Aunque la carrera de John Williams como compositor comienza en la década de los cincuenta en el terreno de la televisión, su despegue como músico para cine no se da hasta la década de los setenta, cuando en el contexto del llamado new Hollywood comienzan a producirse cambios en la industria del cine que, en diferentes formas, han llegado hasta la actualidad. Su figura quizá no sea esencial para dichos cambios, pero sin duda alguna acompañó a gran parte de ellos cuando un joven cineasta que comenzaba por aquellos años llamado Steven Spielberg se fijó en él y pidió a Williams la partitura de su película Loca evasión, en 1974, comenzando una colaboración entre director-compositor muy estrecha, tanto que gran parte del impacto de algunas de las producciones de Spielberg quizá no puedan entenderse sin la música de Williams.


Hasta 1974, el compositor, nacido en 1932 en Nueva York, contaba ya con una prolífera y polifacética carrera. Pronto abandona la televisión para dar el salto al cine, pero no hay que olvidar que Williams, a lo largo de los años, ha creado numerosas obras dentro del terreno de la música culta: sinfonías, concertos, obras de cámara…, diversos trabajos que aunque poco conocidos en general dan una idea del interés por Williams por ir más allá de las composiciones para cine, algo no siempre común entre los músicos de cine.


Durante los años sesenta y comienzos de los setenta encontramos a Williams entre los créditos de películas como Código del hampa, de Don Siegel, Shock, de Mark Robson, Los rateros, de Mark Rydell, El valle de las muñecas, Adiós, Mr. Chips, El violinista sobre el tejado, Images, La aventura del Poseidón. Por entonces cuenta ya con un Oscar y seis nominaciones y es uno de los más reputados compositores del momento. Conseguirá a lo largo de su carrera otras tantas nominaciones y galardones diversos.


Pero con Tiburón, en 1975, y en otro sentido, con El coloso en llamas, su carrera de un salto cuantitativo cuando es capaz, con la música de la obra de Spielberg, de lograr que sus simples notas sean definitorias de la película, permaneciendo en la memoria colectiva tanto o más que alguna de las secuencias de Tiburón. No es de extrañar que Spielberg no haya prescindido de Williams desde entonces, contando con él para todas sus películas y creando, para ellas, melodías tan reconocibles como las de la saga Indiana Jones, Parque Jurásico, o E.T. El Extraterrestre, pero también, aunque quizá menos conocidas, otras magníficas composiciones como El imperio del Sol Inteligencia Artificial, La lista de Schindler, La terminal  o Atrápame si puedes, por mencionar solo algunas de ellas. Williams siempre ha sabido adaptarse al tono del cine de Spielberg, aportando una épica musical que ha servido para llegar aún más a los espectadores.


Algo parecido podemos encontrar en su música para las dos trilogías de La guerra de las galaxias, cuya música de apertura es ya un clásico de las bandas sonoras, así como al famosa Marcha Imperial, o bien el tema principal para Superman, de Richard Donner. O bien, más recientemente, su música para la saga Harry Potter.


Spielberg o Lucas, durante los setenta, recondujeron el cine hacia otros derroteros, crearon un camino que hoy se sigue, con mayor o menor fortuna, transitando. Pero otros cineastas de la época, en trabajos posteriores, también contaron con Williams, compañero de una generación de cineastas que, en muchos casos, fueron apagándose. No es el caso de Oliver Stone, a quien Williams ha regalado alguna de sus mejores composiciones, como Nacido el Cuatro de Julio y, sobre todo, JFK (Caso abierto), una obra maestra en su capacidad para crear texturas y contextos al acompañar una película de gran complejidad dado su montaje.


Williams es ya uno de los grandes compositores de bandas sonoras de la historia, influyendo notablemente en otros músicos contemporáneos como James Horner, Hans Zimmer, Alan Silvestri, Jerry Goldsmith, Harry Gregson-Williams, Danny Elfman o Ramin Djawadi, entre otros y salvado la distancia entre todos ellos. Él mismo aprendió de maestros como Max Steiner o Miklós Rózsa y mostró un camino en el que la música acababa siendo no un simple acompañamiento para las imágenes sino una extensión de estas que define a los personajes más allá de la pantalla, quedando como iconos sonoros de la cultura popular, reconocida incluso por quienes no son asiduos al cine.


El Teatro de la Zarzuela de Madrid acoge los próximos 27 y 28 de diciembre un espectáculo que repasará las obras más representativas de John Williams, interpretadas por la Barbieri Symphony Orquesta con Lucas Vidal al frente (Vidal es uno de nuestros compositores de bandas sonoras más internacionalizados, autor, por ejemplo, de la de Fast & Furious 6), y la colaboración, en la interpretación del tema principal de La Lista de Schindler, de Leticia Moreno, una de nuestras violinistas más importantes. Las conocidas músicas se completarán con la proyección de escenas de las películas que las hicieron populares, así como con imágenes de archivo de John Williams.


Homenaje a John Williams. Teatro de la Zarzuela. 27 y 28 de diciembre a las 19.30 horas y a las 18.30 horas, respectivamente. 15 euros. Más información, aquí.