Mucha gente habla indistintamente de novela policíaca y novela negra, pero hay matices entre una cosa y la otra.

Por un lado, esas novelas donde existe un detective investigando un caso criminal, y misterioso, son las que llamamos novelas policíacas. Y el pionero en escribirlas, el que se sacó el género de la manga, fue Edgar Allan Poe, con Los crímenes de la calle Morgue, donde intervenía el detective Dupin, en el que luego se inspiró Conan Doyle para crear a Sherlock Holmes. Pero, más adelante, en Estados Unidos, durante la Gran Depresión, este tipo de novelas se fueron haciendo más ambiciosas y más sociales, porque al mismo tiempo que se contaban las aventuras de algún detective resolviendo un caso, se empezó a aprovechar para incorporar críticas sobre las malas condiciones de vida de parte de la sociedad, o, se empezó a hacer un análisis más profundo del comportamiento humano… Y a eso fue a lo que se le llamó novela negra, como un subgénero de la policíaca, cuyos primeros exponentes fueron Raymond Chandler y Dashiel Hammet.

Hechas las distinciones, hay que decir que la novela policíaca y la novela negra están de moda, sobre todo a raíz de este fenómeno de Millenium de Stieg Larsson, Y parece que los que mandan aquí los nórdicos, porque Larsson lo era, o también lo es Henning Mankell. Aunque mi preferido es Benjamin Black, que es el seudónimo con el que el autor irlandés John Banville, nuestro más reciente Príncipe de Asturias de las Letras, firma sus novelas negras.

Sin embargo, aquí en España, también tenemos montado un buen ecosistema de novela negra: tenemos festivales sobre el género, como la Semana Negra de Gijón o Getafe Negro; las editoriales apuestan por el género; hay incluso estupendas librerías consagradas a él, como Negra y criminal, de Barcelona; hay revistas dedicadas a él, como Fiat Lux… Y, por supuesto, lo más importante, tenemos escritores muy buenos en novela negra, como lo fue Vázquez Montalbán, como lo es Juan Madrid, Alicia Giménez (la creadora de Petra Delicado), Lorenzo Silva (que escribe y es el comisario de Getafe Negro); y luego está ese libro genial de Andrés Trapiello, Los amigos del crimen perfecto, donde un grupo de amiguetes muy aficionados a este género, unos locos de la novela negra, charlan sobre ella.

En cualquier caso, en definitiva, yo creo que con lo que nos tenemos que quedar de la novela policíaca y la criminal es que no pasan de moda, sino que evolucionan y se adaptan a los tiempos. Ahora, muchos de los delincuentes protagonistas son hackers, la violencia de género se trata de una forma más adecuada, ya no es tan evidente quiénes son los malos, no es tan cantoso que el mayordomo es el asesino, y los detectives ya no son tan infalibles y tan listos que resuelven los casos a la primera, porque el lector se ha vuelto más exigente en eso que en Literatura se llama “la teoría de la suspensión de la credibilidad”, y ya queremos ver que les cuesta más trabajo, queremos pruebas de ADN, y ese tipo de cosas que aparecen en CSI…