El aniversario de la crisis interna del Partido Popular es también el de Alberto Núñez Feijóo como líder del partido. Aunque habría que esperar al 2 de abril para que el gallego asumiera de forma oficial su cargo de presidente de los populares, fue durante la madrugada del 24 de febrero cuando el expresidente, Pablo Casado, se vio forzado a pactar su salida con los barones territoriales del partido. Fue en ese momento cuando se puso encima de la mesa el perfil de Feijóo como el del único candidato con posibilidades de consolidar de nuevo al PP.

Desde entonces, el presidente popular ha desarrollado una estrategia política de oposición que, a pesar de ser firme en el objetivo de lograr la presidencia del Gobierno en las próximas elecciones, ha ido dando ciertos bandazos.

El momento dulce: moderación y economía

La primera gran cita electoral después de que Feijóo asumiera el mando fueron las elecciones de Andalucía en junio de 2022. La mayoría arrasadora del popular Juanma Moreno Bonilla en la región, tras años de desgaste socialista, dieron empaque a la figura de moderación y gestión popular. La victoria en Andalucía suponía la ratificación de esa imagen conservadora pero moderada de la que hacía gala el gallego desde su llegada a Madrid. Ya desde que asumiera su cargo, la prensa otorgaba al expresidente de la Xunta de la Galicia los calificativos de “gestor”, “perfil económico” y “hombre de Estado”. El PP comenzó una tendencia de crecimiento en las encuestas que cogió ritmo tras la victoria de Monero Bonilla, al ser este uno de los activos claves para Feijóo.

Además, conscientes de que la inflación y la posibilidad de una crisis económica eran las principales preocupaciones de la mayoría de los ciudadanos, los populares impregnaron su discurso de un carácter económico, señalando las debilidades y flaquezas que presentaba España a consecuencia de la consecución de la pandemia y la guerra. Desde que Feijóo aterrizase en Génova, el PP ha atribuido los impactos financieros de estos hechos coyunturales a la gestión del Gobierno de coalición, acusando al Ejecutivo de ser el responsable de una nueva recesión (que finalmente no llegó). Desde Moncloa respondieron con una táctica que mantienen a día de hoy: la demostración en datos de la eficacia del incremento del gasto social y de los impuestos a “los que más tienen” para paliar la deriva inflacionista. Un planteamiento que desde el Gobierno han complementado apuntando al tipo de medidas, basadas en recortes a la mayoría social, que llevaron a cabo los populares tras la crisis de 2008.

Un estancamiento provocado por deslices y titubeos

Las equivocaciones económicas del gallego y la falta de consistencia ideológica en sus posturas han provocado un estancamiento en las encuestas y una caída de credibilidad a quien acumuló cuatro mayorías absolutas en Galicia. La paralización “del efecto Feijóo” se vio además agravada por la prueba de que España no era, ni mucho menos, de los peores países en Europa en cuanto a desempeño económico, como había vaticinado el líder popular. De hecho, con 2022 ya terminado, el Ejecutivo se colgó la medalla de haber sorteado la temida crisis económica derivada de los efectos de la guerra de Ucrania, una recesión que sí llego a países reputados y vecinos, como el Reino Unido.  

Asimismo, el presidente del PP ha tenido que hacer frente a una cuestión que tras la salida de Pablo Casado había quedado en barbecho: los rifirrafes entre Génova y Puerta del Sol. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha adquirido, tras su mayoría absoluta, una firmeza y confianza que en ocasiones le ha llevado a cuestionar las posturas de Génova. A pesar de que cuando Feijóo se convirtió en el líder popular su entorno político más próximo asegurase “no nos preocupa Ayuso. Sí, tiene mucho poder en Madrid, pero nosotros no somos nuevos. Tenemos mucho a nuestras espaldas y si quisiera guerra, estará fuera”, la presidenta de la Comunidad se ha permitido marcarle el paso a su presidente.

La cuestión del Consejo General del Poder Judicial fue uno de los mejores ejemplos, pues fue Ayuso quien presionó a Feijóo para romper el pacto sobre el Poder Judicial con el PSOE, cuando el acuerdo estaba casi listo. Fue el propio entorno de Ayuso quien confirmó que ella estuvo en contacto el presidente popular en el momento decisivo antes de la ruptura de la negociación. “Será con otro PSOE” se escudaba el gallego, mientras el socialista inmerso en la negociación, Félix Bolaños, afirmaba: “Empieza el declive definitivo de Feijóo, que no ha aguantado la presión”.

También ha habido contradicciones entre la presidenta de Madrid y el gallego respecto a la cuestión del aborto, pues ambos han tenido posturas contradictorias; ella en septiembre reivindicó que las jóvenes de 16 y 17 años pudiesen abortar sin consentimiento paterno que exigía él. Hace tan solo un par de semanas el líder popular decía que era un “derecho de la mujer” y la lideresa decía no estar tan segura. Entonces, Feijóo, una vez más, rectificaba y consideraba el aborto como un derecho, pero no “fundamental”.

En definitiva, si de algo ha dado buena cuenta el líder popular es de su “flexibilidad” a la hora de cambiar de discurso, por lo que está por ver con qué argumentos encarará las elecciones generales que tendrán lugar este año y cómo va adaptando su estrategia en función de los resultados de los comicios previos: los municipales y autonómicos.