La Lengua en Pedazos fue la obra con la que Juan Mayorga debutó en la dirección, y le valió al dramaturgo el Premio Nacional de Literatura Dramática. La obra escenifica textos del propio autor y extractos de El libro de la Vida, de Teresa de Jesús. Y plantea una diatriba, o incluso un combate, entre esta mujer y un miembro de la Santa Inquisición, aquí interpretados, respectivamente, por Clara Sanchis, que ya pasó por el Teatro del Barrio con su éxito Una habitación propia, y Daniel Albadalejo, respectivamente. Hasta el 17 de abril estará en el Teatro del Barrio. Hablamos con Juan Mayorga.

¿Es Teresa de Jesús un verso suelto para la Iglesia? Hay una frase de la función que pongo en boca de Teresa de Jesús, y procede de El libro de la vida: Teresa dice “no temo tener enemigos”. Ese “no temer” lo puede aplicar Teresa a cualquier ámbito de su acción, y también puede decirlo dentro de la propia Iglesia. Creo que Teresa es un ser libre, no violento y no agresivo, pero sí conflictivo. Y es un personaje a contracorriente que, probablemente amando a la Iglesia Católica, al mismo tiempo, se ponía una y otra vez en conflicto con la institución. Hay algo salvaje en Teresa, en la sociedad general y en la eclesial. Algo salvaje e indomable.

¿Cómo es hablar de religión en el teatro en estos tiempos? La experiencia religiosa no puede resultar ajena a las gentes del teatro, tengamos o no una creencia religiosa. Yo no la tengo, pero la experiencia religiosa no puede dejar de interesarme. Porque a las gentes del teatro nada les es o debería ser ajeno. La experiencia religiosa es fundamental para muchas personas, muchas de ellas cercanas a nosotros, que han hecho de ellas una raíz de su pensamiento. Eso no puede dejar de interesarnos, ¿cómo vamos a excluir algo tan importante de nuestros escenarios? Creo que, creyentes o no, la experiencia religiosa debe interesarnos a todos, y ha de trabajarla.

La obra también habla de lenguaje, de la dificultad de nombrar lo innombrable, ¿no?  Efectivamente, la obra La Lengua en Pedazos encierra una paradoja: es una obra sobre las palabras y lo que hacemos con ellas, y tiene, al tiempo, lo innombrable en su centro. De forma que, de algún modo, estamos en el espacio de la representación, de lo irrepresentable. Antes de ser mostrado, aquello de lo que habla la obra debe ser aludido en los efectos que provoca. En el centro de la obra está el combate de dos seres humanos sinceros en la declaración de su fe, auténticos creyentes. Y, sin embargo, nombran realidades distintas al usar la palabra Dios. Teresa nombra como Dios a un ser próximo que puede tocar, y le habla, y el Inquisidor nombra como Dios a un ser lejano y religioso. El combate entre estos dos seres humanos se realiza en el ámbito del qué se puede decir y a qué se puede llamar Dios. Nada hay más difícil de representar que el más allá, la metáfora absoluta, lo no representable. Aquello que no podemos ver, tocar, escuchar. Sí podemos ver, tocar, escuchar aquello sobre lo que el más allá produce unos efectos: en particular, estos seres humanos tan frágiles como Teresa y el Inquisidor.

¿Cómo ha cambiado la pieza desde su estreno, en 2003? He tenido la suerte de ver cómo La Lengua en Pedazos ha ido creciendo desde aquel año en el que la estrenamos. Y he visto, función a función, cómo se hacía más honda. Hay cambios importantes, y por eso invitamos a todas las personas que asistieron a las primeras representaciones a que vuelvan a verla, y se encontrarán una Lengua en Pedazos muy distinta a la que vieron; a mi juicio, muy superior. Lo primero que ha cambiado es que Clara Sanchis y Daniel Albaladejo han alcanzado una extraordinaria madurez en su interpretación. Cuando hicimos la función por primera vez claro que eran magníficos intérpretes, pero ahora son grandes intérpretes, y han llegado a una relación tan íntima con sus personajes que no dejan de sorprenderme con lo que han hallado. Además, el texto se ha desengrasado, ahora es más esencial, y al tiempo, se ha desangrado. En particular, uno de los momentos que el espectador que no haya visto este segundo montaje reconocerá es un monólogo del Inquisidor que creo importante para reconocer al personaje. Y en tercer lugar, y esto es más importante que la transformación del texto, podemos hablar de un montaje de nueva planta. Si aquel primero era fundamentalmente minimalista y se encuadraba en un código realista, aquí estamos ante una propuesta poética más radical, que comienza por la construcción de ese espacio de trece sillas, que son las de las doce monjas y su líder, su Hermana Mayor, la propia Teresa. Esas trece sillas constituyen un espacio poético que permite un juego al combate de estos formidables intérpretes. De hecho, se constituye en un ring, un espacio de combate que es objeto mismo de combate. Y tiene la forma de la propia lengua. Un espacio que se une a una horizontalidad en una casa donde todas son iguales. Es un espacio para las palabras donde éstas son el medio pero también el objeto mismo del conflicto. Quizá conviene añadir, como otro cambio, que ahora se representa en Teatro del Barrio, uno de los teatros más abiertos a provocar una conversación política. Así, los aspectos políticos de la pieza se completan de forma especialmente intensa por los espectadores del Teatro del Barrio. Creo que la obra se resignifica en este teatro de Lavapiés donde nos sentimos tan a gusto.