga en La Vanguardia con el apoyo del entonces director del periódico, Joan Tapia, pero también porque Felipe González perdió al fin las elecciones en 1996, después de más de trece años de sucesivos gobiernos socialistas-, el “Sindicato del Crimen” reapareció inmediatamente después del inesperado triunfo electoral del PSOE en los comicios generales de 2004.

 El “Sindicato del Crimen” sigue. Lo estamos comprobando una vez más estas últimas semanas, tras la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy

La teoría de la conspiración acerca de la autoría material e intelectual de los criminales atentados terroristas del 11-M en Madrid, mantenida contra viento y marea por algunos medios de comunicación y en especial por parte del PP -incluso después de las correspondientes sentencias judiciales firmes-, intentó, afortunadamente sin éxito, deslegitimar el acceso de José Luis Rodríguez Zapatero a la Presidencia del Gobierno, después de ocho años con el PP en los gobiernos presididos por José María Aznar, un largo periodo sin que se detectase ninguna intervención por parte del “Sindicato del Crimen”.

No obstante, es evidente que el “Sindicato del Crimen” seguía todavía allí. Y está muy claro que sigue todavía aquí. Lo estamos comprobando una vez más estas últimas semanas, tras la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa y al PP del Gobierno, con su sustitución a cargo de Pedro Sánchez y el PSOE. Lo estamos comprobando con las interesadas e insistentes filtraciones de grabaciones procedentes de nuevo de “las cloacas del Estado”. En este caso, se trata de documentación sonora que procede de la más que abundante fonoteca, no se sabe si manipulada o no, acumulada durante muchos años por un antiguo alto cargo policial reconvertido desde hace años en empresario privado, Juan Manuel Villarejo, que lleva ahora ya cerca de un año en prisión preventiva por orden judicial.

Recordemos, pues, el minicuento de Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Lo que resulta a mi modo sorprendente, y tal vez sintomático, es que el dinosaurio solo se deja oír cuando la derecha pierde el gobierno en España.