A veces sólo se escribe para una persona. Puede que se trate de uno mismo, el autor, o puede que el destinatario sea el hombre o la mujer del que se enamora quien escribe. El segundo caso es el de Gal Ackerman, uno de los personajes de esta novela: Ackerman se centró en Nadia Orlov, y para ella escribía aunque nunca llegó a completar el libro. El narrador (o, mejor, uno de los narradores), Néstor Oliver-Chapman, un periodista que fue amigo de Ackerman, se encargará de rebuscar entre los archivos del finado (que incluyen manuscritos, recortes, cuadernos…) para terminar aquella novela que se quedó a medio camino. Sus pesquisas le llevarán a indagar en el pasado del escritor y de otros personajes relacionados con él.

Éste, a grandes rasgos, es el punto de partida de la más celebrada novela de Eduardo Lago, que publicó Destino en 2006, que obtuvo varios galardones (Premio Nadal, Premio Ciudad de Barcelona, Premio de la Crítica) y que ahora reedita Malpaso en una nueva edición, diez años después: más lujosa, revisada y corregida por el autor, que firma un extenso y revelador prólogo donde aclara algunos pormenores de su construcción: cómo empezó a escribirla, cómo descartó páginas enteras, cómo algunas de las ficciones que había creado alcanzaron ciertos paralelismos con la realidad… También incorpora, en los apéndices, una cronología de las vidas y los hechos de los protagonistas, partiendo de la fecha de nacimiento del bisabuelo de Gal Ackerman, y un listado de los personajes mencionados con la página en la que aparecen por primera vez. Estas dos añadiduras, que no aparecían en las primeras versiones de antaño, suponen un mapa esencial para orientarse en todos los asuntos que va mencionando Eduardo Lago: una guía para reorganizar sus mapas narrativos, muy deudores de la literatura norteamericana y de Cervantes. Llámame Brooklyn es una novela repleta de claves, de referencias, de historias cruzadas y de guiños literarios que admite diversas lecturas sobre las relaciones a veces muy finas entre la realidad y la ficción, y que consta de varias capas que el lector tiene que ir desvelando. Uno de los mayores aciertos del libro es mezclar a los personajes inventados con los personajes reales, y es en esos cruces donde Lago obtiene algunos de sus mejores pasajes: pienso por ejemplo en las apariciones de Don DeLillo, Thomas Pynchon y Felipe Alfau.

Admito que no leí la novela en su momento. Sucede a veces: uno va aplazando las lecturas sin un motivo especial, o incluso por diversos motivos (se cruzan otros libros, se elaboran otros planes y pasan los años…). Para quienes tampoco la leyeran en su día, ésta es una oportunidad única: tapa dura, buen formato, bonus tracks… Es la obra de un escritor, articulista y traductor dotado de mucha destreza; una novela que fue madurando y puliendo durante años, el libro más premiado de alguien que, lo que son las cosas, años atrás ni siquiera se planteaba publicar.