Una III República inviable
Prego, sin embargo, termina sus reflexiones negando la viabilidad de la III República. Afirma lo siguiente: “Por mucha indignación que sienta ahora mismo el pueblo soberano, hay que decirle que el recurso retórico a la implantación de una República en España es un delirio. Además de ser del todo inconveniente, exigiría, no un cambio, sino una revolución legal en toda regla que pondría la Constitución entera patas arriba”. Prego añade como colofón: “¿Quién podría poner hoy sobre la mesa tres o cuatro nombres, no más, de personajes públicos rigurosamente respetados por la inmensa mayoría, que no fueran discutidos, acusados, rechazados o incluso perseguidos por una u otra parte de la ciudadanía y que, gracias a ese respeto generalizado, pudieran ser los candidatos ideales a presidir una hipotética Tercera República Española? Pues entonces…”
Pues entonces, ocurre que Prego por un lado, y con certezas notorias, pone a caldo a esta Monarquía como consecuencia de las andanzas económicas, presumiblemente ilegales, de Urgangarin, y por el otro lado, asusta al personal ante la posibilidad de que llegara la III República. ¿Pero qué mal hay en una República? ¿Por qué sólo nombrar la palabra República parece a muchos españoles -a veces más ignorantes que reaccionarios- que estemos hablando de Satanás y compañía? En cuanto a esos maravillosos “personajes públicos”, sepamos que en las Repúblicas no se escoge a su presidente buscando digamos el consenso, sino votando. En la Monarquía no hay urnas. En la República, sí las hay. ¿Qué régimen, pues, Prego, es más cercano a la democracia? ¿La Monarquía o la República? ¿Por qué hay que temerla?