Que la serie paródica, iniciada en 2003, y protagonizada por Rowan Atkinson en el papel de un agente secreto del MI6, haya llegado a su tercera entrega con Johnny English: De nuevo en acción (David Kerr, 2018), resulta realmente sorprendente a no ser que se tenga en cuenta los números de taquilla. Y puede que ni eso. La primera película, Johnny English (Peter Howitt, 2003), poseía cierta comicidad gracias a lo anárquico del planteamiento y a la relativa novedad que suponía, mientras que la segunda, Johnny English Returns (Oliver Parker, 2011), intentaba poner algo de orden narrativo y recuperar a Atkinson para el cine con más pena que gloria. Frente a ellas, esta tercera entrega, tiene algo más de solidez argumental, es decir, parece que hay un mayor intento de crear algo parecido a una película más allá de una sucesión de gags para lucimiento de Atkinson, en última instancia, lo que da sentido a la producción.

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No se puede negar que Johnny English: De nuevo en acción es una película coherente en cuanto a la relación con aquello que narra y cómo lo hace. El planteamiento argumental es sencillo: en un cyberataque, todos los agentes secretos británicos han sido expuestos públicamente, por lo que, revelada su identidad, no pueden trabajar. A ese ataque se suceden otros a Reino Unido. Para descubrir quién está detrás de ellos, el gobierno, decide enviar a Johnny English, quien se encuentra retirado dando clases. Además, posee la peculiaridad y, en este contexto, la virtud, de su total ignorancia hacia todo dispositivo digital y, dado que debe enfrentarse a un enemigo que lo domina, deberá operar al modo tradicional. En esa confluencia entre elementos analógicos y digitales, a priori, reside la esencia de una película que, sin embargo, no acaba de lograr que esa idea tenga interés más allá de puntuales gags, algunos con gracia (la secuencia con Johnny English y la realidad virtual por medios de las calles londinenses resulta lo único trabajado del conjunto a nivel visual), la mayoría anodinos, pero que son esencia de una película que intenta ser una comedia con cierto aliento de otra época, asentándose en la comicidad física de Atkinson. Johnny English: De nuevo en acción se ajusta a su personaje y a esa idea y queda, por tanto, una película continuista de su primera entrega, solo que realizada quince años después y sin ánimo alguno por hacer algo diferente o nuevo. Se contenta con dejar que Atkinson haga lo que se espera de él y que los espectadores que vayan a verla movidos por el cómico salgan más o menos satisfechos del resultado. Si es así, Johnny English: De nuevo en acción habrá conseguido sus objetivos. Porque en el fondo, no tiene ningún otro, dado que el contexto y la mirada a la actualidad que intenta transmitir –dejando de lado que la Primera Ministra interpretada por Emma Thompson parece idiota en muchos momentos- se queda a medio camino a la hora de introducir alguna idea que vaya más allá de su necesidad argumental como elemento paródico de las películas de espionaje.