Ahora en invierno están de nuevo de moda los deportes en nieve. Millones de personas planifican sus vacaciones en lugares a donde puedan ir, por ejemplo, a esquiar. Éste es un deporte que se vuelve muy popular en esta temporada, y a pesar de que muchos lo adoran y lo encuentran fácil, otros, como yo, le tienen terror. El solo hecho de pensar en perder el control de tu velocidad y venir a aterrizar quien sabe cómo y dónde, es terrible. Quizás por eso prefiero que mi práctica deportiva se limite a jugar y arriesgar en las apuestas de http://www.eurokingcasino.es.



La emoción del deporte se mezcla con la belleza de los paisajes



Pero no dejo de admitir que los deportes de invierno, y en particular el esquí, ejerce cierta fascinación sobre mí, cuando solo estoy en calidad de observador. A eso ayuda, sin duda, la belleza de los paisajes invernales y el encanto que ejercen los más tradicionales parajes donde este se practica, sean en los Alpes, los Pirineos, los Andes, o sus equivalentes de Norteamérica. Para las personas que vienen de países tropicales y cálidos, para las cuales este deporte es algo completamente exótico, la primera sensación debe ser una mezcla de curiosidad miedo y encanto.



La gente comienza a reservar hoteles desde el verano para asegurar su alojamiento en invierno. Todo colapsa. Las vías, los hoteles, las estaciones de esquí… Es una locura la cantidad de gente que se mueve para esto.





Los instructores están capacitados para ayudar a los principiantes



Como quiera que sea, es un deporte que puede ser muy peligroso y que requiere de una concentración total, proporcional a lo complejo de la ruta y a la velocidad con la que se vaya. Hay momentos en los que, simplemente, no hay lugar para las distracciones. Todos los sentidos deben estar puestos en función de la ruta y cada músculo del cuerpo listo para reaccionar ante cualquier eventualidad. Esta característica no la tienen todos los deportes, y es tal vez eso lo que lo hace tan emocionante.



Claro, los planes familiares, sobre todo cuando hay niños, son bastante suaves, adaptados a las características de los principiantes y con instructores preparados para socorrer a los aprendices ante cualquier caída, por lo demás, inevitables en los primeros intentos. Y aunque en las primeras lecciones la gente la pasa mal, en general, una vez que se empieza a dominar esta complicada técnica, se convierte en una adicción. Aprendes a ir a tu ritmo y a dejarte llevar por esa nueva sensación de libertad en la inmensidad de una montaña cubierta de nieve.