¿Se hiere y ofende a alguien cuando públicamente es tildado de asesino y genocida desde los púlpitos de las Iglesias o las tribunas de determinados medios de comunicación por la única razón de que se sea partidario de la legalización del aborto? Viene esta cuestión a cuento de la condena a Rita Maestre, la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, a pagar una multa de 4.320 euros por protagonizar hace cinco años junto a otros compañeros -cuando era estudiante universitaria- un acto de protesta contra la existencia de una capilla católica en una Universidad pública porque entendía que la Constitución consagra la aconfesionalidad del Estado.

El artículo 525.1 del Código Penal esgrimido por la sentencia condenatoria establece que “incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican”.

Sin embargo, no sólo los creyentes pueden ser objeto de ofensa y, en este sentido, el apartado segundo de este mismo artículo expresa que “en las mismas penas incurrirán los que hagan públicamente escarnio, de palabra o por escrito, de quienes no profesan religión o creencia alguna”.

En este marco jurídico y de convivencia cabe, entonces, preguntarse ¿Por qué una persona no católica ha de considerar respetable ideas y creencias tan disparatadas para él, como la existencia de un dios con tres personas distintas o de una mujer que siendo virgen es, a su vez, madre de su propio creador, cuando algunos católicos y, fundamentalmente la jerarquía de su Iglesia, no sólo no respetan las ideas y actitudes ajenas, sino que se permiten descalificar e injuriar con impunidad y gravemente a las personas que las sostienen, llamando depravados y prostitutos a los que tienen relaciones sexuales con una pareja del mismo sexo o asesinos a los que deciden la interrupción de un embarazo al amparo de una legislación que se lo permite?

La sensibilidad no es patrimonio exclusivo de los católicos porque, si bien los que no lo somos hemos echado callo tras cientos de años sufriendo persecución, tortura e, incluso, muerte por sostener ideas contrarias a las suyas, tenemos también -que nadie lo dude- nuestro corazoncito. Emulando a Shylock en la obra “El mercader de Venecia” de Shakespeare, podríamos decir aquello de que si a los demás “nos pinchan, ¿acaso no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿acaso no reímos? Si nos envenenan, ¿acaso no morimos?”.

Termino de escribir esta reflexión cuando me llega la noticia de que la presidenta de la Comunidad madrileña, Cristina Cifuentes, ha declarado que espera una "respuesta política" a la condena de Rita Maestre. ¡De traca!