Los vecinos de Budapest debían de andar recelosos con la escena: ¿la afición llegada desde Sevilla tenía vínculos con la Unión Soviética? ¿a qué venía esa estrella roja que los suportes del Sevilla FC ondeaban con orgullo en el Puskas Arena? Para tranquilidad de todos aquellos que temen el expansionismo soviético, la bandera andaluza con una céntrica estrella roja no tiene nada que ver con la extinta URSS.

La presencia de la bandera blanquiverde con una estrella roja central es un clásico en las gradas de los ultras del Sevilla FC. Es la ‘arbonaida’ que, en su versión reivindicativa de izquierdas y nacionalista sustituye al escudo de Hércules las columnas y leones –la insignia oficial de Andalucía– por una estrella roja.  

Los Biris, los seguidores más acérrimos del Sevilla FC, viven un sueño expansivo en Europa con la consecución de la 7ª Europa League. En sus viajes al extranjero, como demuestra la experiencia de la final de Budapest, la arbonaida no puede faltar. Para gran parte de los fieles del estadio Ramón Sánchez-Pizjuán la reivindicación andalucista es parte de sus convicciones. Y el señorío del Sevilla en la competición europea exacerba un sentimiento que siempre ha poblado las gradas sevillistas.

La palabra ‘arbonaida’, al igual que ikurriña o senyera, significa bandera en andaluz. Según informa el Instituto de Identidad Andaluza deriva del término árabe andalusí "albulaida", que significa mi tierra, mi país. La palabra, adaptada al dialecto andaluz queda como sinónimo reivindicativo.

Aunque la arbonaida no es exclusiva ni excluyente en las gradas del Pizjuán, los Biris se definen nacionalistas andaluces orgullosos. Eso no implica que la afición rival, la del Real Betis Balompié no enarbole igualmente la bandera nacionalista andalucista, como demuestran los supporters de Gol Sur béticos, igualmente reivindicativos del nacionalismo andaluz.

Nacionalismo incluyente y buena gente

Que las palabras con terminación en -ismo acusan tendencias o doctrinas nos lo dice la RAE. Pero… ¿puede un nacionalismo no ser excluyente sino incluyente, un nacionalismo buena gente? Así se presenta el nacionalismo andaluz, es reivindicativo, pero no pone fronteras para diferenciarse de los de fuera.

El escritor Antonio Manuel, reivindicador de la identidad histórica andaluza y autor de ‘La huella morisca’, señala que la arbonaida es una bandera “que representa un discurso alternativo –a nacionalismos y regionalismos– por ser la bandera de la diversidad... representa un discurso inclusivo”.

La afición del Sevilla FC llamó a usar la arbonaida junto a senyeras en las gradas de un partido FC Barcelona–Sevilla FC para reivindicar los nacionalismos y rechazar la aplicación del artículo 155 en 2018. Era un acto de solidaridad identitaria. Sin embargo, el independentismo catalán pasa por ser la antítesis emocional de un nuevo andalucismo que se siente pilar de la identidad nacional, a la vez que maltratado política e institucionalmente desde Madrid. Esta variable, con la connotación que adquiere la pulsión nacionalista al sur de Despeñaperros, en comparación con las reivindicaciones vascas o catalanas, ha terminado por introducir la carrera andalucista en el Parlamento de Andalucía. 

Emoción a flor de piel

La Fundación Centro de Estudios Andaluces (Centra), el CIS andaluz que depende de la Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía, cuestionó este 28F por el sentimiento andaluz. La respuesta que obtuvo de la sociedad es que esta pulsión no deja de crecer. Un 20% de los encuestados se siente más andaluz que español, los que no difieren entre sentirse andaluz y español disminuyeron respecto a la anterior consulta de 2019.

Respecto a la identidad, el CIS cuestionó además por símbolos como la bandera y el escudo –el oficial, no la de la estrella roja­– y la respuesta fue contundente. Un 93% se siente identificado con sus símbolos. Otra de las reivindicaciones andaluzas incluidas en este apartado es su habla y su acento.

Hay, desde Andalucía y para España, un sentimiento reivindicativo de hablar en andaluz y esgrimir símbolos propios. La campaña de un popular marca de cerveza supo ver esa latencia y la convirtió en éxito comercial. El andalucismo ha alcanzado su máximo registro demoscópico, comparando encuestas previas del CIS y otros trabajos demoscópicos. La política no permanece ajena a este corriente.

Mi arbonaida es más grande que la tuya

A excepción de Vox, por mucho que Macarena Olona se flamenquizara en su pulso por las autonómicas de 2022, en Andalucía hace años que todas las agrupaciones políticas han emprendido una carrera para ver quién representa más y mejor al verdadero andalucismo.

No se trata solo de que todos los representantes institucionales visiten la Feria de Sevilla y las representantes vayan ataviadas de flamenca, sino de crear un institucionalismo ideológico que de cabida a una rara avis de los nacionalismos como es el andaluz.

El andalucismo permaneció durante mucho tiempo enraizado a los movimientos rurales o sindicalistas de izquierdas. El PSOE andaluz supo institucionalizarlo y durante mucho tiempo representó un sentimiento nacional suave.

Cuando el secesionismo catalán replanteó el encaje de los nacionalismos, la entonces líder andaluza, Susana Díaz, optó por un Andalucía “exige no más que otras comunidades –en comparativa con Cataluña– pero no menos”. Adelante Andalucía hizo suya la reivindicación andaluza, pero no solo en lo administrativo, sino en el plano cultural. Reivindicar el acento andaluz y poner el foco en la estigmatización de Madrid, Cataluña o País Vasco para con lo andaluz fue un componente disruptivo del discurso de la nueva izquierda. El nacionalismo andaluz había vuelto a la arena política.

Lo que pocos esperaban es que fuera el PP de Moreno Bonilla quien mejor enarbolara la arbonaida. Apostados en el Palacio de San Telmo, los populares han adaptado el relato andalucista a su gestión, que se basa en oposición frontal al Gobierno central.

El caso de Doñana es el ejemplo más reluciente. La Junta se erige en defensora de los campesinos andaluces ante los abusos de Madrid, Bruselas o la Unesco. El eslogan victimista, al igual que el Procés acuño el ‘España nos roba’, es el ‘a Andalucía ni agua’, en alusión a la falta de inversiones hídricas que denuncian el PP andaluz, un presunto agravio comparativo con vascos y catalanes.

Moreno Bonilla ha salido como espadachín defensor de los andaluces cuando TV3 parodió a la Virgen del Rocío o cuando una enfermera andaluza fue acosada por la Generalitat al quejarse de tener que aprender catalán para ejercer. Más allá del envite al enemigo común, el nacionalismo malo y antipático de Cataluña, se ha reunido con históricos del andalucismo como Rojas Marcos o llegó a celebrar el 4 de diciembre, la versión underground y emocional del Día de Andalucía que conmemora el asesinato del joven García Caparros en el 77, a mano de los grises.

Ahora que la bandera andaluza se sigue agrandando gracias a la increíble gesta deportiva del Sevilla en la Europa League, más políticos tendrá una nueva oportunidad de demostrar que le abriga la bandera más grande, por mucho que sea de nueva confección.