Nunca tuve curiosidad por semejante personaje más allá de sus extravagancias al frente del Gobierno británico. Ni siquiera durante la pandemia. Bastante tenía ya con las estupideces de muchos de los de aquí como para fijarme en los de fuera. Con todo y con eso resultaba imposible por momentos abstraerse a las estupideces de otro rubio demente, y van tres -de Trump y Putin mejor ni hablar- con un ego inconmensurable y haciendo de las suyas un día tras otro sin siquiera parar a comer.

Un Boris Johnson que, mientras se obstinaba en negar por activa y por pasiva las pocas evidencias de aquel virus tan letal como desconocido, dejaba tanta desfachatez a sus espaldas como muertos a su paso. Nunca he entendido si lo hacía por capricho, por desconocimiento o por llevar la contraria como viene siendo tan habitual en quienes se someten al escrutinio de las urnas. Sea como fuere, el o la COVID (el género en cuestión tal y como ocurre con la muerte, es lo de menos) mató a su paso por Reino Unido a cerca de 200.000 personas, una de las cifras más altas de toda la Europa de la pandemia. No digo yo ni mucho menos que el rubio platino fuera el único responsable de la tragedia, lo que sí mantengo y sin titubear es que en su caso, como en el de tantos gobiernos, faltó previsión, precisión, perspectiva y mucha cabeza, algo que un dignatario debe de perder.

Todo esto viene a cuento de que viendo This England -disponible bajo demanda semanal en Movistar Plus +- un servidor ha sido realmente consciente de los demenciales entresijos de aquel oscuro episodio de la pandemia británica que, por otro lado, tampoco dista demasiado de algunas memorables y desafortunadas actuaciones de gobiernos muy lejanos. Y fíjense, aunque nunca justificar, lo puedo incluso llegar a entender. No sé a ustedes, pero a mí todo que no soy capaz de controlar, me descoloca y paraliza. El problema es que ese bloqueo afectaba a vidas humanas.

Entre los atractivos de la miniserie dirigida por el ecléctico Michael Winterbottom, el actor británico Kenneth Branagh, irreconocible bajo esa enorme caracterización e interpretación del ex primer ministro. Pocas veces una de sus actuaciones y, mira que las tiene memorables, ha resultado tan completa.

En definitiva, revivir aquella pesadilla, al menos para mí, es inmensamente necesario. No solo para que a uno le pille bien armado y prevenido la próxima vez, sino y, sobre todo, porque recordar el sufrimiento atravesado por más que uno se empeñe en olvidarlo, es tremendamente sano y constructivo.