Dave Skylark (James Franco) es un famoso presentador de un programa de televisión de entrevistas sensacionalista que trabaja junto a su amigo y productor Aaron Rapoport (Seth Rogen), quien decide un día que deben dar un giro a su carrera y “ponerse serios”. Tras descubrir que Kim Jong-Un es un gran fan del programa, deciden proponerle una entrevista. Una vez lograda, la CIA pide a la pareja que asesinen a Kim. Sin embargo, una vez en Corea del Norte, las cosas no irán saliendo como estaban planeadas.
Ataque coreano, campaña de marketing o ambas cosas
Aunque se quiera evitar, es evidente que las cuestiones extracinematográficas relacionadas con The Interview condicionarán, ya lo han hecho, cualquier acercamiento a la película. Ya haya sido la causa o no del Sony Hack presumiblemente lleva a cabo desde Corea del Norte o bien objeto de una de las más complejas y rebuscadas campañas de marketing, o ambas cosas, ya que lo segundo ha aprovechado lo primero de manera clara, lo cierto es que The Interview se ha convertido en uno de los títulos más comentados y vistos de los últimos meses. Disponible en Internet para descarga “ilegal” después del ataque a Sony, estrenada después con enorme éxito en plataformas de video baja demanda el 24 de diciembre y en salas al día siguiente con gran afluencia de público, la película dirigida por Evan Goldberg y Seth Rogen, también protagonista junto a James Franco, tendrá que soportar el peso de toda la polémica alrededor de ella a la hora de evaluarla. Pero lo justo es ver y hablar de The Interview dejando de lado todas las cuestiones anteriores y acercándose a ella a partir de sus cualidades cinematográficas, que son francamente irregulares.
La hipérbole de la realidad
Teniendo en cuenta que la película se inscribe dentro de la comedia negra y de la sátira, el planteamiento argumental, insostenible desde muchas perspectivas, puede ser aceptado sin problema: se sobreentiende que el sentido hiperbólico de la idea debe ser el punto de partida para llegar a algo más, para entregar algún tipo de crítica o de discurso o simplemente una visión de una realidad o unas circunstancias determinadas. Por eso desde el comienzo se admite la premisa y el espectador se puede dejar llevar por una trama que no pretende ser realista ni incluso verosímil, algo que es patente de principio a fin. Lo que buscan los responsables de The Interview y consiguen tan solo en determinados tramos es llevar a cabo una sátira a base de extremar los elementos, lo cual conlleva el peligro de crear una mirada demasiado exagerada y enfática. Goldberg y Rogen asumen el riesgo y se alejan de toda sutilidad posible. En su anterior película, Juerga hasta el fin, mucho mejor y más interesante que The Interview en su conjunto, realizaron una película en la que algunos modos de la llamada “nueva comedia americana” se daban la mano con una visión sobre, precisamente, esa corriente y ellos mismos, irónica y satírica, una suerte de autoparodia de su cine y de la imagen que proyectan en él. Ese tono está presente en The Interview, sin embargo, aquí lo que la pareja de directores maneja es bastante más serio y complejo.
Sátira 1: Los medios y los presentadores estrellas
La película despliega un sentido paródico que se abre en varias direcciones y tan solo queda más o menos bien resuelta aquella que se centra en la manipulación de los medios en relación a la manipulación que ejerce un régimen dictatorial así como la sátira dirigida hacia ciertos presentadores de televisión personalizada en Skylark, demasiado enfatizada por la interpretación, algo cargante, por parte de Franco, personaje que en su relación con Kim Jong-Un descubre su frivolidad frente a una realidad más cruda. En este sentido, The Interview comienza con un buen momento con una entrevista a Eminen seguida a otra a Rob Lowe en el que la sátira funciona perfectamente para ir creando una visión sobre determinados medios televisivos. A lo largo de la película, es posible que donde mejor funcione sea en esta esfera, quizá porque sus responsables se sienten más cómodos en ella, como si les resultara más sencillo ironizar sobre un elemento más cercano a ellos, más sencillo de tratar. El llevar hasta el extremo la ridiculez de ciertos programas y sus contenidos no es nada nuevo, pero en The Interview funciona en su desarrollo y solo al final con la entrevista con Kim Jong-Un y sus consecuencias toma forma completa.
Sátira 2: Kim Jong-Un
El retrato de Kim Jong-Un en The Interview resulta demasiado caricaturesco, deliberadamente dentro de ese tono exagerado que desde el comienzo abraza la película. En su relación con el periodista va desplegando una imagen del dictador tan absurda como la del presentador, buscando una relación directa entre la manipulación de uno y la del otro. Pero todo queda desdibujado por el exceso, por la sensación que transmiten los directores de querer resultar graciosos antes que en verdad serlo. Los chistes escatológicos o de doble sentido no tienen fuerza en todo momento. Solo Rogen logra transmitir con su ironía mediante el diálogo buenas ideas. Hay cierta búsqueda de la irreverencia, como ese tanque en el que suena Katy Perry, la cantante favorita de Kim Jong-Un y que durante la entrevista tendrá una presencia surrealista así como será el fondo sonoro de una de las secuencias más impactantes técnicamente hablando de la película, pero que no se puede desvelar. También con otros asuntos relacionados con el dictador, con su pasado, con su padre y con su figura, pero todo queda, una vez más, en los márgenes de una narración tan sumamente loca que acaba perdiendo su centro.
Sátira 3: La propia película
The Interview no puede ser tomada demasiado en serio porque la propia película no lo hace. Asume desde el comienzo que se trata de una obra con ciertas pretensiones críticas pero también, y ante todo, de una comedia desfasada que no alcanza, por ejemplo, los resultados de obras como Zohan: Licencia para matar o El dictador, por citar dos obras recientes de intenciones y tono similar. Esa mezcla de pretensiones y falta de ellas ocasiona que la película se quede a medio camino de todo. La película se ríe de su propia naturaleza satírica, lo cual constriñe su posible impacto. El diseño de producción es magnífico; la dirección es correcta aunque, en ocasiones, excesivamente barroca en su montaje; el guion parece una excusa para llevar a cabo las diferentes sátiras, pero sin desarrollar de manera dramática con convicción, con buenos momentos frente a otros que resultan pegotes, como concesiones hacia un público fiel a este tipo de comedias. Todo, en su conjunto, crea una película irregular que como sátira política nunca llega a la calidad de otras películas del género.
Pero como obra individual, tan solo quedan ideas aisladas (el terminar la película con la canción de The Scorpions Wind of Change, la secuencia del tigre, la llegada al aeropuerto…) y una relación entre la manipulación mediática y la que puede ejercer un sistema dictatorial muy interesante. Pero poco más en un entretenimiento cómico digno, que se deja ver en todo momento salvando determinados instantes algo vergonzosos.